Después de la contundente victoria de la MUD el 6 de diciembre de 2015, producto del descontento abrumador del pueblo venezolano, decepcionado y traicionado por el gobierno de Maduro, hubo altas expectativas que se crearon producto de la campaña electoral que iba desde la dolarización del salario (propuesta demagógica y populista del ahora diputado Guanipa), hasta la finalización de las colas, tal como lo ofreció Primero Justicia en sus cuñas de radio.
Pero sin duda el centro de la campaña, de la victoria y del inicio de gestión desde la AN giró en torno a la gran promesa de salir de Maduro y del Psuv. Eso condujo a la primera y flamante acción del novel presidente de la AN de desmontar las imágenes de Bolívar y de Chávez del Palacio Legislativo, cosa que fue manejada tan inapropiadamente que generó mucho rechazo de propios y extraños.
Lo demás es historia: 1. El juramento de salida de Maduro en 6 meses, 2. La incorporación de los diputados impugnados de Amazonas, 3. La entrada en desacato de la AN y 4. El decreto de emergencia avalado por el TSJ, sólo fue el principio de la anulación de facto de las funciones de la AN. La respuesta fue: desde la enmienda hasta el Referendo Revocatorio, para al final capitular el último y mal trecho recurso del Referendo Revocatorio en un diálogo que ha sido un teatro que oculta la verdadera negociación de sectores de las cúpulas; 1. Maduro hasta el 2019 y 2. Aplicación del paquete económico antipopular barnizado de rojo por lo menos en un 50%. Qué gana un sector de la oposición: No tener que pasar el paquete completo y tener por ello, que salir en menos de seis meses del poder.
En ese trayecto la dirección política de la MUD perdió la confianza de las mayorías, que esperaron con fe una movilización del 1ro de septiembre que desbordó las calles, pero la respuesta fue la ausencia de direccionamiento de la masa movilizada en protesta.
Hoy la dirección política de la MUD fenece ante la desconfianza e incredulidad de la gente de que puedan siquiera hacerse respetar como institución. Al mantener el desacato, sigue dándole la excusa al gobierno para aplastar sus acciones con el superTSJ, una especie de supragobierno madurista, mientras la MUD sigue proponiendo cosas inviables, habiendo abandonando la única y verdadera carta democrática de un sector con trayectoria desestabilizadora y golpista: el Referendo Revocatorio.
Hoy la decepción desmoviliza a un sector, pero también hace que otro se active en la construcción de un referente político distinto. El 2017 podría ser el año del reacomodo y surgimiento de nuevos actores en la escena política del país, aunque lamentablemente nosotros, el pueblo, estaremos pagando las consecuencias de negociaciones, diálogos, y pactos que el tiempo irá terminado de develar.