Nadie como Jaime Lusinchi, con aquella frase del “Tú a mí...”, definió tanto al venezolano de la época Puntofijista. “Tú a mí no me j...”, es el gentilicio y el ser de toda una generación de politiqueros adecos y copeyanos. Era la reserva mental del tipo que te espera en la bajadita. La pícara respuesta del bribón que nunca ha perdido una. El que estaba acostumbrado ganarlas todas, y de repente... El vivaracho. El que ha sobrevivido a fuerzas de trácalas, pero un día le tocó tenerlas que pagarlas a otro tan bribón como él. El calzonazos que ve que puede hundirse pero se busca asirse desesperadamente con el desparpajo de un vulgarazo.
Lusinchi le lanzó esta frase a Luis Guillermo García, quien se le había acercado al ex presidente, micrófono en mano, y le hurgó un poco en las oscuras témporas de su gestión; Lusinchi se estremeció pensando: “Este quieres que salte, como el sapo, para que luego me ensarten...”; en verdad que lo colocó entre tres y dos, y no le quedaba otra salida que responder. Si no contestaba, rodeado como estaba de periodistas, y oyendo por allí una que otra risita, iba a quedar como el supremo bobo del circo; fue entonces cuando estalló como el truhán y el vulgar calzonazos que era: “Tú...”. Había abierto desmesuradamente los ojos, sus cachetes le temblaban y sus labios empalidecieron horriblemente. Luis Guillermo se alarmó un poco, por que Lusinchi tenía su banda de matones. Ya se conocía el caso de los que habían golpeado a Sanín y del enjambre de Disip que ingresaron al Congreso de la República para proteger a la barragana Blanca Ibáñez. Pero aquel “Tú...” quedó en el aire como un lamparazo eterno, y en la mente de todos los venezolanos aún revolotea para escarnio de toda una generación de delincuentes: “Tú a mí, no…”.
Aquel “Tú a mí, no me jodes” fue el esfuerzo desgarrado de un magnate por demostrar que aquí los medios no se podían permitir esa libertad, la de poner en entredicho la dignidad de un bandido de siete suelas. Lusinchi inmediatamente llamó a Marcel Granier y éste le aseguró que la noticia sería filtrada. Pero ya Granier tenía otros planes con relación al poder de Carlos Andrés Pérez. Le parecía que defender a la reina Blanca Ibáñez no valía ya la pena, y que era necesario cuadrarse con Cecilia Matos y CAP quienes desataban toda una sorda campaña contra el caído Lusinchi (con quien se tenía planificado un experimento: llevarlo a prisión).
La élite quería imponer una nueva generación de gobernantes, sin el concurso de AD ni COPEI.
Ahora bien, este fue el signo de toda la IV República, un “Tú a mí no me jodes” continuado. Como Betancourt no quería pasar por esta aterradora amenaza, hizo colocar en el poder a un idiota como Raúl Leoni “El Bueno”. Estaba clarísimo que Leoni nunca le podía sacar los trapos al sol, por ninguna clase de resentimiento o viejas deudas a nadie de su partido. Vencido Leoni por Caldera, éste le prometió en un acuerdo filmado en La Casona: “No revolveré ningún asunto peliagudo de corrupción que tenga que ver ni con Menca ni contigo”. Cuando CAP triunfa, lo hace de manera tan arrolladora, que sólo se dedica a despilfarrar la catarata de dólares que le llegan por lo del boom petrolero. Luis Herrera sí le promete a CAP que lo va joder, y comienza el destape del asunto del Sierra Nevada. Sale Luis Herrera y entra Litrico Lusinchi decidido a darse la gran vida en Miraflores: él primero muy jodido y el otro decidido a joder. Así funcionaba la democracia representativa, en un pertinaz y reiterativo “Tú a mí no me…”