Sin duda que más cómico que El Conde es, por ejemplo, Antonio Ledesma (parecido al pingüino aquel de la familia de los monstruos). Cómo nos reíamos con Cuchita, Henríque Mendoza y su curita, y la cachucha del revés. Qué tiempos aquellos. Y qué de aquel bandido llamado Gimoteo El Zangano (Timoteo Zambrano) de tan triste recordación, siempre chistoso y tétrico a la vez, que le encantaba atragantarse él solo todos los micrófonos de los periodistas, hablando del tema de la llamada Mesa de Negociación. ¿Y qué hizo aquel simpático enanito Egaña, ex ministro de Caldera y tan hablador, también? ¿Y el beodo de Ezequiel Zamora? ¿En qué barcito se encontrará ahora Ezequielito, quien había prometido irse a las guerrillas para enfrentar con los fusiles al tirano? Cómo nos reíamos entonces.
Es trágica la gran cantidad de cómicos que hemos ido perdiendo en estos combates: Napoleón Bravo y su esposa Ángela Zago (la que suspiraba porque los marines invadieran a Venezuela). Y aquella negrita (cuyo nombre no recuerdo) que llevaban mucho a Venevisión, para decir que había también negros contra Chávez. Muy cómica, la joven.
¿Y de Mingo, el Jetudo? La pérdida de Mingo fue fatal para el entretenimiento de las mañanas por Globovisión, y pensar que la culpa la tuvo “el marico Leopoldo Castillo”. Hay que hacer lo imposible porque jamás vayamos a perder la mierda de “Aló Ciudadano”, porque ahí si es verdad que nos quedamos sin la risa, sin la guasa y sin chistecito pastoso de ese que grita cada día: “¡Otra cagada máááás!”
¿Dios mío, qué fue de tanto galán y de tanta invención como trajeron?
Cómo echamos de menos los shows de Patricia Poleo La Papo, y de Yquebellísima Pacheco, la chillona de la pajarraca Colomina y de aquel doble tan amanerado al que Shapiro aprovechó y le dio un beso; aquel programa de Martha que nunca nos perdíamos. ¿Y de Bobolongo, qué decir? Y de los mariquerimos delirantes de Orlanda La Furiosa.
El Conde resulta hoy muy poca cosa para aquel elenco que dejaría en cueros a los locos Adams. El Conde no tiene nada nuevo que mostrarnos en el tema de la chanza, de la guasa, del chiste.
Cómo lamentamos la pérdida en combate de aquel payaso llamado Pedro Soto que fue flor de un día en la Plaza de Altamira; al que cogieron por los calzones y lo subieron a una tarima para que llamara al pueblo a rebelarse. En aquella ocasión el doble de Cantinflas lo hizo William Dávila Barrios, hoy también lamentablemente desaparecido. Uno cogía palco, se arrellanaba en su butaca, cogía patatas fritas, un buen cubo lleno de cotufas, y venga, a ver los shows de Altamira con aquella cuerda de generales tan galanes que firmas autógrafos en los pechos de muchas sifrinas. Cómo nos divertían los balbuceos del macaco Néstor González González, los de Medina Gómez, …
En fin, señores capos de la oposición, ¿para que meter en el patuque de la oposición a otro payaso más, ¿es que con los centenares de cada día que desfilan por la televisión no les basta?