El Piropiro del guácharo

Quizás nadie pueda negar que el desespero de los cuatro pelagatos que todavía se declaran opositores en Nuestro País, sea una cuestión de nobleza vernácula. Tal vez por eso nadie se murió de risa cuando apareció en la palestra de la publicidad electoral aquel aristócrata, de rancio abolengo, ostentando su título de conde de Piropiro. Hasta cierto punto era comprensible oirle, con sus aires de mamarracho bello, pidiéndole a sus escasos seguidores, el voto piedra. Y no podría tener otro distintivo ese voto, ya que el escudo de su minúsculo y tenebroso reino es una Piedra cagada por los pájaros que sólo pueden vivir en la sombra.

De modo cierto la risa no brotó de la expectación general, a lo mejor porque el público se fijó demasiado en el escudo del arrechonchado conde, y sintió una vez más que el estiércol es algo bien serio, sobre todo si el estiércol es imperial. Ciertamente aquella candidatura, cuya única fuerza sería la risa que la precedería en todas sus fugaces reapariciones, ha procurado más bien para sí, más seriedad que la que supuestamente tendría la opción del Piropiro del Conde, que ayer no más se ha desbocado desde lo que él cree su rumbo propio, en la exágesis del parapeto de su zulianidad; y desde allí nos ha lanzado nacionalmente sus aspiraciones frijolillas.

Su programa de gobierno si que ha provocado la risa que no pudo provocar el Piropiro del Guácharo. En su lenguaje de Supermercado, el Piropiro del Conde ofrece al Pueblo venezolano un basurero de promesas. Muchas de las cosas que prometió en su discursillo de lanzamiento de candidatura, ya las está haciendo el gobierno bolivariano; bueno, a excepción de aquella charada tragicómica de ofrecer un sueldo con tarjeta de débito a todos los desempleados. Tal promesa a puesto a porinarse de risa a todo el ganado caballar en nuestro País. El Piropiro haciendo de Conde, y de don Manuel, olvida que él no le paga a los empleados de la gobernación, y ahora metido a a vendedor de ilusiones, no se cansa de rebuznar baratijas. El Piropiro sigue creyendo, como cualquier adeco de la escuela de Alfaro Ucero, que todavía los perros lo amarran con salchichas, y que todavía el Pueblo pudiese creer en la palabra un adeco devaluado en su reinito del "nuevo tiempo".

Uno pudiese entender que este circo de vaivenes y de ridiculeces encabezados por la nobleza piropira y guáchara; es el colmo de la degradación de una casta cipaya e incondicional al designio del imperio Yannkee, lo que no podríamos entender, es cómo este conde Piropiro firmó el decreto de la brevísima dictadura de Carmona, por lo cual inexplicablemente no ha sido metido preso, y ahora se inscribe cómo candidato a dirigir una democracia que se enrumba indetenible hacia el socialismo?

Esto, entre otras cosas, es lo que hace de la candidatura del Conde Piropiro un evento de comicidad barata, y que en ese sentido supera con creces la candidatura de su colega, el Piropiro del Guácharo.



Si no fuésemos capaces de construir un mundo mejor,entonces nuestra vida sería suceptible de ser revisada por aquellos que estan trabajando en ese noble propósito.



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Eduardo Mármol


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