¡Bravo Eveling!

Tendremos que escribir de la forma como se narraban los cuentos clásicos. Sí, que tomen esto como una fábula, pues es poco probable que alguien que viva en otro lugar pueda creer que es real.

Érase una vez una ciudad que gritaba con orgullo a los cuatro vientos ¿O también serán cinco?) que era la ciudad más limpia, pujante y linda de Venezuela. No siempre había sido así, pero en ese entonces mostraba no sólo calles limpias, un ejercito de hombres y mujeres en constante tareas de mantenimiento, sino parques verdes, árboles por doquier, fuentes en espacios públicos, "semáforos inteligentes", estadios en muy buen estado y una actividad comercial pujante, impulsada en buena medida por turistas.

Pero como suele ocurrir en los cuentos; en contraposición al bueno, siempre hay un villano y en este caso el villano contaba y cuenta con el fanatismo de los inteligentes, la clase pensante o la gente decente como gustan autodefinirse.

Estos, convertidos en mayoría, decidieron que había que elegir como alcalde de la ciudad uno de los suyos, sin importar su capacidad, experiencia, compromiso y sobre todo honestidad.
Así eligieron como alcaldesa a una dama que tenía como currículo ser la esposa de uno de los corruptos más grandes de esa tierra, haber obtenido un título universitario sin jamás haber asistido a clases, vestir ropa fina y preparar un plátano frito que es una maravilla.

¿Qué se podía esperar?

Definitivamente lo que ha ocurrido. La ciudad retrocedió como 60 años. Hoy los inteligentes, los pensantes, la gente decente y todo el resto de habitantes, no tan ilustres, viven en una ciudad convertida en el mayor vertedero de basura del país, con la lógica consecuencia de esto: malos olores, enfermedades, ratas y un espectáculo deprimente.

Para colmo la alcaldesa se ha convertido en la lidereza de grupos hamponiles dedicados (dizque como protesta) a bloquear las calles con barricadas creadas a partir de basura y escombros, a atracar a quienes de repente se encuentran atrapados entre ellas, a saquear negocios y a destruir todo lo que encuentran a su paso.

Hasta aquí ya es bastante malo, pero no parece ser suficiente. La misma alcaldesa, ejerciendo su autoridad, ordena verter toneladas de basura en el mero centro de la ciudad y frente a las instalaciones de un diario que ha reportado "más allá de lo conveniente" la desidia.

Se acabó el verdor, se acabaron las fuentes, se acabaron los parques, se acabó la limpieza, se acabó el orden, se acabó el orgullo y se acabó la paz. ¡Bravo Eveling!



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Alexis Arellano


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