Escuálidos

Durante la noche del domingo pasado, ocurrió algo que no había sucedido en mucho tiempo. Extremistas de la oposición hicieron una escena histérica y violenta en medio de un restaurante español en la ciudad de Caracas; golpeando a algunos y gritando a muchos simplemente por ser “chavistas”. Todo comenzó cuando decidí llevar a un grupo de estadounidenses recién llegados a Venezuela la noche anterior, a cenar en un restaurante español que quedaba cerca a su hotel en la Solano. El restaurante, moderado en sus precios y conocido por su buena comida, no esta en “territorio opositor” ni es exclusivamente para aquellos que no estan satisfechos con el gobierno actual. Más bien, es un sitio de todos y todas que quieren comer bien y hablar un rato en tranquilidad. El grupo de estadounidenses, en su mayoría compuesto por abogados y especialistas en elecciones, tenía un presupuesto limitado y el restaurante parecía perfecto para celebrar su primer día en Venezuela y seguir hablando sobre la política en el país. Pero jamás hubiera imaginado que esa noche iban a tener una de las experiencias más reveladas e impactantes sobre la situación actual y el clima de campaña polarizada en que estamos viviendo.

Un señor en una mesa cerca a la nuestra se paró a gritarme que aunque estaba en “desacuerdo” con todo lo que digo, igual me quería saludar. Pero al mismo instante, una señora relativamente joven, abogada e incluso trabajadora de la fiscalía, se paró de su mesa y, reconociendo a otro amigo venezolano en la mesa nuestra, comenzó a gritarle que era un “chavista desgraciado” y un poco más de cosas que serían muy inapropriados publicar aquí. La señora, evidentemente tomada y sobrepasada en su histeria, no dejaba de gritarle al amigo y de pronto se volteó y comenzó a gritarnos todos, incluyendo a los amigos estadounidenses, diciendo que eramos todos “chavistas deplorables” y que ella no nos iba a dejar gobernar. Dijo muchas groserías entre lineas y escupía sus palabras con veneno y odio. Los vistantes no sabían que pensar. Nunca habían visto un espectaculo de esas proporciones en un restaurante donde otras personas también estaban intentando pasar su noche del domingo en calma y ambiente familiar.


De repente, un señor mayor de los setenta años comenzó a gritar desde su mesa que eramos todos “asasinos”, “chavistas asasinos” y que deberíamos salir del lugar porque no teníamos el “derecho” de estar allá, según él. Su esposa, una señora también mucho mayor de los setenta y con una cara distorcionada por lo que evidentemente era más que una cirugía plástica, nos señaló el dedo y fanáticamente gritaba “asasinos”, “Fidel Castro, 50 años gobernando”, “asasinos todos”. Era un coro de gritos, “asasinos chavistas”, cantaban, con unas caras llenas de rabia odiosa e inhumanidad total. Algunos de los visitantes se asustaban, y más cuando el señor de los setenta años se paró de su mesa y metió una patada y una puñalada a uno de los poetas locales que había llegado a nuestra defensa. Que pena les daba a la gente del restaurante y los demás presentes; que pena que los extranjeros tenían que ser testigos y víctimas de tanto histeria violenta y odio sin razón de un sector minoritorio de venezolanos.

Yo les decía a los estadounidenses que eran afortunados; muchos no llegan a ver la verdadera cara de la oposición extremista – la que apoya a Manuel Rosales, un golpista conspirador que empleó un torturador como su asesor de seguridad y ahora dice que apenás lo conoció. ¿Qué clase de presidente sería ese señor que ni siquiera sabe que firma ni quienes estan trabajando con él? Muchos de afuera no comprenden al odio que tiene la oposición extremista por su país y por sus compatriotas. A veces, hasta no entienden porque hay tanta división en el país y porque la oposición sigue intentando desestablizar al gobierno y la sociedad popular.

Pero estos amigos de los Estados Unidos de Norteamérica tuvieron la oportunidad de vivirlo en carne propia. Vieron el odio malevalo en las caras de estos señores y señoras bien vestidos y arregladitos. Escucharon los ilógicos y violentos gritos que escupían de sus bocas bien pintadas y sintieron el temblor de su histeria y su desespero por no ser ya los dueños del país.

Por primera vez creo que este grupo de estadounidenses, muchos de los cuales habían venido antes al país en otras ocasiones, llevará consigo lo que es la verdadera imagen de un y una escualida. Lástima que existan venezolanos que aún no han podido superar esas imprudencias malcriadas que más bien demuestran exactamente porque Venezuela necesita la revolución bolivariana y porque Chávez ganará en diciembre.


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Eva Golinger


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