Razones para su selección por el imperio

Rosalito, un mentiroso compulsivo

Estudios recientes muestran que todos somos más o menos mentirosillos. Creo que en verdad mentimos mucho más de lo que pensamos. Sin embargo, el mismo estudio demuestra que cuando la mentirilla es intrascendente fluye sin afectar el lado ético de nuestro cerebro. Otra cosa son las mentiras gruesas, las mentirotas, esas, para decirlas y no sufrir alguna forma de rubor es necesario tener muy disminuida la materia gris.

Este estudio me lleva a afirmar con rotundidad que Manuel Rosales no tiene materia gris. De acuerdo con José María Martínez Selva, catedrático de psicobiología y autor de La Psicología de la Mentira, para mentir así, como lo hace Rosales, sin que se le adivine el menor gesto, hay que ser un artista de la mentira. Este caballero es todo un artista sin duda. Quizás se deba a que le viene de raza al galgo, no podemos olvidar quienes fueron sus maestros. Échenle pichón y verán que buenos maestros tuvo.

El caso es, que luego de medio siglo sin prestarle mucha atención al asunto, los científicos de la Universidad de California del Sur han devuelto el tema a la actualidad. Esta clase de mentiroso patológico tiene un 14,2% menos de materia gris que quienes no lo son, algo que ocurre como defensa del cerebro para no enfrentar el reclamo ético. Esto explica el pobre discurso del candidato opositor y su despreocupación por los efectos morales de su mentira. Rosales es un mentiroso compulsivo capaz de la mentira más grotesca sin que se le mueva una pestaña. Es perfectamente capaz de mezclar la realidad y la ficción sin que él mismo tenga conciencia de cual es cual.

En la última rueda de prensa para presentar su “programa educativo” –ya el hecho mismo de llamar programa a semejante mezclote exige poderosos riñones- gravé el momento estelar de, al menos, dos grandes mentiras. En una hacía referencia a los “32 mil millones de dólares que el gobierno ha regalado a otros países”. En la otra joya montada al aire nuestro artista afirmó que “he otorgado en el Zulia 45 mil becas a estudiantes universitarios para que estudien en Universidades privadas”. Puedo asegurarles que pasando el video en slow motion –forma escualidina de decir “cámara lenta- no se consigue una sola señal que indique alteración alguna en su rostro por el rolitranco de mentira que estaba diciendo.

La primera mentirota requeriría entrar a esgrimir argumentos. Cierto que no por eso deja de ser una mentira peso pesado, pero quiero referirme a la segunda porque es más redonda, impoluta, sin poros, como una bola de billar. Las universidades privadas del Zulia no tienen esa capacidad que él señala. No hay forma de que nuestro caballero no supiera que estaba mintiendo con la naturalidad de un artista de la mentira. Aún si todos los estudiantes universitarios zulianos estuvieran estudiando becados por la Gobernación rosalina en universidades privadas del estado, reitero… ¡todos los universitarios del Zulia!... podría haber alcanzado ni siquiera la mitad del número que dijo. Eso lo sabe Rosalito mejor que nadie, pero aflojó la mentira sin perturbarse un poquitito, hasta con elegancia inusual.

Rosales es un mentiroso patológico. Rosales es un personaje peligroso aún para quienes lo rodean. Un condominio cualquiera bajo la conserjería de este mentiroso estaría en grave peligro. Este elemento puede mentir –y lo hace- sobre cualquier cosa con la misma naturalidad con que usted o yo nos comemos un helado. Desde afirmar que vino a Caracas en viaje de interés particular, se dio una vuelta por Miraflores, aquel 12 de abril de 2002, entró por curiosidad, firmó la lista de asistencia y se fue de allí confundido y sin saber lo que hacía, hasta declarar con desparpajo que nunca supo quien era López Cisco y que lo contrató porque se lo recomendó una ministro chavista.

En días pasados escribí un artículo en el cual me preguntaba… ¿por qué Rosales?... ¿qué será lo que tiene el negro?, ¿por qué el dedo imperial lo escogió entre aquellos tres candidatos?, si a ver vamos era –y es- el peor de los tres, el más opaco, el más gris, el que tiene más rabo de paja, sin embargo en él recayó la selección del imperio. Me paseé por una cantidad de variables, esta última no la había tomado en cuenta. Ahora, el hecho de ser un pelele con la cualidad de artista de la mentira, asoma con mucha fuerza. El imperio requiere de un mentiroso capaz de afirmar que la tierra es plana o que el sol gira alrededor de la tierra y que lo haga con la facilidad con que lo hace Rosalito. Peor aún, el imperio necesita un mentiroso que proclame que ganó la madrugada del 4 de diciembre venidero, sin la cara de velorio que tenía la noche del 16 de agosto de 2004 Enrique Mendoza, o la cara de viejita llorona, inconsistente e incrédula de Ramos Allup. ¡Carajo! ¡Quizás por este lado del esperpento vengan los tiros!e


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Martín Guédez


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