El comando de campaña de Rosales lo tiene loca. Le entregan cada madrugada una lista de mariqueras que tiene que aprenderse de memoria, en media hora, y a Manuel esto lo pone muy mal. Le dicen: “No se olvide, candidato, que debe insistir en el tema de la inseguridad, y mantener la tesis de que VENEZUELA ES EL PAÍS MÁS SAGRIENTO E INSEGURO DEL MUNDO”. Manuel pone los ojos redondos, mira el techo, repite, y pide datos. Los datos no existen, y le exigen que calle, que no caiga en explicaciones y que sólo repita lo que oye: VENEZUELA ES EL PAÍS MÁS SAGRIENTO E INSEGURO DEL MUNDO. Rosales murmura para sí la sentencia y traga saliva. Le falta el aire, la fe, la fuerza interior. Segundo punto clave: “Chávez regala nuestro petróleo”, y se le explica que no trate de agregar más nada al punto. Que se pegue como Chencha en ese grito monocorde: “CHÁVEZ REGALA. CHÁVEZ REGALA. REGALA LO NUESTRO MIENTRAS NO TENEMOS HOSPITALES, MIENTRAS LA GENTE CARECE DE VIVIENDA Y EL PUEBLO SE MUERE DE HAMBRE”. Que se niegue de entrada, una vez que conteste, a aclarar nada sobre el punto, y mucho menos a dar ningún dato sobre la “REGALADERA”, porque esto es caer en provocaciones del oficialismo. El bandido Rosales cree de veras que va a sacar más de cuatro millones de votos. Él ve mucha gente apoyándole, y entonces él ha pedido que le dejen explicar que las CAPTAHUELLAS no sirven para chequear los datos del que vota. Que no hay manera de saber por este mecanismo quién vota y por quién lo hace. Pero aquí los expertos de su campaña le están insistiendo ahora que no pierda mucho tiempo en eso.
El último informe de la campaña revela que Rosales está cansado, que no se le puede conceder que duerma dos horas más de lo que se había pautado; ciertamente que su tensión arterial está alterada. A Rosales se le afloja el ñeque y ya no da para más. Se le torció en Anzoátegui un tobillo (y los expertos lo obligaron a caminar derecho y él iba cambembo), tiene las amígdalas inflamadas y ha estado sufriendo de dispepsia. Cuando ve la listas de pueblos que debe recorrer pide cacao; que por qué Teodoro y Julio no le echan una mano. Que ya no tiene un coño más que decir y que está muy repetitivo. No dudan ya los expertos que está cacofónico y hablando demasiadas mariqueras. No convence, no tiene punch en las frases, divaga, evita lo importante, y está totalmente estancado en lo del comunismo. Ha gritado que no quiere hablar más de esa mierda del Diablo de Bush porque no sabe cómo atacar en ese aspecto ni le han pasado un informe claro y breve. Para completar dijo en Venevisión cosas totalmente a favor del gobierno como que aquí los ricos eran cada vez más ricos. Que los intereses para los préstamos en los bancos estaban aceptables y que él los va mantener así o los va a rebajar si se puede. Se ha vuelto cansón, lento, demasiado lerdo y se le ven todas las costuras de su pobre capacidad como dirigente.
Le prohibieron que hablara sobre PetroCaribe, sobre la OPEP, sobre MERCOSUR, sobre el narcotráfico, el Plan Colombia, la guerrilla colombiana y los paramilitares, el desarme de los barrios, los buhoneros, el caos en la frontera donde él tiene harta responsabilidad y sobre el tema de la educación. “Coño, entonces no iré a hablar de nada”, protesta. Obsérvese que cada vez que a Rosales le hacen una pregunta medianamente importante alguien lo empuja y lo sacan de circulación. Todo queda incompleto, vago, difuso.
Rosales está mal. Rosales necesita una camilla, unos paramédicos, unos espiritistas. No aguanta y está pidiendo del tsunami que ha escuchado toman Chávez y Fidel. ¿Entonces?