¿Qué pecado hemos cometido nosotros para merecer tanta paja junta? ¿Es acaso un castigo por no haber metido presa a la caterva de traidores golpistas que desde el triunfo de la Revolución Bolivariana, no han hecho otra cosa que mentir descaradamente y sabotear hasta más no poder? En la cacareada Avalancha sobre Caracas, el filosofo zuliano con el auxilio de toda la maquinaria mediática de los canales embusteros y palangristas, con la ayuda de los dineros del imperio, con cabeza motor, con doña Enriqueta Mendoza, con el abuelo de los Moster, con el escuálido simplón (léase Pablo Medina), y con cuanto desquiciado queda por ahí; no logró reunir 3 cuadras de gente pagada, tarifada, a más de 100.000 bolos cada uno, en la avenida libertador que es menos amplia que la gran avenida Bolívar. ¿Y entonces? ¿Cuál es la joda con tanta paja?
Piensa Globomojón, que el Pueblo venezolano es tarugo para tragarse semejante paja de los montajes locos que están haciendo en cuanta malograda presentación de Rosalito dan, como dan pena en todo el País; y ahora han venido a dar pena a la ciudad capital; repitiendo hasta 300 veces la misma cara para dar la sensación de que el burro de Rosalito tiene un mínimo de aceptación en el cariño del Pueblo venezolano, que evidentemente tiene dueño: y se llama Chávez.
¡Qué vaina con esta friolera mentiripicha! Globomojón y sus amigos mintiendo sin ningún recato ni disimulo, poniendo 1.500 personas donde sólo hay 5. Lo que decimos es fácilmente comprobable. Solamente tienen que tomar las imágenes de las supuestas concentraciones multitudinarias del burro de Rosalito, y se podrá comprobar cómo cada cara esta multiplicada 300 veces.
¿Es qué van a seguir con tanta paja? Y lo último en la supuesta Avalancha, volvió a salir doña Enriqueta Mendoza, la pava de las pavas del golpismo venezolano. Una raya más para el burro de Rosalito.
¿A quien van a engañar estos vulgares montadores de videos, en sus sueños frustrados de ser líderes? Es obvio que a nadie; y que su ridiculez es lo único que queda para aumentar más el desprecio que la Venezuela decente le dispensa como una ultima mirada que se le tributa a algo que está irremediablemente perdido.
Eduardo Mármol