“Sentiré una gratísima sensación si Venezuela pierde la plaza en el Consejo de Seguridad”, escribe Elías Pino Iturrieta. Añade que quizá brinde con champaña, al mero estilo de los triunfadores exquisitos de la vieja Venezuela. Un hombre de su talla no podría brindar con ron, con cerveza o con aguardiente callejonero. Ni de vaina. Él pertenece a la clase de los Claudio Nazoa, el que gritaba a pleno pulmón en los días sangrientos de abril de 2002: “¡Coño, con mi whisky no se metan!”. Elías Pino Iturrieta proviene, pues, de la estirpe, de los empollados por la cultura euro-norteamericana. Qué más, por lo que Pino Iturrieta no tiene un Ph.D, a él le sobran todos los títulos de la IV; él es un Gh.P, es decir otro Gran Hablador de Pendejadas. Y como historiador es todo un digno émulo de aquel Guillermo Morón (el que desmorona lo que trata), que en paz descansa (desde que nació).
Veamos. Elías Pino Iturrieta, no se sabe por qué sentido del acojonamiento, se asusta por el juicio de “los buenos hijos de la patria "bolivariana", sintiendo en el mero rabo de su alma que le puedan llamar “lacayo del imperio, secuaz del DENOSTADO Mister Danger”. ¿Por qué tan inseguro y voluble en lo que escribe? Añade algo en su delicado estilo, rocoso, propio de su genio desacoplado: “pero me huele que no sea yo solo quien le esté apostando al descalabro”. Claro que no, Mister Imbécil, ¿acaso no ve usted CNN, Univisión, Globovisión y las inmensas temblequeras que producto de esto, han generado los medios asociados a la SIP?: existen muchos más como usted, congestionados por la cultura de los copiones, de los mirones y espaturrados por el sueño americano; ¿acaso no ha oído de la caravana de (los ambivalentes) que en autobuses han partido de la Florida (encabezados por María Conchita y su hermano Robert) hacia Washington para protestar contra el fiero “Gorila” intervencionista de América Latina? Claro, su juicio cuenta con miles de adherentes, y sus comentarios son recibidos con interés por El Universal, por el Nuevo Herald, por los denodados exiliados que sufren ateridos de dolor (por un dólar barato y sin control de cambio) en Miami o en Madrid…. No redunde tanto en sus redondeces.
Usted se lo ha tomado demasiado personal estos asuntos, como todos los sufridos exiliados de Miami, señor Pino. Pero no se crea que la gente se va a poner a llorar porque se pierda ese puesto. No. Ha sido una lucha, y no es nada sencillo ir contracorriente en este mundo, y sobre todo contra la voluntad y contra la posición de ese gran país, de esa gran Nación del Norte que usted ama y admira. Es posible que pronto usted sienta el gozo inmarcesible de ver aplastada y desolada esa “banderita tricolor de ocho estrellas”, y de momento regodearse anticipando una derrota entendida como desagravio. Porque el Tirano ha hecho esa propuesta sin consultarle a usted. Porque el Tirano lanza insultos, en una tribuna de proyección mundial, que a usted le hieren. Su vergüenza tiene ampollas recientes que no resisten más golpes. Y como en casi todo, usted se equivoca: un mundo está interesado en lo que plantea y sostiene el Tirano en Jefe. Un mundo escucha otra voz que estaba aherrojada por cientos de años. Se mueven las protestas, se llenan de estremecimientos los diarios y aparecen ideas y grupos solidarios que despiertan del horror en que nos tiene metido el “DENOSTADO Mister Danger”.
Claro que el Presidente le maltrata a usted y a los suyos de palabra y obra, y que usted se hace eco de su palmaria medianía. Pero ya todo eso pasará cuando Manuel Rosales asuma la Presidencia. Entonces, usted será feliz porque no habrá necesidad de “pedirle peras al horno”. Usted será feliz porque estaremos en otra medianía superior o equivalente a la de un Lusinchi, a la de un Caldera, Luis Herrera o CAP. Y volveremos a la relumbrante nulidad que hemos sido siempre, en la que sin duda se le llamará a usted para que asesore con sus luces, con su genialidad académica, para que Venezuela pueda proyectarse en el mundo con una hidalguía digna, por ejemplo, de Fox, de Alan García. Su genialidad, señor Pino, se achica dedicándole su preciosa pluma, su exigente trabajo y su tiempo al inofensivo teniente coronel que anda en meros proyectos personales. Su genialidad no le permite ver que existen millones de seres en el mundo que también sienten y piensan lo mismo que el teniente coronel y lo que hace con grandes esfuerzos su régimen. Venezuela para usted es una mierda, lo dice cuando estampa en su clarividente estilo “intentar un cambio en el concierto internacional partiendo de una versión inconsistente y estrepitosa que apenas tiene noción del mapamundi en cuya topografía pretende introducirse en plan de reformador (…) De allí que me atreva a solicitar a los delegados se sirvan depositar sus sufragios por el plácido principado de Andorra”. Lástima, señor Pino, que a su genialidad sólo le sobre lo que le falta. Lástima.