Existe un sector de la sociedad venezolana que para justificar sus miserias y falta de solidaridad, aceptó como cierto que las causas de la pobreza se reducen a la actitud del hombre. Para ellos los pobres son pobres porque les gusta beber aguardiente, jugar caballos y tener varias mujeres; jamás se han detenido a pensar en la responsabilidad que tiene el Estado en la erradicación de la pobreza, y mucho menos justifican que se use el dinero de todos los ciudadanos en la lucha contra ella.
Ese sector ha sido el eterno opositor de Hugo Chávez y justificaron su odio con la calificación de populista que le endilgaron al Presidente y su gestión de gobierno. Los créditos a cooperativas y pequeños emprendedores siempre fueron definidos por ellos, como populismo a la ene potencia; las jornadas sociales del plan Bolívar 2000 fueron atacadas hasta el cansancio y calificadas como un derroche de recursos; y la Misión Robinson fue tan despreciada por ellos, que en el primer acto de graduación no consiguieron nada más importante que comentar, que un error cometido por el Presidente, al decir adquerir, en lugar de adquirir. Que cientos de compatriotas hubiesen salido de la oscuridad del analfabetismo, no era para ellos digno de comentar.
Desde entonces, se han negado a reconocer alguna obra de este gobierno, y aún peor… las más importantes han intentado minimizarlas. El sólo hecho de acabar con el analfabetismo y prestar un servicio médico gratuito en toda la geografía nacional, en un sólo periodo de gobierno, es una obra que enorgullecería a los ciudadanos de cualquier país, excepto a aquellos sobre los que escribo.
Conscientes están, sin embargo, de que la inmensa mayoría de los venezolanos había decidido romper con todo lo que representó la cuarta república. Por ello intentaron ocultar sus vínculos materiales y emocionales, con quienes habían transformado una nación próspera y con recursos en una caricatura de país. Estaban opuestos a Chávez, pero no querían volver a la cuarta; repetían en un desesperado intento por parecer una opción diferente.
Esa constante negación de lo que fueron, son y serán toda la vida, generó desconfianza y dudas entre quienes han sido sus aliados. Con ello vino la dispersión y la ausencia en sus actos.
Hoy intentar recoger banderas, por lo menos para reagrupar a sus aliados de siempre; por ello tienen un candidato adeco, que reúne a su alrededor al más rancio adecaje.
Con manuelito reaparecen figuras como Paulina Gamus, Alfonso Marquina, Manuel Cova, Antonio Ledezma, más algunos aliados de siempre como Oswaldo Álvarez Paz, Nestor Yancen y pare usted de contar.
Sin duda reagruparan a los adecos y copeyanos que los respaldaron en las continuas derrotas que han sufrido desde 1993, pero cómo harán para ganar la confianza de quienes ya desde esa época habían decidido que adecos y copeyanos no volverán.
La decisión de escoger a manuelito como candidato rompe con toda una estrategia de años, pues tiene que tragarse aquellas frases despectivas que usaron para acusar a Chávez de inculto y mal hablado. De igual manera están obligados a tragarse sus calificativos preferidos (tierrúo, demagogo y populista). Para mayor desgracia (para ellos) Chávez desarrolla una campaña basada en el amor, que romperá con su eterna cantaleta de violencia y división.
No sé a usted, amigo lector, pero en lo que a mí concierne, no puedo dejar de sentir lástima cuando veo y escucho a las viejas encopetadas del este caraqueño, tragarse todo su desprecio por los humildes y los negros, para buscarle una justificación a Mi Negra y a votar por un adeco, pupilo de Carlos Andrés.
Verlos en esa actitud, es como verlos tragarse todo lo que vomitaron por años.