¿Por qué no crece la candidatura de Rosales?

Responder a la pregunta del epígrafe pasa por entender las causas que hacen de la revolución venezolana un movimiento político e ideológico que trasciende nuestras fronteras y siembra esperanzas en millones de latinoamericanos.
Los humildes de Venezuela, al igual que los humildes de este continente nuestro; empobrecido y explotado por oligarcas cipayos del gran poder transaccional; habían perdido la esperanza de hacer realidad sus sueños; gracias a la imposición, a sangre y fuego, de un modelo neoliberal que, entre otras “pequeñeces”, les cercenó el derecho a la salud y a la educación, por vía de una brutal e irracional privatización.

La aparición de Chávez en el escenario político reivindica el derecho de nuestro pueblo a ser libre y revive la esperanza de millones de tener acceso a la educación, a la salud, a una vivienda digna, a un pedazo de tierra y a despertar cada mañana sin el temor de que la inflación pronosticada para ese día, gracias a la sumisión de su gobierno a las recetas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, le haya condenado a la pobreza extrema.

Allí, entre esos seres que salieron de la oscuridad del analfabetismo, que cuentan hoy con un médico en el barrio, que pueden enviar a sus hijos a las escuelas y a las universidades, que han visto crecer sus salarios por encima de la inflación, que habitan una vivienda digna, que pueden adquirir alimentos a precios inferiores a los del mercado, que tienen acceso al crédito y sobre todo, entre esos millones que entendieron que los medios de comunicación son los principales defensores del sistema del cual luchan por salir; poca o ninguna posibilidad tiene manuelito de crecer, en lo que a intención de voto se refiere.

Le queda la clase media y la poderosa, pero pequeña, oligarquía del país. Allí, de entrada, no hay votos suficientes para vencer a Chávez; pero aunque los hubiese, manuelito tampoco crece en este sector de la sociedad.
Son cada vez más los venezolanos de este nivel que se deslastran del veneno que en su corazón y en su mente inyectaron los dueños de unos medios, que les hicieron creer que el país era conducido a la ruina, que la clase media desaparecería, que la patria potestad de sus hijos sería asumida por el estado y que sus pocas propiedades serían confiscadas.

Poco a poco se dan cuenta de que los intereses bancarios que una vez casi le hacen perder sus bienes, hoy son razonables gracias a una acertada política del gobierno venezolano. De igual manera, observan como se hace más fácil adquirir vehículo y como el problema de los “sin cupo” en las universidades nacionales, pasó a ser cosa de la cuarta. Ya no le temen a la inflación, ni a la recesión económica y saben que el desempleo por primera vez en décadas es de un dígito. Ya resulta vana la intención de los medios de ocultarles que la industria petrolera venezolana rinde hoy mayores beneficios a la nación y que la política de defensa de los precios del petróleo es no sólo la más conveniente, sino la que pone nuestros intereses por encima de los intereses del imperio.
La mejor aspiración del filósofo maracucho en este sector es mantener un respaldo mayoritario, aunque decreciente, y jamás igual al que una vez obtuvieron los dos frijolitos.

Existe sin embargo, un sector de la clase media y de la oligarquía que nunca verá con buenos ojos a Chávez y jamás le brindará apoyo. Ellos respaldan mayoritariamente a Rosales; pero no son pocos los que han marcado distancia con un candidato al que consideran sin condiciones para serlo.
Ese sector de la sociedad que se cree superior al resto y mira por encima del hombro a quienes no consideran a su nivel, siente vergüenza de que un adeco con tantas limitaciones intelectuales los represente. Para ellos, el filósofo maracucho no es más que un advenedizo que no puede aspirar otro papel que el de monigote.

Ellos odian a muerte a Chávez, pero saben que no es conveniente otro Lusinchi, ni otro Carlos Andrés, y esa es la imagen con la que asocian a Rosales. Para ellos manuelito es tan poco ilustrado como Piñerúa, tan irresponsable como Lusinchi y tan deshonesto como Pérez.

Quedan por último los intelectuales y los que toman té a las tres de la tarde. A estos, la piel se les eriza cuando oyen afirmar que Margarita es una isla rodeada de agua o que un siglo tiene casi cien años.

El saber que el candidato de su clase social “no cree en cantos de ballena” “ni le pide peras al horno” los llena de indignación y les hace preguntarse si no había en la oposición alguien que por lo menos hubiese leído un par de libros. Se saben víctima de la burla de quienes una vez calificaron de ignorantes y les duele saber que no tiene argumentos con que defender al que se supone es su candidato.

Por eso, sencillamente por eso, es que manuelito no crece en las encuestas.


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Alexis Arellano


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