Definitivamente, para ser aspirante a la presidencia de la República por ese pasado oscuro, cuarto republicano, se necesita más que cualidades políticas, aptitudes histriónicas.
Por eso, Manuel Rosales resultó ser el hombre. Quizás Teodoro Petkoff y Julio Borges se equivocaron, pero si tomamos en cuenta la capacidad actoral del líder de un Nuevo Tiempo hay que justificarlos. Tenían que declinar a favor del gobernador.
Ningún candidato honesto, sin políticas -- más bien signado por la derrota en materia de seguridad -- se planta frente a las cámaras con temple de figura recia de cine y promete a los venezolanos controlar la delincuencia, como lo hace Rosales.
Ahora bien, ¿si Rosales no puede darle seguridad al Zulia, cómo le dará seguridad a Venezuela entera? Más explícito todavía: ¿si no puede garantizar la seguridad a un poco más de tres millones de zulianos que viven en esta región, cómo le garantiza seguridad a los 26 millones del país?
Es que ¡Por Dios! ¿Sino puede controlar siquiera los arrebatones de la Plaza Bolívar, ubicada frente al mismísimo Palacio de Gobierno regional, cómo habla de algo tan complejo y delicado: la seguridad fronteriza, el narcotráfico, el paramilitarismo, la guerrilla, el secuestro, el sicariato, por ejemplo?
Al principio, cuando lo escuché pensé que había sido cosa de un lapsus mental originado por la euforia que los candidatos le imprimen a los discursos, para motivar a los seguidores.
Creía ciertamente, que el tema sería obviado en lo posible por el aspirante, pero después lo volví a escuchar y me dije: no, esto no es un lapsus. El hombre quiere realmente convencer a la gente de que es capaz de controlar la delincuencia en el país. ¿Pero con qué políticas?, medité ¿Será que opina que los venezolanos desconocen la experiencia zuliana?
Decidí verlo y escucharlo detenidamente y en efecto, Manuel Rosales habla de devolver la seguridad a los venezolanos frente a las cámaras y no se inmuta, ni siquiera se sonroja.
Tampoco pestaña. Pareciera que más bien esa promesa fantasiosa le sumara seriedad. Como desearían tener nuestros reconocidos actores esa capacidad para interpretar a sus personajes. De verdad se corre el riesgo de que pueda engañar al que no conozca al Zulia.
Aunque allí es donde se equivoca. Ya no se puede tapar el sol con un dedo. Mejor papel hace sincerándose. Es de humanos errar y la virtud está en corregir y rectificar.
La seguridad del Zulia es un fracaso, eso es evidente. Como se le ocurre entonces decirle a la población venezolana que en sus manos está la alternativa de la seguridad en el país, más que como gobernador, repito, es un monumento a la ineficiencia policial, porque hay que recordar que él es el jefe de la PR.
Y nunca antes la policía del gobierno del Zulia había sido tan incapaz ni nunca estuvo envuelta en tantos escándalos de corrupción como en la gestión de este gobernador.
A Rosales le falta humildad, reconocer que ni siquiera ha sido competente para sanear la Policía Regional. Seguramente piensa que los zulianos hemos olvidado el cuento del proceso de reestructuración de esta institución, que no arroja resultados.
Si este candidato lograra siquiera controlar los arrebatones en el mercado Las Pulgas y los atracos en autobuses, cuando hablara de la situación fronteriza, se le pudiera creer.
Pero me parece un insulto a la inteligencia del venezolano, que ante la avasallante inseguridad que crece debido a la apatía del Ejecutivo regional, Rosales se presente como la panacea para resolver el problema delictivo en Venezuela.
Y es que se le fue la bola de las manos. El Zulia debió ser ejemplo de gestión para el resto del país. Así quizás hubiese podido convencer con sus promesas por más descabelladas que son, pero ¿Cómo?, si es puro maquillaje publicitario.
Da dolor decirlo: el corazón de Maracaibo es bonito, hermoso, pero está rodeado de barrios miserables por todas partes. No llega la gestión del gobernador Rosales, salvo en algunos casos en las que saboreó el trago amargo de la derrota e imitó algunas misiones del Gobierno de Chávez.
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