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Hubo un golpista, Juan Vicente Gómez, quien al derrocar a su compadre Cipriano Castro (y no teniendo Venezuela relaciones diplomáticas con Estados Unidos), solicitó a través de la embajada de Brasil que se comunicara con Washington para que enviara barcos de guerra a nuestro país. esto a la vez es una aclaratoria al político Gustavo Petro quien se planteaba que él nunca había visto un supuesto mandatario que solicitara una invasión contra su tierra. Además del caso de Juan Vicente Gómez, le expuse también a Petro lo que hicieron en 1829 los generales Francisco de Paula Santander, José María Obando y José Hilario López (todos los cuales fueron presidente de la Nueva Granada) quienes le solicitaron al presidente felón de Perú, José Lamar para que invadiera la sagrada tierra de Colombia (todo con el propósito de hundir a Simón Bolívar).
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Voy a otra vuelta de tuerca más en el libro del norteamericano John Lavin, titulado "Una aureola para Gómez". Es un libro el cual ya he comentado en mis notas, un libro viejo publicado hace unos 75 años, de tapa dura, en un formato de 1/16 de pliego que contiene 432 páginas y diez gráficas. Fue impreso en Madrid por Industrias Gráficas España, y muy leído entre historiadores venezolanos, y el propio autor considera que es el más autorizado libro sobre la vida del dictador Juan Vicente Gómez. No trae fecha de publicación.
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En sus páginas encontramos datos importantes: Uno de los grandes delincuentes de este país, Antonio Guzmán Blanco llegó a ser presidente de la república; Antonio Guzmán Blanco era hijo de un malvado traidor a Bolívar, un pérfido y canalla llamado Leocadio Guzmán. Por un gran error nuestro, llegamos y metimos a ese gran delincuente de Antonio Guzmán Blanco en el Panteón Nacional. Esto se hizo por una petición del mafioso Luis Miquilena. Hay una frase de Antonio Guzmán Blanco, reseñada en muchos libros de historia, y que la volvemos a encontrar en el libro de John Lavin en la que este pillo dice: "Las sugestiones del General Falcón son órdenes para mí. Yo sólo soy un ciego instrumento que obedece sus deseos. Si me hubiera dicho que robara, hubiera robado; si me hubiera dicho que incendiara, hubiera incendiado; si me hubiera dicho que matara, hubiera matado".
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Cuando le dan el golpe de estado a Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez estaba en estado de shock, se puede decir que temblaba y que no sabía lo que hacía ni lo que decía. Gómez le tenía pánico a Castro. Por eso la oligarquía caraqueña corrió a darle aliento e impulso, sobre todo Juan Pietri (abuelo materno de Arturo Uslar Pietri). Gómez, hay que decirlo, fue muy parecido al general Augusto Pinochet, una persona ignorante, pavorosamente inculta y cobarde, pero que recibió en su momento todo el inmenso apoyo del imperio norteamericano, lo que parecía suficiente para gobernar y arrasar sin cuento con cualquier enemigo, no sólo en Venezuela sino en el mundo.
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Cuando Gómez da el golpe contra Castro, nosotros no llevábamos seis meses con las relaciones diplomáticas rotas con Estados Unidos, y el encargado de los asuntos gringos en Venezuela era la embajada de Brasil. Es así cómo Gómez encarga a su ministro de Relaciones Exteriores José Paul para que solicite los buenos oficios de Washington a través de Brasil, y en la note pide que envíen a Venezuela buques de guerra "para evitar cualquier incidente". Todo esto lo está haciendo Gómez en medio de un pánico atroz, y en todo momento rogándole a sus funcionarios que por nada del mundo Castro se entere.
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Los acontecimientos se están desatando el 19 de diciembre de 1908. El ministro conspirador de Brasil, el señor don Luis de Lorena Ferreira, envía un cable desde Caracas a la embajada de Brasil en Washington en el que dice: "Iniciada reacción contra el General Castro. Punto. Ministro del Exterior me pidió hoy rogara fuese aclarada al Gobierno Americano la disposición del Presidente Gómez de dar fin satisfactorio a todas las cuestiones internacionales. Punto. La presencia de barcos de guerra americanos en La Guaira serían conveniente para prevenir incidentes. Punto. Estoy repitiendo esta comunicación a otras legaciones…". La reacción gringa a este llamado fue inmediata: "¡RECONOCEMOS AL GOBIERNO DEL GENERAL JUAN VICENTE CÓMEZ!".
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Inmediatamente, como si se tratara de un sacudón eléctrico por el espinazo del mundo "civilizado", la Europa esclavista y colonialista, pegó también el grito en el cielo y a los cuatro vientos también exclamó: "¡RECONOCEMOS COMO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE VENEZUELA AL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ, HOMBRE DEMÓCRATA, HUMANITARIO Y GENUINAMENTE REPRESENTANTE DE SU PUEBLO…!". La nota diplomática en reconocimiento del dictador Juan Vicente Gómez iba firmada en Europa por los gobiernos piratas de Inglaterra, Alemania, Francia, Holanda, Italia, …
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El 21 de diciembre de 1908, Elihu Root, Secretario de Estado gringo declaró: "… la importante declaración hecha por la Administración venezolana al gobierno de los Estados Unidos, por intermedio del representante del Brasil en Caracas, es el de indicar la intención de la nueva Administración de revocar la política seguida por el Presidente Castro y que tuvo como consecuencia las instrucciones enviadas al señor Sleeper el 13 de junio de 1908, al efecto de que la Legación de los Estados Unidos en Caracas fuese cerrada y retirado el encargado de negocios".
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Fue así cómo una escuadra compuesta por los acorazados "North Carolina" y "Maine", y el crucero "Dolphin", se despacharon de inmediato a La Guaira. A bordo del "North Carolina" iba William I. Buchanan, el Alto Comisionado que designo el Secretario de Estado para entenderse con el nuevo flamante demócrata venezolano Juan Vicente Gómez, quien gobernaría casi treinta años a Venezuela. Cuenta la historia, que cuando llegaron esos barcos de guerra con el tradicional saludo de sus cañones, la pacífica población de La Guaira entró en pánico.
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El golpe de Gómez a Castro, quedó consumado en la mañana del domingo, 19 de diciembre de 1908. Mientras Gómez esperaba en su oficina la respuesta de Washington a su acto de perfidia, ocurrió un hecho que revela lo extraordinariamente cobarde y traidor que era Gómez. Un edecán irrumpió con noticias alarmantes. Acababa de llegar un mensaje de un agente en Trinidad sobre la existencia de un cable enviado por Castro al Cónsul venezolano en Puerto España: ¡se trataba de una orden para asesinar a Gómez! Al escuchar el usurpador este mensaje su semblante se tornó horrible, palideció, perdió su movilidad de máscara. Los músculos y nervios de su cara se crisparon. Tragó grueso una o dos veces. Por un momento parecía incapaz de hablar. Temblorosamente y casi de manera inaudible preguntó: "¿Qué dice el cable?". Le respondieron: "¡A la culebra hay que matarla por la cabeza!".