Castillo Lara ante medios nacionales e internacionales, el purpurado menos rojo rojito de los todos los cardenales.
- ¿En qué consiste ese apoyo suyo a la democracia?- le preguntó la Agencia de noticias colombiana Tanatos.
- Pues, mire, ahí está me historial, siempre apegado a los mandatos de Cristo. No creo en elecciones donde ganen ganapanes y parásitos. Yo no creo en socialismo, ni en misiones piches de a real y medio.
- ¿En qué cree usted, entonces?
- En la paz social que se impone desde arriba producto de la sabiduría del mercado. Creo en los Rosales, pero no en Manuel (que quiere decir el llamado de Dios), sino en el aroma del campo, en las flores silvestres y alegres. Creo en la valentía de Patricia Poleo que para mí es otra Juana de Arcos, y en su santo padre Rafael. Creo en Pedro Carmona, todo un dechado de virtudes católicas, buen padre que siempre reza en familia. Creo en María Corina Machado y en Nixon Moreno...
- ¿Y cree usted en el Infierno?
- Pues, claro. Eso sí que está rojo rojito, caballero. Cuando yo veía a esas grandes multitudes recibiendo al Demonio, se lo decía a Luis Ugalde: “¡Sodoma y Gomorra, compadre! Cómo reverberaba allí el infierno, en vivo y directo.”
- ¿Cree en la derrota de Rosales?
- Siempre lo creí: Rosales no tiene pasta de guerrero. Desde el mismo día que aceptó la trampa del Demonio, le hice la señal de la cruz: Dixit. A mí me gustaba un Oswaldo Álvarez Paz, un Pablo Medina, un general como Medina Gómez. Pero esos tentetiesos como Manuel, que va. Dan lástima. ¿Entonces, es que también están admitiendo que en el referendo no hubo trampa? ¿Qué aquí se intentó darle todo un descarado golpe al Déspota, y que ciertamente yo estoy metido en el asesinato de Danilo? ¡Por Dios! ¿Para qué entonces nos pidieron usar la Virgen? ¿Para qué nos hicieron pasearla tanto? ¿Para qué entregó su vida el cardenal Velasco, y se las jugó todas en el momento más terrible de su enfermedad?
- Por cierto –intervino el Matacuras-, hablando de su excelencia cardenal Ignacio Velasco, ¿estará en el Cielo, cerca del Señor?
- Si lo dudara no estaría aquí, porque me estoy sacrificando precisamente porque también espero mi recompensa. Mi querido hermano don Ignacio reivindicó a la política ecuménica. Llevó la lucha de Cristo a la calle. Utilizó el poder de Dios en beneficios de los sofocados hijos de la democracia. No es un Teniente Coronel cualquiera el que nos pueda mandar al Infierno, como lo pretendió hacer cuando con su odio gratuito e imponderable contra Ignacio Velasco lo apostrofó horriblemente; siendo que el principal delito de don Ignacio fue haberle atendido su grito de auxilio y en haberse trasladado, con sacrificio, a La Orchila, para enjugar sus lágrimas, para consolarlo y rezar con él. ¿Por eso, cómo Rosales puede ahora venir y desconocer este gesto del benemérito prelado consolando al Teniente Coronel entregado al llanto y pidiendo perdón y clemencia, cuando a él le consta que fue uno de los primeros en ser informado de que si no había firma, tendríamos que ser liquidado? Aún resuena aquel grito del Demonio de Miraflores mandando a este santo prelado al infierno. Yo le oí decir textualmente: "Ese cardenal está en el infierno. Estoy seguro. Lo encontraré en el infierno".
- ¿Quiénes cree usted que irán al Infierno irremediablemente? – le interrumpió Nitu Pérez Osuna, persignándose.
- Primero el Demonio Chávez Frías, luego Danilo Anderson, Giandoménico Puliti, Mario Silva García, Juan Barreto, Carlos Escarrá, etc.
- ¿Y al Cielo? –volvió a insistir Nitu.
- Tú, hija; también Patricia y Marthica Colomina, Marianela Salazar e Ibeyise, también Federico Alberto Ravell, Nixon Moreno, Marcel Granier, toda esa querida pléyade de luchadores que resistieron en la Plaza Altamira. Mucha, muchísima gente, ¡Ay Dios mío!, la lista es enorme.