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Ayer escuché de una de mis sobrinas que había estado en la misa del pasado domingo, que el cura en su homilía llegó a decir que lo de las fotos aparecidas recientemente de Juan Guaidó en la frontera no tienen nada de malo. Se ve que la cúpula eclesiástica ha salido, pues, a coger el toro por los cachos: dice que le han dado a ese encuentro de don Juan Guaidó con la banda Los Rastrojos, una dimensión demasiado negativa, que desafortunadamente ha perturbado y engañado a mucha gente devota y cristiana. Que todo aquello, que de alguna manera favorezca al gobierno por re o por fa, tiene un fin perverso, así como todo aquello que le haga mal debe considerarse como algo profundamente encomiable.
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Siguió diciendo el cura, que hay demasiada perversión en todo lo dicho contra Guaidó y el grupo Los Rastrojos: "…- meras ganas de perjudicar a quienes procuran por todos los medios traer la democracia y el progreso a nuestro país". Agregó el señor cura, que el Cardenal Baltazar Porras había comentado en una reunión particular, que buscar el apoyo y colaboración de fuerzas que hacen vida en un país libre y aliado de Estados Unidos y de la Unión Europea, constituye en sí parte de un esfuerzo loable y necesario en los actuales momentos. Que después de todo, Los Rastrojos es una organización, que tuvo una ejemplar actuación entre 2004 y 2006 para contener a los guerrilleros castro-comunistas en Colombia. Que acusarla de ser narco-paramilitar es un lugar común porque ya el mundo, va en cierta medida adecuándose al incontrolable e inevitable negocio de la droga, lo cual debe a la vez ser canalizado y aceptado en el sistema que vivimos…
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Este cura que conmovió a mi sobrina, por cierto, forma parte de una cofradía muy radical que en algunas misas cuando ofician colocan en el altar mayor como ángeles de la guarda, a personajes como Batman, el Capitán America, Superman, el Hombre Araña o la Mujer Maravilla.
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Así pues, poco a poco, nos hemos tenido que ir acostumbrando a convivir con tantos monstruos, incluso entre nuestros seres más queridos, seres en definitiva inconscientes... Monstruos que tienen diferentes rostros (que pueden ser dulces y amables) y posiciones encontradas y raras, conviviendo con nosotros, insisto, seres queridos que pueden ser nuestra propia esposa, el marido, hijos, hermanos, hermanas,…
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A mi sobrina le parecieron muy esclarecedoras y tranquilizadoras para su alma, estas palabras del señor cura, al punto de que concluida la misa un grupo de damas allí presentes, le acompañaron hasta altar mayor para un rezo especial por los esfuerzos que están haciendo por Venezuela, líderes como Guaidó, Julio Borges, Leopoldo López, María Corina y de Carlos Vecchio, y lo que han conseguido con CITGO, con la empresa Manómeros de Colombia, con Los Rastrojos,...
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El cura le dijo además a este grupo de damas: "- Hay que ver cuánto dolor, cuanta agonía y vergüenza, cuánto desprendimiento, cuánto esfuerzo sobrehumano deben estos luchadores soportar y llevar a cabo, para no tener asco, para desprenderse de tantos estorbosos prejuicios, en busca de todo aquello, cuanto le pueda reportar un claro beneficio para la libertad de Venezuela…". Mi sobrina quedó realmente "impactada", conmovida, por estas palabras y hasta llegó a ver en Los Rastrojos una sagrada fuente de gloria y bendición para la empecinada y valerosa lucha que se está emprendiendo contra el comunismo en Venezuela.
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¿De qué le podría valer a uno, por lo tanto, confrontar a un ser querido como mi sobrina, y decirle que entre sus correligionarios existen descuartizadores, narcotraficantes, paramilitares, incendiarios de chavistas y negros, mercenarios, súper ladrones, mafiosos, canallas y asquerosos mentirosos? Si yo le digo ella de inmediato buscará y tendrá un motivos para justificarlo, y mil elementos para refutarme, sobre todo aquellos que encuentra en las homilías de las misas domingueras y de cuanto recibe a través de la redes sociales. Y se reirá, se encogerá de hombros, no le importará un carajo los horrores que verdaderamente se están urdiendo para destruir a nuestro país.
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En muchas homilías, curas venezolanos, siguiendo directrices de la Conferencia Episcopal Venezolana, supieron calmar cientos de miles de almas ateridas de penas y confusión por lo que han hecho en muchos casos dirigentes opositores en Venezuela. Los curas aliados de la derecha y embanderados férreamente con la CEV supieron artera agudeza despojar de dudas a su feligresía de cuanto sucedió durante el golpe de 11 de abril de 2002. "- Así nos lo pedía Dios a gritos…", dijeron.
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Y a gritos también Dios les ha pedido, por ejemplo, que se tomara la Plaza Francia de Altamira, que se declarará un feroz paro petrolero que dejara a Venezuela económicamente en las últimas. Que se desatarán todos los aquelarres y demonios para, como ocurrió en España, se desatase una guerra civil que depurase al país con quemas y ríos de sangre.
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La CEV que en cada momento ha sabido lavar tantas conciencias cuando se ha tenido que condenar al mundo a Venezuela y hay cristianos que llegan a la iglesia inundados de preocupaciones y dudas. La CEV que supo hacerles ver que quemar a Orlando Figuera no fue algo del otro mundo, ¡qué va! … Que santificó las guarimbas en donde las hubo. Que vio en eso de lanzarle mierda a la Guardia Nacional Bolivariana como uno de los actos más sagrados jamás imaginado en las lucha por la libertad de las naciones. ¡oh, Dios mío, cuánta canalla y pudrición en tu nombre…, qué producción de locos sin reparo… Virgen María…!