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Mérida estuvo ardiendo meses, aterida de horror, inmovilizada, sin alimentos ni gas ni gasolina. Sería indescriptible la multitud de violaciones a los derechos humanos que aquí se cometieron, además realmente inenarrables. Incendiaron cavas con comida, ambulancias, cisternas, carros de bomberos e impidieron que ningún enfermo de cáncer pudiera tratarse en el Seguro Social. Se quemaron y mataron una docena de chavistas, se incendiaron sus casas, embadurnaron de mierda a multitud de guardias nacionales y policías; quemaron las sedes de bancos Bicentenario y Venezuela; destruyeron gran parte de sistema del Trolebús; quemaron la sede de Ministerio del Ambiente con todos sus vehículos dentro. Anegaron de escombros y basuras, y colocaron guayas en calles y avenidas. Francotiradores mataron guardias nacionales con certeros disparos en la cabeza… ¡Infierno!, ¡Infierno!..., mil veces horror por doquier!
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Un pánico, una impotencia, un dolor infinito entre los chavistas, entre el pueblo que tuvo que callar y TRAGAR tanta agresión y miserias, aguantarse ante esa jauría para completar colocando mil veces la otra mejilla cada vez que lo vejaban y ofendían. ¿Usted cree, hermano Presidente, que a Fidel Castro le pasó por un segundo por la cabeza traerse a esas hordas de canallas que dejaron su país? Fidel lo dijo clara y contundentemente: "A los que se fueron NO LOS QUEREMOS". Eso es histórico… Que asuman sus locuras y barbaridades, porque, además y lamentablemente, son seres nacidos para ser engañados por los malditos valores del capital y están llenos de odio de puro vicio y brutalidad…
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Vino un día, milagrosamente, la propuesta de elegir una Constituyente, y se hicieron esfuerzos heoricos para poder ir a votar, y se votó valientemente, aún cuando los guarimberos plantaron todo un cuadro de terror en la ciudad, y en esta decisión hubo cientos de casos de heridos y agredidos por los enfurecidos guarimberos que les rompían a las cédulas a los pobres y pacíficos ciudadanos…
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Vino pues como un insólito milagro, la calma, y los principales cabecillas de aquellas guarimbas comenzaron a coger sus bártulos para irse a Colombia (su verdadera emputecida patria) o para Ecuador, Chile o Perú. Por esos lares, algunos se prestaron para convertirse en paramilitares, narcos o "mulas", guías de bachaqueros, contrabandistas de gasolina o sicarios, siempre soñando con derrocar al gobierno de usted, Presidente, para volver y hacer una obra "regeneradora" echándose a chavistas a sangre y fuego.
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Esos guarimberos, señor presidente, son asesinos por naturaleza, es decir desnaturalizados, pavorosamente ignorantes y bestiales y ni cambiándoles el sistema cerebro-espinal podrán a la condición de humanos.
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Recuerdo, que aquellos infernales días de las guarimbas, recibí mensajes en los que se decía cosas como estas: "Te estamos vigilando maldito, sabemos todo de ti, hasta la placa de tu carro. Esta vez no salvarás…". Y recuerdo que denuncié esta amenaza y Luigino Bracci Roa la difundió. Pero igual, si a uno lo atacaban estos asesinos en la calle, quedabas jodido para siempre, en nombre de los derechos humanos que exigían que cumpliésemos la OEA, los gringos y la Unión Europea…
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Porque a fin de cuentas, amigo Presidente, uno que escribe estas cosas es mil veces más peligroso que un ministro, que un gobernador o diputado. A ellos los guarimberos les arde y les escama que se piense, que se tengan ideas, principios, que se escriba con base en la historia, con sentimiento bolivariano y con mucha conciencia.
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Y cuidado si con esos programas de VUELTA A LA PATRIA, se comete la estruendosa pendejada de ponerse a traer a estos tipos que nos pusieron el país como la representación del palacio de Satanás… Hay que ser selectivo con este Programa, Presidente. No olvidemos que el propio Chávez dijo que él había sido muy pendejo cuando se puso a creer que con esa gente se podía él entender. No olvide, cómo cogieron de guasa el Cristo que sacó el 13 de 2002, perdonando a los criminales medios de comunicación que montaron aquel baño de sangre en el centro de Caracas.
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Muchos de esos guarimberos están recibiendo de su propia medicina en Colombia, Ecuador, Chile y Perú. En Ecuador están que llevan días encerrados en una cueva, en un zulo, porque si la policía los coge en la calle los acribilla, los destroza. Están llevando por allá el horror que ellos nos hicieron padecer por aquí. Y qué papelazo entonces haríamos nosotros diciéndoles: "Vengan hijitos queridos, vuelvan a su patria que haremos lo imposible por satisfacerlo en todo…".
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Esa gente es mala, presidente. Esa gente está dañada hasta los tuétanos, y nada ni nadie los va a ser cambiar: incendiaron el país, propiciaron las sanciones que sufrimos, las carencias de medicina y de alimentos, el espantoso caos en el que nos sumergieron y de cual nos va a costar muchos años salir de él. Y cuando los traigamos, Presidente, les juro que volverán por sus fueros. Guillo, guillo, y mil veces guillo…