Anoche departía con unos amigos en un café de Barinas, cuando una joven, muy seria y preocupada, me preguntó: “Por favor, ¿puede aclararnos qué realmente va hacer Chávez con nuestros hijos? ¿Los van adoctrinar, les van a cepillar el cerebro? Por fin, ¿vamos hacia otra Cuba?”
La joven, llamada Emma, que es chavista (acompañada de su novio que es ultraescuálido), cuenta que su madre, noche y día, la anda sermoneando que sus hijos no tendrán futuro, que no serán suyos, que el estado se los quitará, que de nada le valdrá parirlos, amamantarlos y quererlos porque a fin de cuentas los perderá y se quedará sola.
Resulta que esa misma mañana, el poeta Pedro Pablo Pereira me había contado que él aspiraba a que Chávez sacara más de ocho millones de votos, pero que en su barrio mucha gente estuvo asustada con el asunto del miedo espantoso que sienten con lo que le harán a sus hijos, por lo que acabaron votando por Rosales.
¡Dios mío!, qué de estupideces y barbaridades le meten a la pobre gente en la cabeza. Yo recuerdo que poco después de la caída de Pérez Jiménez en 1958, se desató una horrible campaña, sin duda que alimentada desde el Departamento de Estado, según la cual los comunistas comían niños. Y esto lo escuchaba en las esquinas, en los mercados, en las plazas, porque entonces yo, que apenas tenía 13 años, ya me había enrolado en el Partido Comunista, y había fundado en San Juan de los Morros un grupo que se llamó “Los Pioneros Rojos”. De modo que me conocía aquel cuento de memoria.
Yo, a la joven Emma la calmé bastante, y le dije que se dejará de creer en tantos cuentos de camino. Y le aclaré lo siguiente: Mira cómo viven las familias en el actual sistema capitalista, totalmente desintegradas: en el cual de veras si les lavan el cerebro y les quitan los hijos sin enterarse cómo los pierden, producto de las campañas consumistas, de las películas de terror y de violencia, de un estúpido y amanerado modo de amar, con esa manera de ver el sexo desde un punto de vista mercantilista en el que si no tienes plata estás jodido. Cada vez más los adolescentes se enrolan en los pelotones de consumidores de droga porque esta sociedad no les muestra un aliciente, un destino, un servicio por la patria misma. No le encuentran de veras ningún sentido a la vida, a lo que hacen. Mira como los padres se hartan de los hijos cuando apenas éstos cumplen los catorce o quince años, y ya están deseando que monten tienda aparte, que se vayan del hogar porque ya no los soportan y porque realmente ya se han maleado por lo que ven en las pantallas, por lo que les anuncian y por lo que el mundo les promete que no es más que mierda, mierda y pura mierda.
Donde los padres menos cuentan con sus hijos, es precisamente en la clase media alta y alta, esa misma que anda chillando que el comunismo de Chávez se los va a quitar. Entonces para que Chávez no se los quite los mandan a Miami, y allá los tritura el maldito “sueño americano” del consumo de la droga, del aburrimiento supremo en medio de la cultura del cemento y de los centros comerciales; le aconsejé a Emma que viera una película muy interesante, sobre los cubanos que emigran a EE UU, llamada “Los Balseros”, que casi todos los que huyen de la isla, luego echan de menos, con mucho dolor, cuanto dejaron de sus costumbres, de su gente y de sus tradiciones, todo por buscar un puñado de dólares más, comer hamburguesas, mascar chicle, tener un cadillac de segunda o tercera mano y vivir metidos en centros comerciales mirando vainas que en realidad no son un consuelo para el espíritu un carajo. Toda una horrible tragedia.
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