El peligroso opositor al régimen se encontraba enconchado en un cibercafé de Chacaito recibiendo documentos peligrosísimos sobre el último fraude de Hugo Chávez. Todos se los mandaba en clave Rafael Poleo. Pablito había estado también, insistentemente, solicitándole a Nitu Pérez Osuna que le hiciera una entrevista en el galpón de la Perera, detrás del Country, uno de sus refugios. Pero Nitu al oír su voz se excusó porque estaba en el banco poniendo al día su tarjeta: “Yo te llamo más tarde.” Luego se comunicó con el Matacuras para ver si le podía hacer una entrevista telefónica, que a su parecer podía resultar más estremecedora que presentarse él mismo al programa, pero el Matacuras le dijo que ya el tema de las elecciones estaba agotado. Pablo desolado sentía lo horrible que es la acción clandestina revolucionaria sin el apoyo de los medios, y si que nadie le pare. Entonces trató infructuosamente de llamar a Bobolongo quien le debe un dinerito (al igual que Ybeyise Pacheco), por “su” último libro sobre el crimen de Danilo. Pero Bobolongo no atiende sino a su círculo más íntimo, por lo que decidió llamar a Milagros Socorro y explicarle que si a él, Pablo Medina, nadie le está parando quiere decir entonces que el propio NACIONAL perdería toda autoridad para ser creído; que hasta la oposición, a la que él le ha entregado su vida sufriría un descrédito tremendo. Todo esto es muy grave. Que para qué carajo le habían puesto su nombre a ese libro que se sacó sobre el asesinato de Danilo, carajo, casi sin consultárselo. “Coño, Milagros, y perdona, ¡no pueden tirarme ahora como a un desgraciado a las fieras!” Pero Milagros le aconsejó que declarara desde Miami, donde sí podían atenderlo, desde el programa “Maria Elvira Confronta” uno de los más vistos entre el publico hispano del sur del estado de la Florida. “-Anda Pablito, ella es maravillosa, y le tiene un gran amor a Venezuela. Tú no puedes seguir en ese estado, chico, exponiéndote a que el régimen te encuentre y te torture y hasta te mate. Que te encuentre un comando de cubanos, que te localicen y te llevan a esa isla maldita. Por eso tuvimos que sacar a Patricia, a Orlandito, a Carlitos Ortega y a Fernández.”
Tuvo ganas Pablito de decirle: “Ahora no vengas a reírte de mí”, pero comprendió que hasta la capacidad de reclamar a sus más fieles seguidores también la había perdido. Cómo había estado bailando al son que cualquier caimacán le tocaba. Pero bueno, así es la pícara política de partidos.
A Pablito el mundo se le desinflaba, confirmaba que estaba lleno de ingratos, y en un esfuerzo más de elevadísima seriedad, respondió que estaba en las últimas, que le hacía falta real, “mira, tú no lo puedes creer, Milagros, pero llevo tres días comiendo puros pastelitos, no tengo que ponerme, por favor, hazme la segunda con Miguel Henríque, que él sabe cuál es mi cuenta, y que estoy para lo que él necesite, y que bueno, me aconseje algo…”
Milagros no quiso decirle que ella tampoco estaba bien, que el periodismo es una de las profesiones más inestables y más infames porque el día que te hundes (y ahí está el caso de Ybeyise) ¡listo!, no hay Cristo que te vuelva a reponer: nunca se sabe cuándo lo estás haciendo bien, y aunque te desgarres por hacerlo admirablemente, así y todo a lo mejor resulta peor. Como en una ruleta…
Finalmente Pablo intrigado porque llevaba una semana sin recibir una llamada “importante” pidió un café pero le trajeron té, y se lo tomó sin protestar. Lo que faltaba era que un perro lo meara, por Leopoldo los había mandado a recoger. Entonces se arrancó los bigotes, se quitó la peluca y echó andar por todo el centro de bulevar tal como Dios lo había hecho, y se dijo: “Lo peor es vivir bajo una dictadura y que a nadie le importe, ojalá estallara una guerra nuclear”.