Carta del hermano de un sacerdote a Baltazar Porras

El padre Eccio Rojo Paredes ejerció funciones muy importantes en la comunidad merideña, hombre culto, quien dirigió el diario “El Vigilante” durante décadas e igualmente puede decirse que fue un luchador social porque se dedicó en nuestro medio a desenmascarar a muchos farsantes. Su hermano Monseñor Helimenas Rojo, es el actual obispo de Calabozo. Apenas Baltazar Porras llegó a Mérida comenzó una guerra de envidias contra don Eccio, y no le dio paz hasta verlo muerto. A mi parecer, y por lo que aquí leeremos, él aceleró el fin del padre Eccio. Ayer noche, 17 de enero, estuve recordando a don Eccio, junto a su sobrino Juan y a su hermano, el educador Alejandro José Rojo Paredes. El padre Eccio fue mi amigo durante varios años por compartir luchas en común en este trabajo de la comunicación social. Como yo estaba enterado que se ha creado una Fundación con su nombre, y por ello han sucedido penosos encontronazos con Porras, el señor Alejandro José me mostró una carta que hace poco le hizo llegar a Porras, y me dijo que si quería la podía publicar. Bueno, con su debido permiso la hago del conocimiento público.

He aquí lo que dice la misiva:

Ciudadano:

Monseñor Baltazar Porras Cardozo.

Presente.

Desde hace algunos días estaba decidiendo en hacer de su conocimiento algunas reflexiones que tengo en mente, decisión que se ha hecho más perentoria a raíz de los eventos realizados con motivo del recordatorio de los diez años del fallecimiento de nuestro querido y recordado hermano el presbítero Eccio Ramón Rojo Paredes.

Quizás lo que mas me movió a dirigirme a usted fue el verlo por televisión presidiendo los actos religiosos y dirigiendo sus palabras a los concurrentes al acto y mi indignación colmó mi paciencia, cuando hace pocos días llego a mi poder la tarjeta de invitación a los mencionados actos y en la cual también encabeza usted el evento dizque a nombre de los hermanos, familiares y amigos verdaderos. Esto acabó mi paciencia ya que mi idea era y así le manifesté a nuestro hermano Monseñor Helimenas Rojo Paredes años atrás que se invitara a esos actos a verdaderos y leales amigos de Eccio Ramón Rojo Paredes y que usted en ningún momento tomara parte de ellos.

Esto me extrañó sobre manera, porque siendo usted el enemigo declarado número uno de nuestro hermano Eccio Ramón Rojo Paredes, es ilógico que fuese a presidir todos esos actos. Personalmente considero que su presencia allí fue cínica, hipócrita y descortés con la familia Rojo-Paredes a algunos de los cuales disculpo pero no comparto su proceder, porque no han vivido siempre en esta ciudad y desconocen su turbio proceder en contra de nuestro difunto hermano.

Acaso no se acuerda usted de la forma infame como destituyó a Eccio Ramón Rojo Paredes como director del Diario “El Vigilante” después que él le había dedicado lo mejor de su juventud y vida, a la iglesia, a la curia, a la comunidad merideña en general, justamente a través de ese diario y desde la época de uno que si fué un verdadero Prelado y pastor de esta Arquidiócesis, como fué el Excelentísimo Monseñor Dr. Acacio Chacón Guerra, de muy grata recordación en Mérida.

Los prelados que vinieron posteriormente al gobierno eclesial, que fueron varios, mantuvieron siempre buenas relaciones con nuestro deudo y lo apoyaron con entereza en su labor al frente del diario, como también lo hizo la comunidad merideña. Me atrevo a decir hoy, después de lo sucedido con el diario, que “Eccio era el vigilante y el Vigilante era Eccio”. Me atrevo a afirmar esto, porque a raíz de su peregrina decisión de sacar al Padre Eccio Ramón Rojo Paredes del diario “El Vigilante” y colocar en el a alguno de sus envidiosos secuaces, el periódico terminó por desaparecer, después de casi setenta años de existencia, de los cuales nuestro hermano, con constancia, trabajo y abnegación lo dirigió por casi medio siglo, sorteando dificultades y presiones en tiempos difíciles. La eliminación de ese medio de comunicación es otra deuda que usted tiene con Mérida y que en algún momento se le cobrará.

Acaso tampoco se acuerda usted, como después de retirar al Padre Eccio Ramón Rojo Paredes, como director del Vigilante, no conforme con ello, trató de mal imponerlo con las autoridades militares, donde era militar asimilado, con la intención de que fuera retirado de las filas castrenses, cosa que usted no pudo lograr gracias a la intervención de un verdadero y gran amigo de Eccio Ramón Rojo Paredes, un ex gobernador de Mérida y para el momento embajador en México, quien al enterarse de sus oscuras intenciones, voló a Caracas y habló con el Presidente de la República de entonces, logrando abortar lo que usted se proponía.

Acaso tampoco se acuerda usted, como logró sembrar cizaña, en la misma época entre nuestros dos hermanos mayores, Eccio y Helimenas con el único afán de destruir al mayor, es decir a Eccio, lo que ocasiono que estuvieran distanciados por más de un año. Entre otras situaciones que podría nombrar, estas tres que he mencionado antes contribuyeron en gran medida a minar la resistencia física y la salud del Padre Eccio Ramón Rojo Paredes y en consecuencia acortaron su existencia por varios años y ese recorte de su vida, no cabe duda se debe a usted, por su inicuo proceder.

Aún después de muerto nuestro hermano, usted le falta el respeto a su memoria, al tener la desfachatez de aparecerse en esos actos encabezando invitación a nombre de la familia. Como en alguna parte de este escrito, ya lo dije esos actos debieron efectuarse con la familia y los verdaderos y leales amigos de Eccio Ramón Rojo Paredes. Todo lo aquí manifestado a usted lo hago a título personal y por si caso el resto de los hermanos no avalan mi posición, es problema de ellos y de su conciencia.

Finalmente pienso Monseñor Porras – y así se lo expreso claramente – que su presencia y participación en los actos conmemorativos de los diez años de la partida de mi querido hermano Eccio Ramón Rojo Paredes, - que solo debieron estar reservados a quienes integramos su familia y a sus verdaderos amigos de la sociedad merideña. – que realmente lo supieron valorar y apreciar durante muchos años, se debió a su deseo evidente de lograr de nuevo en dicho evento tan concurrido por los verdaderos amigos del cura Rojo como ellos lo llamaban coloquialmente, recuperar su imagen y credibilidad, ante el pueblo de Mérida, tan golpeado en los últimos años a causa de los evidentes errores en que ha incurrido en el ejercicio de su pontificado. En relación con estos los merideños no olvidamos, por señalar algunos, estos hechos:

a.- La defenestración de nuestro hermano, como director del principal medio de comunicación escrito de la Arquidiócesis.

b.- El cierre definitivo de tal medio de comunicación católica denominado “El Vigilante” desde hacia mas de setenta años en circulación.

c.- El cierre del colegio San Martín de Porres regentado por monjas en los Sausales, por no plegarse estas a sus exigencias económicas desmesuradas.

d.- La salida de la laboriosa y digna comunidad Franciscana, apreciada por toda la sociedad merideña, de la regencia de la iglesia y de la parroquia de Belén y de la dirección del famoso Colegio SERAFICO, benefactor egregio de muchos niños merideños de escasos recursos a quienes favorecieron con los dones de la educación mas esmerada, e igualmente con la atención a muchas de sus actividades primarias, como alimentación, atención medica y provisión de útiles escolares. Es obvio que como los sacerdotes franciscanos gastaban lo que percibían de otros niños que podían sufragar, en la atención de los niños pobres, no estaban en capacidad de responder a sus exigencias en metálico y por ello decidió su lamentable salida de la parroquia y del Colegio SERAFICO.

e.- Por su incomprensible apoyo personal y desde el punto de vista del derecho canónico a un ex gobernador del Estado Mérida, cuando este, a través de su mediación trató de lograr que la curia Romana, anulara el matrimonio eclesiástico que había contraído con su primera y verdadera esposa, para casarse con la hija de su segunda esposa, como es del dominio de la comunidad merideña, propósito que no logró el funcionario de marras, por la verticalidad de la curia Romana, sabiéndose sin embargo que esta gracia le costó al erario merideño la bicoca de veinte millones de Bolívares, gastados en el viaje que dicho ex gobernador le brindó a usted para visitar Tierra Santa.

f.- Por la persecución que ha desatado contra mentorios sacerdotes merideños que han prestado grandes servicios a las Santa Madre Iglesia y que sin embargo por el acoso é inmisericorde control económico a que los tiene sometidos, viven pobremente, algunos casi al borde de la miseria, porque se ven obligados e entregar a usted la mayor parte de los emolumentos que reciben por servicios parroquiales y que van a engrasar las arcas de su palacio y a servir para sus dispendiosos viajes por el interior y exterior del país. Como caso especialmente conocido y repudiado por los católicos merideños, debo señalarle el de la salida del párroco de la iglesia matriz de Ejido, sacerdote de índole eminentemente pastoral y eminentemente predicador de la palabra de Dios, quien celoso del culto y esplendor de su iglesia y por amistad con el ex presidente Dr. Rafael Caldera, consiguió que este le asignara un presupuesto de alrededor de seiscientos millones de Bolívares para el arreglo de su templo, suma que dicho sacerdote administraba honestamente en forma personal, sin su control, hecho que lo convirtió en su adversario, haciéndole usted desde entonces la vida imposible en la arquidiócesis, hasta conducirlo casi al estado de demencia y postración espiritual, debiendo ser rescatado por una hermana procedente de tierras tachirenses, para evitarle mayores males a este insigne orados y predicador sagrado.

g.- Las reuniones o “Saraos” a los que usted asistía conjuntamente con el ex gobernador de marras y otros miembros de la alta sociedad merideña en una famosa estancia, ubicada en Valle Grande a la cual también concurrían elegantes y bien parecidas damas de la misma alta sociedad merideña, con el disfraz de humildes monjas al servicio de la Iglesia, hechos estos también conocidos por la comunidad merideña.

h.- Por la presencia en diversas oportunidades y por lapsos considerables de una ex reina de la belleza de la capital carabobeña, en el Palacio Episcopal, con quien usted alternaba, dentro y fuera del palacio de manera muy privada de lo cual tenemos conocimiento los católicos merideños.

i.- Para no ser mas prolijo, por su improvisada afición taurina que dió lugar al gran “Revolcón” que le propinó una vaquilla, en el cozo de tienta en la hacienda de unos ganaderos de la panamericana, cerca de Caño Zancudo, con la advertencia que la reseña de ese revolcón que hizo algún travieso merideño – que no fue precisamente mi querido hermano Eccio Ramón Rojo Paredes y que fué publicada en un diario tachirense -, fue el origen de la injusta persecución que usted desató contra mi citado hermano, como lo he señalado al principio de esta misiva.

Anexo comunicación dirigida a Monseñor Helimenas Rojo Paredes y restantes miembros de la familia Rojo Paredes con fecha treinta de Octubre de dos mil seis.

De usted,

Alejandro José Rojo Paredes


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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