Ambos gobernaron dos veces a Venezuela, y en sus últimos mandatos la destrozaron más allá de lo insólito y de lo imaginable. Y si no se atraviesa Chávez, es muy posible que en el 2004, este par de ancianos, a falta de líderes verdaderos, hubiesen, cual un Joaquín Balaguer, competido por un tercer mandato. Hoy ambos reposan en sus hogares, postrados, esperando el juicio final que les será bien duro. Uno en Estados Unidos, el otro en su casa de Caracas, rodeado de sus seres queridos. Uno con Cecilia Matos, el otro con Alicia, dos religiones, dos filosofías diferentes, pero en el fondo de la hipocresía, perfectamente idénticos. La conversación transcurrió de este modo:
- ¿Rafael, me escuchas?
- Sí, Carlos Andrés, gracias, gracias. Agradezco tu llamada porque sé que no estás muy bien, y lo duro que debe ser para ti, obligado a estar alejado de lo que más ha querido, de cuanto te elevó a los dones más sagrados de la vida. Paciencia, Carlos Andrés.
- Así es Rafael; tú sabes que yo no me olvido de mis compatriotas, ni en los momentos más difíciles, mucho menos ahora cuando vemos lo que está pasando.
- Yo tampoco me he olvidado de ti, y Alicia que está aquí a mi lado, te lo puede decir. No fueron pocos los años de grandes responsabilidades lo que asumimos en esta tierra, hoy convertida en escombros por este fenómeno tan desgraciado.
- Pero dime, ¿qué planes tienes?
- Escribo mis memorias. La historia es lo que nos queda Carlos Andrés. Reivindicarnos un poco porque esta oscuridad llevará sus décadas para disiparse. Hay que prepararse. Aquí me ayuda mucho Asdrúbal quien también te recuerda con admiración.
- También trabajo en lo mismo y el O’Leary que me ha tocado es Robertito, Giusti, tú sabes. Qué hombre más fiel, vale. Yo creo que ha sido el único que valió la pena de cuantos conocí en esos trajines y vaivenes de la política. ¿Cuánta gente?, ¿cuánta históricas movilizaciones, Rafael? ¿cuántas giras, abrazos, agasajos, saraos, …? Perdóname. Entonces, 91 años, ¿así es Rafael?
- Yo mismo no llevo la cuenta, ni la he querido llevar jamás, pero eso es lo que asegura el calendario. Pero uno se muere, Carlos, cuando se acaban los sueños y los míos todavía se resisten, y hay quienes se acercan y me proponen que vuelva a la arena política. Pero ya la cabeza no se me calienta con esas cosas. Yo creo que conseguí todo lo que quería y muchas cosas que no quería también. Sólo me resta terminar mis memorias, en las que no quiero mentir, Carlos Andrés. Ya a mi edad, debo ser sincero, crudo, directo en todo.
- Bueno, hablemos de otra cosa, Rafael, ¿cómo están los tuyos?
- Gracias a Dios, no les falta nada. Siempre me preocupé porque no les faltara nada, y han sido unos buenos hijos todos. Estoy también frecuentemente rodeado de nietos y biznietos: Dios ha sido generoso conmigo.
- Un abrazo, y mis respetos para doña Alicia. Adiós Rafael. Adiós.