El tipo está en un lugar desconocido de la tierra revisando sus “Personal Memoirs”. Tiene las pilas cargadas, tiene al toro cogido por los pitones, y le ha dicho a su secretario aed eternam, Cabeza e´ Corcho Agustín Blanco: “¡Volveré! Me he ido pero Volveré! Tendrás que escribir el tomo dos de esta pesadilla: “Habla el que ha Vuelto”.
El que se fue ha hablado. ¿Y será que se ha ido para nunca más volver? ¿O será que no volverá porque siempre estuvo ausente? ¿O volverá como las oscuras golondrinas a cagarse en el nido motoso de la cabeza de Agustín Blanco Muñoz? ¿Como un fantasma del que nadie se entera?
Cabeza e´ Corcho podía plantearse otras mil y soberbias interrogantes: To be or not to be, to game, To die: to sleep, to scape, to dream, …
El cerebro de Cabeza e´ Corcho Agustín Blanco Muñoz amenaza con fugarse. Con coger una balsa y escaparse a Miami, y que el país se joda sin su materia gris, porque entonces en esta dictadura ya nadie podrá aportarle nada porque nadie podrá hablar. “Allá ellos que se lo pierden”, ha dicho, retorciendo su reverberante hocico. Clandestinamente, Cabeza e´ Corcho Agustín Blanco Muñoz cerebro, en una acción comando de gran envergadura, penetró en las instalaciones de Globovisión y declaró una hora contra la Dictadura, desafiando a los esbirros, torturadores y círculos de la muerte del régimen. Luego, emulando a “Billy Bingo Paro y Gano”, con la misma peluca, huyó hacia las montañas de Sorte para continuar investigando en los archivos hitlerianos de Hugo Chávez; ahora amenaza con aparecerse otra vez en RCTV. No sólo eso, sino que tuvo el tupé de ir a pleno centro de la ciudad, con su propia motosa pelambre y presentar un legendario merengue sobre ese invicto luchador de “¡Veni, Vini, Bingo!, con el título "Habla el que se fue, mensaje de Carlos Ortega". Cabeza e´ Corcho Blanco Muñoz destacó el inmenso coraje político y social de “¡Veni, Vini, Bingo!, y añadió: “No sólo cantaba las fichas, él mismo era una ficha clave de la gran resistencia contra el tirano.” Pero Cabeza e´ Corcho no se queda allí, sino que asegura que a su libro lo andan recogiendo para quemarlo. Cabeza e´ Corcho nunca había conocido un revolucionario más cabal, más profundo, más genuino y más arrecho que Bingo Paro y Gano. "Al principio dudamos –dice él totalmente cagado-, pero me sedujo su peluca, sus ojos encendidos de amor, sus gruesas cejas y pestañas a lo Juancharrasqueado, ¡qué de convicciones y principios oponiéndose a la propia paradita de los que reclamaban una guerra con pitos y charrascas. Yo descubrí a ese santo varón, a ese monumento de la resistencia, capté su brutal olfato político y sensibilidad social, virtudes que lo llevaron a meterse en el alma de la gente como ningún otro dirigente de la oposición. Me siento cagado de mi propia audacia, cerca de tan descomunal monstruo político. Lástima que hoy nadie sabe, sino yo, dónde se encuentra, para verlo y palparlo por la tele todos los días. Yo les juro que cuando vuelva aparecer en la tele ya nadie nunca más se apartará de ella. ¡Qué cojones de los este tío, nojoda!".
El acto contó con la presencia de aquellos políticos y sindicales, y ciudadanos que se quemaron el pecho durante el paro de diciembre de 2002. Aquellos hombres estragados por el hambre, por la resistencia que hacen desde las montañas, con cuatro años sin poder dormir, sin descansar, sin un minuto de paz en sus almas, echando los bofes. Con los ojos llorosos y lagañosos Cabeza e´ Corcho fue contundente: “No es casual que el destino de Carlos Ortega haya sido la cárcel, porque fue siempre un gran jugador y quisieron anularlo porque les ganaba en regla en todos los Bingos (que no le pagan un carajo al SENIAT). El Gobierno captó ese liderazgo fue entonces cuando se convirtió en su enemigo número uno. Por eso, lo juzgaron y por eso lo metieron preso. Pero Ortega se mantiene firme en su lucha, y pronto llegará el día en que hará caída y mesa limpia. (APLAUSOS)".
En la última entrevista que le hizo el Matacuras, Cabeza e´ Corcho aseguró que él no era negro, ni venía de un barrio ni jamás había sido parásito. “Fíjese bien –le aclaraba, retorciendo sus labios, frunciendo el ceño, protuberante todas sus arrugas:- ¿usted cree que yo me parezco en algo a Robert Mugawe, ese del que usted junto con María Isabel se rieron hasta más no poder? Ese Mugawe sí era feo, nojoda…”