Que bajo has caído, Teodoro

Lo que te faltaba Teodoro, que te condenaran por usar tu panfleto para agredir a una niña; simplemente porque no puedes contener tu odio y envidia contra un hombre que ha logrado los triunfos que tú nunca pudiste obtener; que ha llenado los escenarios que siempre anhelaste llenar y que se ha ganado el cariño y respeto, que tú nunca pudiste obtener, del pueblo venezolano. .
Te acompañó en esa gran obra el payaso de Laureano Márquez, pero sobre él no voy a escribir; pues no hay nada más ridículo que darle importancia a un idiota con poses de intelectual. Prefiero usar el poco tiempo y espacio del que dispongo para comentar como tu “hazaña” de vejete decrépito es una demostración más de tu capacidad infinita para hacer el ridículo y convertirte en basura de la historia venezolana.

No son pocos los que te conocen, Teodoro, pero te aseguro que si lo son los que te tienen confianza. Y es que no se puede confiar en un saltimbanqui como tú, que traicionaste a tus compañeros de lucha para quedarte con parte del dinero de la tropa e irte a Caracas a disfrutar del espacio y las oportunidades que te brindaba un sistema, que necesitaba de un mercader de la política, para generar la sensación de que en el país había una democracia que respetaba los derechos políticos; mientras que en calabozos insalubres, o en plena calle, se asesinaba a hombres como Jorge Rodríguez, Noel y tantos otros.
Quedó claro en ese entonces, Teodoro, que no eras un traidor cualquiera, sino un ladrón y un traidor de la más baja ralea

Unos años más tarde, al mismo tiempo que coqueteabas con la derecha y disfrutabas de la fama y la atención que los medios de la oligarquía te brindaban; te asociaste con tu hermano Lubén, para sacar ventaja del bloqueo criminal que los gringos le impusieron a Cuba y revenderle productos a precios especulativos.
Con ello adicionaste a tus “virtudes”, la de usurero y especulador.

Confirmando que no hay límites en la caída moral de un individuo, contribuiste después con la farsa que le permitió a Rafael Caldera robarse las elecciones de 1993 y te convertiste en el Ministro que impulsó la nefasta Agenda Venezuela y regaló a la oligarquía, las prestaciones sociales de los trabajadores venezolanos.
Ya eras un traidor para ese momento, pero esos actos te ubican ante la historia como el cipayo más rastrero del que se tenga conocimiento a lo largo de la historia política venezolana.

El golpe del 11 de abril de 2002 te dio la oportunidad de mostrarle a la oligarquía cuanto estás dispuesto a arrastrarte para defender sus intereses. En medio del golpe te adelantaste a Carmona y solicitaste en tu panfleto que eliminaran la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo y el resto de poderes de la república.
Antidemócrata, fascista, mercenario de la política, palangrista y gusano habría que adicionar a tus "cualidades".

Más recientemente te diste a la infame tarea de calumniar a una humilde policía del Táchira y a defender con pasión al delincuente que intentó violarla, sólo porque el “valiente” coincide contigo en el odio a Chávez.
Alcahuete de malandros, calumniador y poco hombre, son en consecuencia "virtudes" que se suman a tu expediente de político fracasado.

Sólo te faltaba violar los derechos de una niña para redondear la faena, y a ello te dedicaste en los últimos tiempos, además de andar de jalabolas de un adeco como Manuel Rosales. Eso, por lo menos es lo que se desprende de tú actitud contra Rosinés Chávez.
Nunca tuviste remordimientos de conciencia, pues tu no sabes lo que es la conciencia; tampoco lo tendrás en esta oportunidad. De hecho, ya has comenzado a mostrarte como la víctima del padre de la niña cuya intimidad violaste cobardemente, sometiéndola al escarnio público.
Que Dios se apiade de tu alma, si es que tienes alma.


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Alexis Arellano


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