Cada vez que “la intelectualidad venezolana” saca un remitido pidiendo “libertad”, todos los rollos de papel toilette que se producen no se dan abasto para recoger sus firmas. Es esa intelectualidad que se enorgullece de tener en sus filas a renombradas mentes como Mario Vargas Llosa o Carlos Fuentes; los mismos que se aferraron con locura al notable filósofo del Zulia y a quien Vargas Llosa le organizó un sonado encuentro en Madrid con lo más granado de las letras del PP.
Cómo llamaremos a este fenómeno, ¿el escroto de la consciencia? Se trata de algo perverso, del supremo delirio del cinismo, que en verdad nada tiene que ver con política, con principios, con valores morales o sociales sino con una actitud criminal, baja, sorda, lo más pútrido y enfermo de la condición humana. Aquí existe una clase poderosa, que aunque “cambiaban” los gobiernos, ella seguía intacta manteniendo sus negocios, sus altas prerrogativas, sus prebendas y enormes privilegios. Todavía queda bastante de eso, pero no en la proporción en que existía antes del 2000. Cuando Chávez llega al poder esta clase, armada con los medios de comunicación, su vital instrumento para coronar testas o aplastar ideas, desataron todos los demonios contra el nuevo gobernante. Está probado en el mundo que con las horribles tenazas: MEDIOS-EMPRESARIADO-FUERZA ARMADA-IGLESIA, se echan abajo en un santiamén a cualquier líder que por alguna incompresible locura cometa la osadía de salirse del redil de lo “democráticamente correcto”.
Las cuerdas alrededor del cuello del Estado comenzaron a tensarse a partir del 2001, cuando se comprobó que realmente Chávez, además de ser zambo, con una verruga en la frente, ostentaba una incontrolable capacidad para el “insulto”, la “vulgaridad”, para mantener en sus trece “el desprecio hacia cualquier forma de diálogo; “redomado intolerante”, “totalmente incapacitado para llegar a acuerdo alguno con quienes disintieran de sus posiciones y actos”. No tenía la menor disposición a dialogar, y dialogar significa dejar intacta toda la vieja estructura de poder, todos los valores esclavizantes y relajados del pasado, a todos los eternos directores en sus puestos, pues esta clase es la único experta y capacitada en temas de petróleo, economía, academia, internacionalismo, salud, trabajo, educación, vivienda, etc., etc. Para esta guerra contra el MIKO se contaba con un fuerte apoyo de magistrados del Tribunal Supremo de Justicia.
Al negarse a todo esto, por fuerza tenía Chávez que estar “loco”, y el otrora adeco (ahora “auto-exiliado” en Miami, aunque siempre viene a las playas en Falcón) Rafael Marín, junto con un pelotón de abogados solicitó al Tribunal Supremo de Justicia que se depusiera a Chávez por INSANIA. Eso fue en enero de 2002. La prensa mundial informaba que “Marín aseguró que la evaluación de incapacidad del mandatario nacional está fundada en un estudio psiquiátrico que determina la ineptitud del presidente por desequilibrio emocional para el ejercicio de la primera magistratura”.
“La demanda ante el alto tribunal se fundamenta en el artículo 233 de la Constitución que establece la revocatoria del mandato por incapacidad física o mental. "En este caso la incapacidad manifiesta es de carácter mental, emocional", dijo Marín”.
“En caso de que el recurso sea admitido serían designados tres peritos, encargados de internar en una institución psiquiátrica al jefe de Estado, analizarlos y determinar si sufre trastornos emocionales. De ser positivo el informe, éste deberá pasar a la Asamblea Nacional, la cual decidiría por mayoría simple la revocatoria del mandato del presidente Chávez.”
Marín aseguró que si no es aprobada su solicitud, el próximo paso será acudir a entes internacionales para demostrar que los organismos de justicia en Venezuela están parcializados.”
Pero ya el cinismo de la mentira había perdido todo control. Mentir era lo prioritario, y entonces los obispos también se entregaron de la manera más desvergonzada al horrible negocio de pasarse cada día gritando que vivimos en dictadura, que no tenemos libertad de expresión, que el gobierno interviene las universidades, que las cárceles están llenas de presos políticos a los que se tortura… Mentiras y mil veces mentiras. Pero ese es el gran negocio. Estos perros de la oposición con sus curas enarbolando las banderas de la guerra civil y del crimen, en lo que son muy expertos, no querían irse en blanco sin que la Copa América quedase bien parada. Cortaron cables, montaron sus guarimbas, sabotearon las redes eléctricas, hicieron su agosto monopolizando la compra de entradas (para añadir que el gobierno las acaparaba), se hartaron de gritar en las gradas: “el gobierno va a caer, va a caer…”, “libertad”, “libertad”, “libertad”, “libertad”; al alcalde Juan Barreto, los enfermos mentales de los medios lo arrinconaron con sus huestes en la semifinal de la Copa en el estadio Universitario, y para guinda el obispo Baltazar Porras con su consabida bemba hace correr la especie de que lo han expulsado de Cuba por sus declaraciones contra el “gran tirano”. Qué mala leche que a estos canallas todo lo que hagan no les dé ya resultado. Qué mala leche.
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