Estarán presentes delegaciones de los cinco continentes. El temario es complejo y exigente; habrá sesiones por separado, discusiones en grupos contrapuestos, observatorios de marchas, laboratorios de investigación en calles, plazas y mercados; discusión sobre vídeos, películas, debates públicos, análisis de 547 vídeos de La Hojilla y revisión de 7.872 programas de Leopoldo Castillo, Martha Colomina, Napoleón Bravo, Maky Arenas, Patricia Poleo, Domingo Blanco, Miguel Ángel Rodríguez, Nitu Pérez Osuna, Roberto Giusti, Fausto Masó, Kico y Carla Angola, Ana Karina Villaba, entre muchos otros. Se mostrarán 37.498 titulares de prensa, y se escucharán 127 horas de programas de radio. Todas estas evaluaciones y análisis con las respectivas conclusiones se piensan realizar en tres intensos meses de trabajo. Muy probablemente el estudio arroje luz sobre muchas de las teorías que sobre los medios dejaron inacabadas filósofos y pensadores como Marshall McLuhan, Wilhem Reich, Herbert Marcuse, Erich Fromm, Angela Davies, Jean Petras, Noam Chomsky y sobre todo el fondo oscuro, opresivo y monstruosamente asfixiantemente que se muestra en la novela de George Orwell, “1984”.
Humildemente presentamos una leve introducción sobre el caso venezolano donde no estábamos acostumbrados a tolerar la sinceridad, la confrontación directa sin cortapisas o represiones. La franqueza no iba con nosotros hasta 1998. Por eso tuvimos, desde que murió Bolívar, unos 20 mandatarios extraordinariamente mentirosos. En un estudio realizado por el poeta Pedro Pablo Pereira, se encontró por ejemplo que entre los dos presidentes más mentirosos que hemos tenido en 160 años se encuentran Julián Castro y Carlos Andrés Pérez.
VERDAD y HORROR. Uno de los temarios se denomina VERDAD y HORROR. Existe una estrecha relación entre “verdad” y “horror”. La “verdad” para la gran prensa es un “elemento informático” delicado y muy peligroso. Se tomará como ejemplo el caso del asesinato de Danilo Anderson en el cual actuaron como perturbadores de toda investigación e información Globovisión y “El Nacional”. Más de cien escabrosos titulares produjeron “El Nacional” y Globovisión para ridiculizar y desacreditar a la Fiscalía y al testigo principal de este atentado, Giovanny Vásquez. Fue cuestión de honor para todos los medios poderosos venezolanos, para SIP, defender a ultranza a todos los que fuesen acusados en este caso.
En este comportamiento encontramos residuos de un profundo odio retinto, enconado, bilioso, perverso. Cuando ante una particular situación política se tiende a ser franco, tal posición es inmediatamente tildada de violenta, y quien la plantea es visto como intratable, vulgar, feo, chocante, marginal, grosero, temerario, agresivo, peligroso, totalmente incapacitado para la reconciliación y el diálogo. En una consulta realizada a gente de la oposición se encontró que los que se llevan el galardón como los más violentos chavistas son Mario Silva, Luis Tascón, Iris Varela, Freddy Bernal, Juan Barreto y Chávez. Llama la atención que a Lina Ron ya la hayan sacado de este grupo. Lástima Lina, tú no sabes cuánta gente lamenta de que te hayas vuelto “decente”.
De modo que se adjetiva a alguien de “violento” cuando éste tiene en esencia una posición franca, directa, ante los hechos, ante la realidad. Cuando Mario Silva desvela toda una oculta trama, insidiosa, criminal y golpista en un vídeo, se coloca en situación privilegiada para ser señalado por los descubiertos en aviesos propósitos como “provocador”, “sucio” y “despreciable criatura comunista y asesino”.
Verdades escabrosas como las señaladas por el Presidente Chávez, como: “Bush es un borracho terrorista”, “Baltazar Porras es un adeco con sotana”, “la cúpula de la Iglesia es un tumor…”, “el Tribunal Supremo de Justicia puso una plasta…”, etc. son verdaderos pistoletazos en un concierto de los que en Venezuela estaban habituados en vivir en una permanente mentira.
Si se piensa con cuidado, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Caldera, CAP, Jaime Lusinchi o Luis Herrera Campins jamás fueron catalogados de violentos, porque guardaban las más severas normas de urbanidad, que consisten siempre en decir cosas de “buen gusto”, que no levanten ronchas ni hieran susceptibilidades.
Violencia social realmente existen en Colombia, México y en Perú, países en los que elaboran esas bazofias de programas para la televisión donde las parejas se dan por los morros y chillan como cerdos; igualmente llevan buena dosis de violencia los periódicos amarillistas y terroristas que confeccionan los titulares con gran profusión de muertos, de sangre, para sacarle con ganzúa el dinero y la emoción a los pendejos; en el deporte igualmente se esconde mucha violencia: los que juegan al fútbol (causa de dos cruentas guerras en América Latina), al jockey, y todos los fanáticos de esos equipos que cuando protestan les da por mostrarles los huevos al contrario.
Ahora bien, la violencia tiende a destruir al que la enarbola, el que la practica. Cuántos líderes de la oposición venezolana fueron sepultados y anulados por sus propios desgarrados, gritos, amenazas y virulentas agresiones, y hoy caso nadie los recuerdo, o si los recuerda ya no siente por ellos sino lástima. Entre esa gente podemos mencionar a Carlos Ortega, Pedro Carmona Estanga, Andrés Velásquez, Pablo Medina, Patricia Poleo, Martha Colomina, Ybeyise Pacheco, Henríque Mendoza, Liliana Hernández, Carlos Fernández, William Dávila Barrios, Alfredo Peña, al cura Omar Calderón, a Rafael Marín, Antonio Ledezma, a los generales cabeza rapadas de Néstor González González y Medina Gómez, Henry Ramos Allup, Timoteo Zambrano.
¿Recuerdan cuando los Poleos (Rafael y Patricia) decían que Carlos Ortega era nuestro Lech Valesa tropical?
Dos políticos hemos tenidos en toda nuestra historia que han dicho las más terribles verdades a sus conciudadanos, y ellos son don Simón Bolívar y el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías.
Cuando los enemigos del Libertador lo querían desacreditar, en sus últimos años, para no escucharle sus pavorosas advertencias y profecías, lo llamaban Longaniza, el “Loco de las malditas correrías” o el “Viejo Chocho”.
Luego tuvimos, como se dio, una cadena de presidentes horriblemente embusteros que le decían al pueblo únicamente lo que querían oír sus amigos, adictos y secuaces. Esos nunca, insistimos, fueron catalogados por los nuevos sesudos de la oposición de violentos, de locos, bárbaros, de imprudentes o peligrosos. Entre esos magnates de la eterna oposición al pensamiento bolivariano tenemos a don Francisco de Paula Santander, a quien el escritor norteamericano Waldo Frank calificó de frío criminal.
Los más grandes y recalcitrantes fanáticos políticos del siglo XIX en nuestra América fueron liberales. En Argentina estos feroces fanáticos gritaban con furia que había que aniquilar a los “malditos unionistas”, y se cargaron a muchos con sevicia. En Nueva Granada tuvimos a ciertos talentosos y perturbados septembristas, quienes trataron de asesinar al Libertador, entre los que se encontraban el ex Presidente Mariano Ospina, el jurisperito Florentino González y el poeta Luis Vargas Tejada. Todos muy revolucionarios pero muy mentirosos y criminales.
A Florentino González (al igual que los liberales nicaragüenses que llamaron al filibustero William Walker para que los colonizara e impusiera en su país el esclavismo) le dio por pedirle a gritos que EE UU interviniera en Colombia y se la anexara.
De mentirosos a vendidos al colonialismo norteamericano, como Aníbal Romero, el Fausto Masó, Alfredo Peña, Ángela Zago, Roberto Giusti y Jorge Olavarría. Todos de una misma clase de equivalencia, y que tildaron y tildan a Chávez de violento y peligroso.
No hay que olvidar que los yanquis siempre estuvieron siguiéndole los pasos al Libertador por cuanto decía y planeaba, y poniéndolo en la mira, para cuando llegara el caso, primero desacreditarlo ante las masas y después darle el tiro en la nunca. Tuvimos payasos en aquella época en Estados Unidos, iguales a los Otto Reich, Peter Romero, Sharp Shapiro de hoy, que deliraban por matar a Bolívar, y que vivían pregonando que el Libertador con su política “expansionista” los tenía irritados.
Pues bien, nosotros aquí no teníamos seres peligrosos ni violentos incrustados en Miraflores hasta que llegó Chávez. Aquí tuvimos a Rómulo Betancourt que al tiempo que acribillaba estudiantes en las calles y torturaba en las cárceles mantenía las veinticuatro horas del día por los distintos medios de comunicación aquella cuña de que la violencia es el arma de los que no tienen la razón.
Pero Betancourt para la prensa de entonces no tenía una pizca de violento. Claro, era de los hijos predilectos del director del diario “La Esfera”, Ramón David León, uno de los que dirigió el terrorismo mediático más implacable para derrocar al presidente Isaías Medina Angarita. Estaba Medina tan furiosamente herido por las memeces y falsedades que inventaba Ramón David León, que confesó que por ser Presidente de la República no podía darle unos “coñazos” o fuetazos. Si alguien hubiese visto el rostro encendido de furia de Medina leyendo las monstruosas calumnias e insultos que contra él escribía León, no tenía por qué decir que era violento. Más bien si no se estremecía ante tanta insidia y maldad era porque sencillamente no podía ser humano, ser hombre. Cuando en julio del 2007, el profesor Marcos Carrillo de la UCAB le mentó la madre al alcalde Juan Barreto en el estadio universitario, Globovisión recogió centenares de fotos del hecho y las pasó más de 170 veces para tratar de hacer ver que Barreto era un desalmado loco, violento, con temperamento de asesino. Esa es la técnica de los medios, primero provocar, para luego montar un estremecedor show que por fuerza coloque contra la pared al provocado.
El Presidente Medina no podía ir a buscar a Ramón David León y darle unos fuetazos como se lo merecía, porque de hacerlo entonces habría aparecido como el más grande déspota, enfermo, desquiciado y fascista, tal como los adecos lo andaban pregonando. Era tal la malvada provocación (cual Globo-invención) que en una oportunidad le confesó Medina a Juan Bautista Fuenmayor: “Si no fuera Presidente de la República, tomaría un foete y me iría a La Esfera a cruzarle a foetazos la cara de Ramón David León, que de cada tontería forja una infamia contra mí y contra el gobierno”[1]. El tal León idéntico a los Mingos, a las Colominas y Mora García, a los Carlos Fernández, Napoleón Bravo y los dráculas “Desa-Grado 33”.
Por lo cual una de las cosas que más la oposición odia en Chávez es su sinceridad. Cuando Chávez dijo que monseñor Baltazar Porras era un adeco con sotanas, pues mírese que yo (Sant Roz, que he desmenuzado su vida con detalle en “Obispos o Demonios”) no hubiese llegado a tanto: es una verdad como un templo.
Que Chávez diga que los adecos no pueden ir a unas elecciones porque se les sale el Al Capone que llevan dentro, que Dios nos perdone, pero es la purísima verdad, que todos lo tenemos sabido desde que montaron aquella constituyente del año 46 con toda una escuadra blanca manipulada y además protegida por el estamento militar que había dado el golpe del 18 de octubre.
Que diga que el que tiene hambre y anda en cuatro manos buscando como sobrevivir en este neoliberalismo salvaje no le queda otra salida que robar y matar o dejarse matar, pues, esa es otra verdad que estamos hartos de padecer cada día. Son mil veces más honestos los que roban por necesidad que aquellos que lo hacen sin ella (y que son algunos ricos empresarios y funcionarios públicos), que es lo que aquí se ha venido dando desde más de 180 años. Pero no, el incendiario a destajo, por ejemplo de Jorge Olavarría se indignaba, porque como a él lo arregló Lusinchi con una finca, y qué carajo podía estar pensando en cometer un atraco a mano armada, exponiéndose a que le llenaran de plomo las entrañas.
Que diga Chávez (cuando le vinieron con el cuento aquel de que sus huestes chavistas andaban en plan de invasiones de tierra y le pidieron que sacara a la Guardia Nacional) y contestara que miraran los cerros de Caracas que habían sido invadidos en las narices de los grandes maulas políticos del pasado, y los dejó sin habla…
Que hubiese expresado una y mil veces que FEDECÁMARAS es una cúpula de inmorales y zánganos, pues y qué otra cosa es eso, Señor.
Antes estas verdades, hay que tener calzones para aguantarlas, y por eso muchos cobardones cogieron las de Villa Diego.
Sólo cuando un país sea capaz de mirar a la cara de sus propios horrores entonces verá una salida en el túnel. Antes no.
Así que ese “Congreso mundial de filósofos analiza el odio contra Chávez”, promete ser uno de los acontecimientos más importantes de este siglo. A anotarse pues, y adelante con los faroles.
[1] Historia de la Venezuela Política Contemporánea, 1899-1969, Juan Bautista Fuenmayor tomo IV, pág. 291.