Rafael Poleo se creyó el más listo de la comarca metiéndose a periodista-editor en un país que él consideraba de cobardes y mediocres. Rápidamente se dio cuenta que para hacerse rico y poderoso, le bastaba con “roncar” bastante fuerte a los poderosos, y tener un punto de apoyo político-partidista desde el cual solicitar ayuda y financiación del gobierno y de ciertas empresas. Nada mejor para aquella época que hacerse adeco. Lo requería si aspiraba a convertirse en el Hearst venezolano, su gran sueño. Fue así, como durante el mandato de Jaime Lusinchi consigue fundar su periódico “El Nuevo País”. Llamó a Lusinchi y le dijo: “Usted Presidente va aparecer en el primer número con un ejemplar en el bolsillo del saco”. Y así fue: el Presidente de la República aparece como gran promotor del incipiente imperio de Poleo. Lusinchi necesitaba de Poleo, como éste del Presidente. Lusinchi y su amante Blanca Ibáñez tenían entonces muy mala prensa, y necesitaban del Robin Hood de Rafael Poleo para defenderse ante los incesantes ataques (interesados de “El Nacional”). Ya para entonces un gran enemigo de Poleo, Jorge Olavarría había salido de circulación porque Lusinchi le calló la bocota dándole una finca en el Estado Carabobo. Poleo aspiraba más que a una finca, y metido dentro de AD, se propuso llegar en los negocios tan lejos como había llegado Gustavo Cisneros, y enfiló todas las baterías de sus dos revistas contra los dos más grandes enemigos de Lusinchi: Luis Piñerúa Ordaz y Carlos Andrés Pérez (con el propósito de defender el candidato oficialista Octavio Lepage). Con don Octavio, Poleo podía gozar de una paz octaviana para sus negocios. Piñerúa en una de esas peleitas miserables llamó a Poleo “cagatinta”, y éste con su vulgar agudeza y por su periódico, le replicó: “Y usted es una cagarruta.” Hoy todo esto pasa por la mente de Poleo quien se encuentra, gordo, fofo, enfermo, vacío y oliendo mucho a pardillo. Recuerda Poleo, echado en su apartamento de Miami, cuando Sanín (Tarre Murzi), en un artículo destacó el papel de las amantes de algunos de nuestros gobernantes y dijo que ninguna había llegado a mandar como Blanca Ibáñez, y entonces unos policías de Lusinchi le dieron una golpiza. Durante ese régimen lusinchista se metieron espías (disips) en el Congreso de la República, por culpa también de la Ibáñez; ocurrió el lío de Recadi y el escabroso robo protagonizado por Ciliberto y unos 40 jeeps. Todo aquello estaba muy bien para Poleo, y sus revistas no recogían estas informaciones. Poleo, que no se llama a engaño entre sus íntimos, sabe que esto no tiene vuelta atrás, y al igual que Carlos Ortega (su queridísimo LEsh Valeza venezolano) repite: “el Tesoro Nacional se nos fue de las manos.”
Rafael Poleo llegó a ser diputado adeco al Congreso de la República, y la Dirección Nacional de su partido lo designó en 1986 para que lo representara en un interesante debate sobre la libertad de expresión. “Fui escogido-dice Poleo-, por mi oficio de periodista, con la experiencia que tengo como reportero político, jefe de redacción, director, editor y también jefe de Estado Mayor –por llamarlo así- de Miguel Angel Capriles, de William H. Phepls, de Armando de Armas, en distintas etapas de mi vida profesional”. Todo un caimanzote, pues.
En su testamento polítiquero, él recorre este largo discurso de más de una hora, que durante mucho tiempo estuvo considerando genial, hasta que vino Chávez y desnudó a todo el mundo. Dice por ejemplo, jalando sin control: “Jaime Lusinchi, ese hombre a quien Arturo Uslar Pietri, llamó hace pocos días “abundante de corazón” y a quien otros amigos suyos acusamos de ser excesivamente abundante de corazón, es comparable con el Hitler de los años 1935 y 1936, en una cita un poco “piratona” de William Schirer que nos hizo ayer Eduardo Fernández. Este libro “Auge y caída del III Reich” –por cierto- me lo regaló Miguel Angel Capriles cuando iba saliendo de una prisión y yo iba entrando a sustituirle”.
El ataque era contra Eduardo Fernández, el que había sido elegido por COPEI el día anterior para participar en este debate, y por eso le contesta Poleo: “Hace falta esta referencia porque el Diputado Eduardo Fernández ha citado muchas cosas del exterior y, debido a la ignorancia que se tiene en otros países –sobre todo en los países industrializados- sobre Venezuela, pudiera mover a alguien en aquellos países a creer que verdaderamente aquí en Venezuela se están montando, campos de concentración para meter a los copeyanos”. (Risas).
Véase, pues como se batía la manteca entonces, y añade don Rafael: “Esto no quiere decir que no lamentemos que durante este período constitucional hayan ido a la cárcel dos colegas periodistas, uno de ellos, mi amigo Rodolfo Schmidt, amigo desde mucho antes de que ejerciera el periodismo, espíritu inquieto en que reconozco virtudes que muchos de mis compañeros no quieren admitir.
Y sigue Poleo en su discurso dando datos para la historia de este país, porque los copeyanos y los adecos se daban de las greñas como princesas en un burdel: “Pero COPEI también tuvo sus “presitos”. Fue famoso durante el Gobierno de COPEI el caso de la periodista María Eugenia Díaz. “El Diario de Caracas”, ardientemente defendido –ahora- por el doctor Eduardo Fernández, dedicó esta separata al caso de María Eugenia Díaz, que conmovió la República de 1981, sobre todo porque la pobre de María Eugenia tuvo que pasar la navidad en la cárcel. A María Eugenia la metieron presa por orden de un tribunal militar. Se pudiera decir que también fue un preso judicial, igual a los “presitos” que lamentablemente ha habido en nuestro Gobierno (adeco), los dos fraternos amigos míos a quienes me he referido: Rodolfo y Rubén. En este mismo período de Copei también fue preso Rodolfo Schmidt, pero la gente no se acuerda de eso”.
Agrega el señor Poleo: “De mayor gravedad fue el caso del periodista Olmedo Lugo, quien fue detenido en circunstancias más escabrosas: Ante el Tribunal XV de Instrucción, el periodista Olmedo Lugo denunció el régimen de “mordidas” que durante el Gobierno de COPEI, existía en el Ministerio de Información y Turismo. Como resultado, Olmedo Lugo fue objeto de un auto de detención y su caso conmovió a la República. Hoy vale la pena citarlo no sólo porque Olmedo Lugo fue a la cárcel por denunciar corrupción en el Ministerio de Información y Turismo durante el Gobierno de COPEI, sino porque entre los denunciantes, entre los copeyanos que lo demandaron y lo metieron preso, estaba uno que no era copeyano sino funcionario del mencionado Ministerio y que es uno de los demandantes en este caso, y es el colega Rodolfo Schmidt”.
“Pero no todos los presos de COPEI lo fueron por disposición judicial, algunos fuimos presos de otra amanera. En 1983, el doctor Rodolfo José Cárdenas (quien por lo visto ya sabía cuál iba a ser su suerte, su buena suerte y como a lo mejor sabía que no íbamos a poder citarlo para ver si era correcto o no lo que hacía), ordenó por decisión administrativa, sin ninguna consideración judicial, la detención del doctor Jorge Olavarria, quien aquí aparece (muestra una fotografía alusiva a lo expresado) cuando lo hacen preso en medio de un escándalo que fue suficientemente sonado y que no hace falta que les refresque la memoria al respecto ya que inmediatamente ustedes se acordarán del caso. Por eso el caso de Olavarria, con todo y ser “sonado” no me parece a mí tan dramático como la detención del director de la revista “Auténtico”, Amable Rosales, quien parece aquí en su escritorio (muestra la fotografía), en su despacho de periodista, en el momento en que la policía de Rodolfo José Cárdenas llega a detenerlo por orden unilateral firmada solamente por el Gobernador del Distrito Federal, sin que intervenga ninguna autoridad judicial”.
“Esta foto que muestra la dirección de la revista “Auténtico” custodiada por la Policía Metropolitana, no pretendo que sea la imagen del concepto que tiene el Partido Socialcristiano de lo que es la libertad de prensa, pero de repente alguien puede pensar que se parece bastante. Lo lamento por el oficial de la policía y el distinguido que aparecen, lamentablemente, envueltos en la exposición de estos errores de sus superiores. (Muestra foto de dos policías custodiando una puerta con placa que dice: “Dirección Auténtico”)”.
“Por último, porque a los llaneros nos enseñan que todos los demás deben ir adelante, a mi también me metieron preso. (Aplausos). Yo casi iba a salir “liso” en el Gobierno de Luis Herrera Campíns, pero también me metieron preso. Afortunadamente vino un amigo copeyano y me dijo: “Rafael, hay un plan para dictarte una detención administrativa, de quince días a través de la Gobernación. Una vez que estés adentro te van a abrir un juicio militar”. Ustedes saben que en las revistas “Zeta” y “Auténtico” se denunciaban todas las actividades de ciertos militares repudiados por sus propios compañeros de armas y que están hoy ya bajo auto de detención, por la comisión de aquellos hechos que yo señalaba entonces durante el Gobierno de COPEI”.
“Me fui un sábado en la noche y el lunes en la mañana apareció la orden de arresto, pero ya yo me encontraba en París. De manera que una vez que Morris Sierralta hubo preparado la defensa, me presenté. Y al llegar, a las seis de la mañana, en la escalerilla del avión, fui detenido por un compañerito, “El Cabezón Camargo”, Jefe de la División de la DISIP en Maiquetía , y llevado al Retén de los Flores., donde afortunadamente, no estuve tanto tiempo como hubiera deseado el Partido COPEI, gracias a la habilidad de mi abogado Morris Sierralta, a quien tengo que citar repetidamente, ya uno debe estar siempre agradecido de su abogado y de su médico”.
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