Baltazar Porras le disputa el meollo fenomenológico al Diógenes del Zulia

Él no puede dejar de hablar. Le come la lengua, le escuece la bilis, le pica el neuma. Ya pues, se amarrado la sotana y ha cogido la espada toledana para lanzarse al ruedo de la discordia y echar metralla enfermiza, torpe y criminal contra el pueblo. Ya está en Caracas para su guerrita que será hasta diciembre, y debuta en un foro llamado “Jornada sobre la Reforma Constitucional”, que se realiza hasta hoy en la Universidad Central de Venezuela.

Pues bien, Baltazar está indignado porque el filósofo del Zulia pretende ser más profundo y agudo que él, y los tratados que Manuel ha redactado refutando la Reforma Constitucional, según Porras carecen de realidad imanente positivista.

Baltazar Porras sostiene que lo que el gobierno intenta presentar como una reforma es algo que va mucho más allá de una nueva Constitución, de un naciente pacto social, que modificará la estructura del Estado y los fundamentos de la vida social y económica del país. Claro que sí, de Perogrullo. Pero añade: "Se trata de una propuesta y de una metodología que está viciada y es moralmente inaceptable". El se explica “El problema es que la nueva Constitución no nacería de un pacto entre todos los sectores de la vida nacional.” Imagínense una Constitución que fuese aprobada absolutamente por todo el mundo, entonces nos pasaríamos un millón de años para encontrar la fórmula que satisfaga a sus pares del William Dávila Barrios, al sinvergüenza Carlos Ortega, a la delincuente Patricia Poleo, al canalla de Teochoro, al muermo de Orlando Urdaneta y al gusano de Robert Alonso.

Si tal fórmula se encontrara no tendríamos realmente ni siquiera que hacer elecciones y licenciaríamos al CNE. Maravilloso.

Pero continúa el filósofo de Mérida: "Estamos ante una imposición y, además, engañosa, así que la reforma pierde legitimidad. Y cuando se pierde la legitimidad, lo que se genera es una anarquía, una situación de anomia, seguida de la violencia como vía para imponerse". Coño, que enjundia tan metafísica. Antonio París al escucharlo sufrió un cómico espanto y Cabeza e’ Motor tuvo que tragarse do barbitúricos.

Pero el arzobispo estaba en vena escatológica y puso como ejemplo: “la Constitución de 1811, fracasó porque fue un pacto social que no representaba a la mayoría venezolana, sino a una minoría. "Vemos, entonces, como se generó una guerra civil", recordó.

Lo atronadores aplausos de la concurrencia se expandieron cual bomba nuclear y resonaron por todos los espacios y las conciencias nacidas y por nacer de este semi-continente.

Para Porras la actual propuesta de reforma le da más atribuciones al Estado que a los ciudadanos, y es una reforma para un Estado autoritario y autocrático. "Las instituciones están al servicio del poder y no de los ciudadanos. Se pretende acabar con la descentralización, que es uno de los factores de equilibrio de poder que existen hoy en día", dijo.

Abogó por la descentralización que siempre con mucho tino y extraordinario pulso moral y humano llevaron a cabo hombres de su más íntimo entorno familiar, como William Dávila Barrios en Mérida, Enrique Mendoza en Miranda y el llamado “Burro” Martínez en Monagas.

Un periodista le preguntó si se había leído la propuesta de Reforma y contestó con su vocecita gangosa y cansada; “Para qué. Ya me sé de memoria todo lo que propone y tiene en mente el señor Presidente de la República”.

Para luego sentenciar: "Una de las claves de esta propuesta es darle legalidad a una serie de normas que hacen que cualquiera de nosotros se convierta en un potencial delincuente", lamentó. "Si se restringe el derecho a la libertad, a la información, a la reunión, el estar nosotros reunidos aquí en este momento nos convierte en personas fuera del Estado de Derecho".

Porras también criticó la "manera negativa" en que se introduce el tema del poder popular dentro de la reforma.

Muy retórico y más cantinflérico que nunca, acotó: "Porque se me da poder en la medida en que cedo algo más. Y eso no es un auténtico poder social ni es un verdadero sentido de participación. Esto, desde el punto de vista moral y ético, es peor. Porque lo que hace es prostituir al ser humano mediante el soborno, el ofrecimiento y la dádiva", señaló. Finalmente, en un todo de acuerdo con Oswaldo Álvarez Paz, el arzobispo no se atrevió a hacer un llamado a que el pueblo participe en el referéndum. "El voto es el último eslabón de un proceso de participación. Uno no puede plantear sin más si va a votar o no, si no da otros pasos anteriores", dijo. "La abstención puede tener un valor moral, pero tiene muy poco valor político. Lo que no podemos hacer es cruzarnos de brazos. Toda sociedad se construye mediante la participación activa". Estupendo, genial.

jrodri@ula.ve



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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