La contrarevolución plastificada se consolida en Cabimas

Hay seres tan geniales que no tienen otro sino que el de ser incomprendidos por sus congéneres, criaturas tan avanzadas a su época que están condenados a soportar sin remedio sobre sus lomos de Pegaso tropical, la ingratitud de aquellos que no estuvieron a la altura de comprender sus vuelos siderales. La historia , con el perdón del cada día más joven Carlitos Marx, que demostró científicamente que ésta no era más que una lucha de clases; es también un festival de desagradecidos donde no existe el más mínimo respeto por los grandes protagonistas del sumus histórico de ciudades y continentes.

Hemos dado este necesario rodeo para decir que en Cabimas, una de las pequeñas ciudades más calurosas del trópico latinoamericano, se está cometiendo una injusticia muy grande con el benemérito señor, don Manolito Rosales, “el vuela más que el viento” el desarmador de balines, el churrasquito de mono, el rey del plástico, el líder fundamental de la contra revolución plastificada, que él ha consolidado al ganar la batalla contra los árboles de la extinta plaza Bolívar. Manolito ha talado todas las matas como para matar los viejos recuerdos de los cabimeros, o tal vez para demostrar con ese acto tan puro para el plastifiquismo, que toda expresión de sentimiento, de arte y de arraigo popular queda abolido.

Cuentan que Rosalito está muy consternado con la gente de Cabimas que lejos de entender su contra revolución plastificada, le tiran piedras desde los tribunales, y desde los medios de Comunicación, acusándolo de haber destruido la Plaza Bolívar, derribando todo vestigio de flora arbórea, desapareciendo el busto del Libertador, y dejando todo aquello como un predio para chivos, plagado de unos mamotretos de plástico que asustan a las cabras que pudiesen entrar a aquel posible lugar de pastoreo. Al rey del Plástico le duele en lo más hondo que los nativos de Cabimas no comprendan sus esfuerzos por plastificarlo todo en su republiquita del Zulia.

La gente de estos lugares no se ha tomado la molestia de revisar el rosalismo alemanismo, teoría científica que demuestra que por cada mata tumbada en Cabimas se genera una fuerza mayor de contrastación del calor y que de dicha contrastación surge una temperatura más fuñida, que al contacto con el cuerpo humano se convierte en camaca. La Camaca es la energía con la que el plastificador piensa sustituir el petróleo.

La injusticia persigue a Rosalito, lo han acusado de analfabeto, y ciertamente no lo es, por que él es el rey de una nueva cultura que rompe con todos los nexos de la Cultura anterior. Es por ello comprensible que el Plastificador hable de hornos que fructifican las peras, de ballenas negras que cantan para seducir a los politiqueros de su "Nuevo Tiempo" que se pasean muy orondos por su mini república.

Recomponer la simbología de la zulianidad es otra de las obsesiones del Plastificador. Los marabinos vimos con asombro y después con resignación como la plastificación volteaba como una media el Paseo Ciencias de Maracaibo, y aventaba lejos las obras de Jesús Soto y de otros grandes artistas del arte viejo, para engordar a la Chinita en aquellas gigantescas moles de plástico. La Chinita convertida en una Chica Plástica por obra y gracia del arte de Rosalito, en la Plaza que lleva su nombre. Algunos mamadores de gallo, de los que no faltan por ahí, acusaron injustamente al plastificador de haber matado el Arte, y lo llamaron articida, lo cual constituye una grave equivocación, no puede ser articida quien destruye el arte anterior para fundar uno nuevo, y sobre todo si ese arte nuevo está plastificado.

¡Qué viva la contra Revolución Plastificada!

¡Qué viva el Plastificador del Zulia Manolito Rosales!

¡Plástico, más Plástico, o insolación!

¡Estamos plastificando!


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Eduardo Mármol


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