Nuestra lacaya burguesía sigue envalentonada. Sus actuaciones asemejan a los zamuros volando en círculos sobre la carroña. Solo basta con que acontezca una desafortunada tragedia; que aparezca una victima de las "causalidades de la vida", y los vemos a todos ellos, inmediatamente, por los aires caer en picada sobre el cuerpo aun moribundo de los pobres.
Pero nosotros, los revolucionarios, debemos comenzar por reconocer lo siguiente: Esta implacable guerra mediática que enfrenta la revolución, y que, como bien sabemos, es orquestada por el imperialismo a través de sus lacayos, ha logrado influir negativamente en una parte importante de nuestro pueblo. Si no aceptamos o reconocemos al menos en parte a lo anterior, entonces este artículo no tendría valor, y la ceguera y el triunfalismo seguirán arrastrándonos a nuevas derrotas.
Pero quizás el mayor logro de estos lacayos ha sido el poder mantener a la revolución a la defensiva, en despistarnos de la vía revolucionaria. Hemos estado haciendo frente a la peor campaña mediática de todos los tiempos; desmintiendo y tratando de resolver los problemas inmediatos que surgen y que ellos aprovechan para manipular a nuestro pueblo, pero no profundizamos la revolución. Veamos.
La burguesía astutamente, cual serpiente, pretende manipular al pueblo haciéndoles creer que “es la revolución la culpable de la corrupción, la ineficiencia del Estado y de tantos otros males que nos aquejan”, -cuando en realidad es la herencia del pasado que arrastramos en el presente; el capitalismo y su cultura de la miseria humana (originaria del consumismo y del robo (la explotación) del burgués patrón a los obreros esclavos); son ellos mismos los responsables-.
Por un lado tenemos a los corruptos de siempre. Junto a ellos, por otro lado, tenemos a un sin numero de viejas Instituciones, Entes, fundaciones, etc., que aun tienen vida dentro de los ministerios (del Estado), y que fueron diseñados por la burguesía, en el pasado, en procura de sus propios fines e intereses. Organismos que, parafraseando al Ché: “fueron estructurados lo suficientemente permeables como para permitir el transito de los aprovechados corruptos infiltrados en la revolución, y lo suficientemente herméticas como para apresar en sus mayas al pueblo y sus esperanzas evitando o retardando las soluciones oportunas a sus problemas.
Pero lo peor no recae en que este absurdo -por la permanencia de organismos inútiles y obstaculizadores de la revolución que se pretenden seguir fortaleciendo-, no, lo preocupante hoy, es que, paralelamente a ellas, nacen otras nuevas instituciones y entes, que, aunque necesarias para afrontar las actuales coyunturas, aparecen viciadas por los mismos males del burocratismo.
Sabemos. Nuestro enemigo, el imperialismo a través de sus lacayos, en momentos coyunturales y cercanos a las elecciones regionales utiliza (o quema) sus cuadros políticos quienes aun se alojan dentro de la revolución; y que también, utiliza los problemas del Estado para arremeter mediáticamente contra la revolución misma.
Es afrontando este problema de manera política, con ideas, y con la dirigencia y el liderazgo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) al frente, es como pudiéramos influir en nuestro pueblo y ayudarlo a interpretar mejor estos problemas y generar soluciones. Solo movilizando al pueblo políticamente, ellos pudieran interpretar de mejor manera las posturas oportunistas asumidas, como por ejemplo, la de los diputados: Tascón y Azuaje, entre otros; y el terrorismo mediático desplegado por la Quinta columna desde los inicio de la revolución, y en los últimos sucesos en la Maternidad Concepción Palacios.
Pero ¿Qué hacen nuestros dirigentes políticos en vez de colaborar con la revolución y el Comandante Chávez para solventar estos problemas?
En cambio de ayudar en desenmascarar a los traidores y de transformar al Estado, los revolucionarios no estamos viendo hacia adentro mismo de la revolución. Cuando más urge la crítica y la acción, las 3R, nos asustamos de ellas. Comenten el error de no responder de manera política y con contundencia al tema de la corrupción; de no movilizar al pueblo a favor de las ideas de la revolución. En cambio, pareciera, les seden nuestras banderas de lucha contra este flagelo a los verdaderos ladrones del pueblo: a los lacayos. Se convierten en simples demagogos frente al pueblo.
Por otro lado, no priorizan en la necesidad de seguir transformando al Estado -de profundizar en su transformación-; de que debemos de eliminar las viejas instituciones y los entes innecesarios, obstructores del Estado socialista; y que debemos de evitar, a como de lugar, que las nuevas nazcan marcadas de burocratismo y privilegios: marcadas de muerte.
Por ello, nuestros "oficiosos" o distraídos dirigentes políticos, y algunos ministros levantan, de manera equivocada, las banderas de la unidad, y piden al pueblo más paciencia por la ineficiencia del Estado.
Bajo las incomprendidas banderas de la unidad –que persigue la verdadera unión de las diferentes corrientes revolucionarias y nacionalistas que hacen vida dentro de la revolución- y por sus llamados a la paciencia, algunos de nuestros dirigentes políticos no se dan cuenta que amparan al corrupto y al inepto; que contribuyen a que tomen fuerzas las tendencias oportunistas que piden por la conciliación con la reacción; que potencian las tendencias al burocratismo absurdo y la ineficiencia dentro del Estado, y que se atente de muerte contra la revolución.
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