El gobernador del Zulia, Manuel Rosales, lejos de hacerle un favor a Pablo Pérez, su delfín y candidato impuesto a ocupar el Palacio de Los Cóndores por encima del resto de los aspirantes, para las elecciones del 23 de noviembre, lo está sepultando al ponerlo casi de preescolar ante el pueblo en general.
Rosales produce un grave daño a Pérez cuando en sus alocuciones televisivas o cadenas regionales, lo llama como a un niño aprendiz para presentarlo y vendérselo a la gente como el hombre idóneo que lo puede suceder en la Gobernación.
A mí modo de ver, esta es una acción penosa, sobre todo para su joven prospecto, que más bien se ve de títere. Incluso, el que todavía no lo conozca puede confundirlo con uno de sus guardaespaldas, porque Manuel Rosales le tiene asignada una posición, según la cual, las cámaras de televisión lo enfoquen detrás de él, mientras declara o da sus discursos demagogos. Estoy completamente seguro que los zulianos no quieren gobernantes de esa naturaleza.
Además, el mandatario regional no tiene credenciales para proponer dirigentes que pudieran sustituirlo en el cargo, después de la nefasta gestión realizada en el Ejecutivo regional, agravada desde que dejó de gobernar para andar en campaña. Cada día hay un secuestro y cuando no le echa las culpas al Gobierno nacional, calla de manera impune.
Lo peor que le sucedió fue no crecer en la Gobernación. Nunca dejó de ser alcalde. Estuvo dos períodos en la municipalidad y luego resultó electo gobernador, sin embargo, su gestión la siguió maquillando a punta de brocha y pintura como otro burgomaestre más. Se olvidó de las obras de envergadura.
Hasta allí le llegó su mentalidad, de hecho, todavía mantiene disputas legales por la refacción de dos plazas. Una es con la Alcaldía de Maracaibo por el Parque La Marina, al final de la avenida El Milagro y otra por la Plaza Bolívar de Cabimas, donde arrasó con una buena cantidad de cocoteros y árboles milenarios y tuvieron que paralizar los trabajos.
Refiriéndome específicamente a Pablo Pérez, quiero añadir, mis amigos lectores, que esa actitud que lleva de la mano de Rosales, no le queda nada bien. El Zulia no necesita de principiantes y me disculpan esta posición, pero así realmente lo hace ver el gobernador en público.
A estas alturas, los candidatos de oposición debieran estar haciendo propuestas convincentes, planteamientos diferentes, que le ronquen a los del Gobierno nacional, con la finalidad de que la gente escoja la alternativa que considere conveniente.
Por supuesto, el pueblo de esta región no les cree, pero de todas formas, los aspirantes que se vean con chance, debieran estar montados ya sobre el aparato con su proyecto de gobierno.
Tampoco caer en el error en que se encuentran actualmente. Los candidatos de la oposición basan su campaña electoral en esperar que el presiden Hugo Chávez hable para, el día siguiente, salir a descalificarlo y a desacreditarlo a través de los medios de comunicación que tienen a sus servicios.
A veces provoca decirle a Chávez que no hable durante dos o tres meses para ver qué hacen. Carecerían hasta de mentiras que exponer a los electores.
No dudo que Pablo Pérez sea un joven capaz y talentoso a diferencia de Rosales, duramente cuestionado por un gran sector de la población por sus desaciertos y disparates en los discursos.
Pero por lo menos debe demostrar que tiene criterio propio, capacidad de establecer metas y objetivos, de planificar, de crecer junto a su gente, que sea innovador, responsable y tenga mucha calidad y sensibilidad humana.
Imaginen que Pérez requiera tomar una decisión urgente en la Gobernación y Manuel Rosales no se encuentre en el momento. Una situación realmente deprimente para los zulianos.
Una cosa es ser delfín de un renombrado político con incuestionable credencial para ocupar cualquier cargo de elección popular y otra ser títere de un aventurero de la política. Lamentablemente para él, Pablo Pérez parece no tener claro esa diferencia clave, que requiera un buen candidato a la gobernación.
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