Llegaban aquellos autobuses de doble nivel, horribles con exceso de aire acondicionado, y los padres lloraban abrazados desesperadamente, porque a sus hijos los malditos comunistas del gobierno se los llevaban a hoteles cinco estrellas, unos para Margarita, otros para Tucacas, Puerto La Cruz, Cumaná, Chichiriviche, Choroní… ¡Ay, que dolor!, y aquellos comunistas iban organizados con paramédicos con sueros raros y medicamentos (peligrosos) para lavarles el cerebro. A cada uno le entregaron una mochila con siete franelas, gorras, koalas, trajes de baño y shores, muy feos, para uniformarlos e identificarlos a la hora de someterlos a penosos chequeos, y a las torturas de sus lecciones.
Y esto se organizaba en casi todos los ministerios, a través de dislocadas agencias de turismo.
Qué sufrimiento.
Y apenas partieron los llevaron a comer a los McDonald’s, y eso que los niños lo que querían era cachapas, comer arepa con queso guayanés, con carne mechada, con caraotas. Pero así son los comunistas, y los castigan adrede. Los torturan y maltratan sin compasión. Qué socialismo tan cruento. Hartos de engullir papitas fritas y carne recalentada y refrescos para que revienten...
Maldita sea, cómo los están adoctrinando, en el peor sentido de la palabra.
¿Y la culpa?, pues de esas agencias de turismo que todas dependen del monstruoso cubano Fidel Castro.
Y allá, en esas cárceles cinco estrellas con cascadas titilantes, con extensas piscinas, con palmeras, con playas y casinos, ¿qué hicieron? Pues los expusieron al sol para que se achicharraran y tragaran indolentemente todo lo que quisieran. Y también gritaran como marranos, bailaran todas esas canciones de letras sucias y miserables que se escuchan en los antros de las nuevas discotecas. Para que fuesen espectadores de shows en los que prima la degenerada ambivalencia de los sexos.
¡Comunistas asesinos! ¡Inmundos cerdos sin patria, acaso no veis que son niños entre diez y trece años!
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