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En su debida oportunidad llamé la atención con toda la fuerza y por todos los medios que pude sobre dos aspectos del sonado caso del maletín.
1. Señalé con dolor que no se hubiese salido de inmediato a salvar la honestidad del gobierno bolivariano. Aquella lentitud –incluida la declaración de Isaías Rodríguez dejando la investigación al gobierno argentino- me pareció un despropósito y el arriamiento de una bandera genuinamente revolucionaria a lo largo de la historia: la honestidad socialista.
2. Advertí que el caso serviría para asestar puñaladas al único personaje que le interesa a la jauría imperial y cipaya, el Presidente Hugo Chávez Frías. La “justicia” de un país que se cree juez del mundo y cuya idoneidad se trasparenta en casos como el juicio a Posada Carriles o los Cinco Héroes Cubanos, utilizaría el mecanismo inmoral de eliminación de los cargos para aquellos imputados que se acojan al beneficio de testigos para colocar en situación delicada ante el mundo a nuestro gobierno.
Ayer se reinició el juicio y ya todo el aparato mediático, partícipes de primera línea en la trama, han soltado la jauría. Globoterror ha destacado a la periodista Verioska Velazco y un costoso equipo de cámaras, técnicos, etc., “para cubrir paso a paso todo el juicio y traérselo a todos los venezolanos a lo largo de las 24 horas del día” (Aymara Lorenzo dixit)
Volveré machaconamente al epicentro de mis argumentos desarrollados en un artículo de prensa y a lo largo de mis programas en Radio Nacional de Venezuela, “El Socialismo de las Cosas más Sencillas”. En toda mi vida de compromiso revolucionario fui acusado de mil cosas distintas: violento, castro-comunista, delincuente… y un largo rosario de epítetos compartidos con los y las camaradas de todos los tiempos, pero jamás un camarada fue acusado de corrupto. ¡Jamás! La razón es sencilla: ser revolucionario jamás significó una ventaja o un privilegio económico, antes por el contrario siempre significó una póliza de seguro a favor de una vida sin empleo, con allanamientos, cárceles y persecuciones. Bien… a estas alturas de la vida me niego rotundamente a compartir camaradería con especimenes como Antonini, Durán, Kauffman y otros de la misma calaña.
La Revolución no puede arriar jamás esas banderas. La Revolución no puede permitir que cuatro bandidos enloden nuestros principios. Desmarcarse de estos bandidos oportunistas y de quienes los apoyen o encubran es vital. Estos “caballeros” manipulados por la norma jurídica made in USA de la protección a testigos van a decir todo lo que a esa inmunda justicia del imperio le venga en ganas. Pueden estar seguros de que prenderán el ventilador y arrojarán excremento a diestra y siniestra siempre con un solo objetivo: lograr que la caca salpique al líder de la Revolución.
El gobierno revolucionario tiene que salirle al paso a esta macabra estrategia. Cabe utilizar en este caso la socorrida frase de “caiga quien caiga” pero esta vez ¡de verdad!. La Revolución Bolivariana es honesta, lo es o dejaría de serlo. La Revolución Socialista no puede tolerar “acompañamientos” de corruptos y bandidos. En eso nos va mucho más que lo que en principio podríamos imaginar. Los revolucionarios no podemos hipotecar los sueños de un pueblo a beneficio de unos mercachifles de pacotilla. Tienen que quedarse solos con sus mentiras como siempre debieron estar. Si alguien de nuestro gobierno tiene algo que ver con esta gentuza debemos ser nosotros quienes les denunciemos. Hay que quitarles la música a la fiesta que tienen montada. ¡Patria y Socialismo... o Muerte, es mucho más que una consigna!