En el sarao apareció Soledad Bravo, arropándose con la bandera venezolana invertida. El zafarrancho era en el Aula Magna. La aplaudían y le gritaban: “Estáis descomunal”. Ella ni les paraba de la alegría. El agite era de pánico porque se iba a pedir la libertad de los “presos políticos”. La adiposa Soledad en un giro que hizo tumbó los cuatro biombos que separaban el escenario del concierto con la los espacios que ocupaban los técnicos. Pletórica de emoción aseguraba a todo el mundo que desconcertaría con su concierto, “haré Un canto por la vida, un canto por los derechos humanos.
La gente se enteraba que se estaba dando inicio a la Semana de los Derechos Humanos. “Humanos y derechos somos todos”, dijo filosófico y vago, el tartamudo dirigente estudiantil, Rikesa Sánchez. El presidente de la FCU llegaba con un grupo de estudiantes manitos blancas, que aplaudía a rabiar al Guasón estrella de Globovisión, Antonio Ledezma. Es decir, la cosa iba de Doctorado Guasa a Guasón en doctos. El marido de Soledad, el bobo Antonio García entró con Bobolongo, como delegados de “No es No aunque Sí sea Sí”. Ovaciones tras ovaciones le ponían la piel de gallina a Bobolongo quien tuvo que meterse cuatro ativan. Todas las acciones y discursos tenían como centro al Presidente Chávez. Lo dijo claramente Bobolongo: “Todo esto nos lo habríamos ahorrado si aquí estuviera gobernando un demócrata de dilatadas dotes humanas como Rafael Caldera, pero sufrimos una terrible dictadura y una amenaza permanente a la libertad de expresión. Aquí en este recinto habrá expresión pero no libertad”. Cuando entraron al Aula Magna el escritor peruano Mario Vargas Llosa y el mexicano Enrique Krauze, Bobolongo turbado, salió a abrazarles, no pudo porque se le atravesó el Guasón. Los más sesudos genios de la política venezolana ejercieron de maestro de ceremonias. Tomó de primero el mando Miguel Ángel Rodríguez. Luego de pedir aplausos vibrantes de emoción– para Ledezma y la rectora de la UCV, Cecilia García Arocha, Rodríguez presentó a Bobolongo.
Como si se tratara de un torero a Bobolongo le gritaban: "¡valiente! ¡valiente! ¡valiente!", y el meneaba la colita. Bobolongo fue tajante, poniendo siempre la esperanza de que Vargas Llosa lo meta en su próxima novela: "Vamos a continuar y sé que venceremos los demócratas de este país". Ledezma pasó luego a tomar un juramento en defensa de los derechos. Una guasa sin fin. La adiposa Soledad, sin voz, porque nunca la ha tenido, gritó otra vez: "Que vivan los estudiantes" cerraron el concierto en medio de banderas ondeantes invertidas de Venezuela y gritos de "¡Libertad!".
La gorda de los mil calzones se explayó: "Siempre estaré con ustedes, hasta que el cuerpo aguante y la voz lo permita ¡Qué viva Venezuela!, ¡Amnistía para los presos políticos!".
Ahora trata El Nacional, como en todo momento lo está haciendo, de cambiar la historia a su gusto y parecer. Por eso tiene esa locura de estar editando libros sobre los hechos del pasado. Ahora tratan de decir que la primera vez que Mario estuvo en Caracas para recibir el Premio Rómulo Gallegos, en 1967, los cubanos le propusieron que "donara" el dinero del premio a la Revolución Cubana, que elogiara a Fidel Castro en su discurso, con la promesa de que se lo devolverían "en cómodas cuotas". Malditos mentirosos y farsantes. Todo el mundo sabe y está escrito, que fue el propio Mario quien en su discurso dijo que se lo donaba a la lucha guerrillera. Cosa que nunca hizo porque lo depositó en una cuenta bancaria en Suiza. Ahora dice Bobolongo que fue por esto por lo que comenzó el distanciamiento de Mario con la Revolución cubana.
Ya se sabe que Vargas Llosa es de los porteros y del miembro más miserable con el que cuenta el Grupo Bilderberg. Por eso cuando vino hace cinco meses a Venezuela pronosticó que Obama ganaría la Presidencia, precisamente porque así ya lo había decidido el Grupo Bilderberg, y él conocía los intríngulis de esta decisión. Ahora, cumpliendo su trabajo de gachupín asimilado de Aznar, proclama: "Venezuela es una democracia imperfecta que camina hacia el autoritarismo. Hugo Chávez, sin embargo, tiene un mérito: Suele expresar con claridad cuáles son sus ambiciones y apetitos. No se necesita un sistema filosófico ni un gran cuerpo jurídico de ideas para saber que en un país como Venezuela quienes están en el poder quieren eternizarse en él. Ese proyecto de reforma constitucional persigue dar legitimidad jurídica a una eternización en el poder". Se ve que el miedo de los neoliberales al proyecto de la expansión de la revolución bolivariana es no sólo continental sino planetario.