La lucha es contra la memoria de los pueblos, que no recordemos nada y si fuera posible crear una Constitución que declarara todos los días “Olvidos Legales” sobre muchos crímenes. El Congreso Neogranadino de 1832, por ejemplo, declaró legalmente olvidado el Crimen de Berruecos. Más de cinco millones de almas han perdido la memoria en este país y fueron los que le dijeron NO, al referendo del pasado 15 de febrero. A ellos queremos recordarles que no hace poco Miraflores estaba ocupado por sombras que no eran hombres, que ni siquiera eran animales. Habían llegado de lugares lejanos con el encargo de matar. Eran tipos carniceros. Estas hienas buenas para la venganza, para el odio carnicero, para la sevicia, para la bajeza innominable, para el trabajo de animales de presa, estaban allí, al servicio del señor presidente de la república, protegiéndolos, dándoles seguridad; eran al mismo tiempo sus adulantes más melosos, más bajos, más dulces. No le importaba a ese presidente que el noventa por ciento de la población lo repudiara: Nada de eso, él había triunfado limpiamente en unas elecciones democráticas por lo que tenía todo el derecho a ser la más insigne de las lacras. Ahora se podía entender perfectamente aquella expresión suya, "llueve y escampa". El hombre aquel tenía una corteza brutal: cualquiera sea el crimen, cualquiera el escándalo, cualquiera sea la cochina agitación que sufra el país a causa de los naturales procesos de fermentación de un sistema harto degenerado, habrá tiempo para el asentamiento de los mismos, para el olvido y la resignación. Los excrementos pese a su fetidez alguna día dejarán de expeler su insoportable olor. Filosofía de cerdos.
¿Por dónde comenzaba la red? ¿Quiénes la encabezaban?: Cecilia Matos, la amante del presidente estaba en el negocio de las Fragatas. También estaba en el mismo negocio, Orlando Garcia, el testaferro de una de las Perras de la Guerra, llamada Gardenia amante del García. Holía a burdel aquella cosa. El Estado venezolano holía a burdel desde hacía muchos años. La conexión de Orlando García se ramificaba y se enredaba con la mafia de Herminio Fuenmayor en relaciones que tocaban el narcotráfico según lo que sostuvo Osmeiro Carneiro. En medio de todas aquellas pestes, el mandamás de esta Venezuela emputecida lanzó el alarido (ridículo) de que estaba convertido en el jefe de la guerra contra la droga, cuando todo ese negocio se dirigía desde Washington. Pero Este vil guerrero contra la droga estaba protegido por elementos siniestros: por los que volaron el avión cubano y estaban en los intríngulis del asesinato de Letelier. Y bien sabemos que si este Aquiles contra el delito quería dar ejemplos de valor, tenía que ser duro contra Herminio Fuenmayor y serlo también con Orlando García y con toda la cuadra de los implicados en el negocio de las Fragatas, que todo estaba relacionado. Es impresionante la forma, el estilo como las amantes de los "Hombres Poderosos" adquieren gran popularidad y ascendiente entre los policías, entre los militares. ¿Recordaremos a Blanca Ibáñez vestida de militar, pasando revista a las operaciones en Maracay, durante las inundaciones del río Limón? ¿Recordaremos las enormes poderes que manejaba misia Ibáñez desde los cuerpos seguridad del Estado que hubo hasta amenazas contra la vida de la esposa de Lusinchi, contra Sanín, contra el Congreso de la República y contra muchos periodistas? ¿Dónde estaba entonces la dignidad de estos bandidos del Este que viven organizando marchas contra el gobierno y que esgrimen contra Chávez el Discurso de Angostura y otras sandeces? Estoy seguro que todos los padres de esos Manitas Blancas estaban en los guisos horribles que destruyeron aquella Venezuela. Tienen necesidad de pintárselas blancas porque ocultan genes de horribles garras que aflorarán si tienen el chance de cogérsela nuevamente.
Carlos Andrés Pérez llegó a la paranoia del irrespeto cuando dejó inundar a Miraflores con una canalla de delincuentes internacionales. No sólo se rodeó de estos asesinos sino que salió a defenderlos. Por lo menos intentó proteger al Jefe Supremo de todos ellos: Orlando Garcia. Aquí se ha venido diciendo desde hace muchos años que la DIM mandaba a matar a la gente. Se dijo insistentemente que la DIM mató al abogado Ibarra Riverol. Bueno, la DIM estaba haciendo lo que le daba la gana, y quería últimamente comenzar a matar periodistas. La DIM era la hiena inmunda al pie del señor presidente de la república. La DIM mataba en sus oficinas, en las propias barbas de todo el mundo, y cuando aquella OPINIÓN PÚBLICA era menos que una cucaracha.
Ese era el panorama de aquella democracia de alcantarilla, sin embargo ante aquel cuadro Eduardo Fernández con una imaginación de mono trapecista estaba dedicado a buscar candidatos de conceso nacional entre una guarida de putas, ladrones, narcotraficantes, mafiosos y oscuros negociantes de partido. Él sostenía por todo el cañón que aunque la corrupción del gobierno de CAP fuese espantosa había que calárselo porque había sido elegido por el pueblo (aunque la abstención hubiese sido del 75%). Así estábamos señoritos de las manitas blancas.
Venezuela -yo lo decía en escritos terribles- era un país de cobardes, un país de maricas que ansiaban ser famosas y "notables". Andaba entonces yo ahogado, frustrado y sin salida por mi simple condición de ser venezolano. Estaba realmente enfermo de las pendejadas conque todo el mundo se quejaba y lloraba sin hacer algo para salir de esa inopia. A mí no me interesaban los gimoteos. No aceptaba que nadie me viniera con protestas contra la miseria mientras vivía echado en una poltrona viendo televisión y hablando pendejadas. Sólo me interesaba la acción y todo el mundo me sacaba el cuerpo. Cómo odiaba el onanismo de la palabra, del discurso, de las asambleas interminables. Cómo ansiaba tener el privilegio de entregar mi vida a cambio de una buena guerra, porque había llegado al profundo convencimiento de que la vida para uno en tal apoplejía redundante era un martirio y peor que la propia muerte. Antes, cuando escribía con igual franqueza contra Lusinchi, los propios izquierdistas se llevaban las manos a la cabeza, porque según ellos se estaba cometiendo una blasfemia terrible contra el orden y la seguridad del Estado. Fui uno de los pocos que enfrentó con la palabra al gordito miserable que había montado una Feria de rameras y homosexuales en Miraflores. Luego que el Gordito Gerber entregó el poder, salieron cientos de vengadores sociales a criticarle su monstruosa estupidez con la banca y con la Blanca, con los de RECADI y miles de otras inefables vagabunderías. Pero sólo cuando se fue.
Y yo no esperé a que aquel monumento a la traición del país, CAP, se fuera para atacarle; no, por todos los medios que tuve al alcance ataqué aquel miserable perdonador de los infernales garimpeiros que habían destruido nuestra sagrada naturaleza, a aquel negociador de nuestras fronteras, a aquel protector y protegido de una monstruosa red internacional de asesinos. NO, no esperé a que dejara el poder para luego criticarlo. Tenía hacerlo o me moría. Y por eso muchos, que incluso hoy gobiernan, me llamaban loco, agresivo y resentido.
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