Si no reconocemos las contradicciones ante la cotidianidad, corremos el riesgo de ser muy, pero muy torpes, o muy, pero muy estúpidos, según sea la profundidad de esas contradicciones.
Antonio Ledezma, quien pertenece a esa “nueva generación” de líderes que heredaron al ladrón Manuel Rosales (otro juvenil ejemplo de la oposición), se fue a la Plaza Brion de Chacaito para anunciar nuevas acciones de resistencia civil y todas esas cosas que van repitiendo desde hace diez años para tumbar al Comandante Chávez.
Globovision lo sigue casi con adoración, lo alaba, lo ensalza, lo adora, lo recomienda a CNN, lo azuza, sin importar cuántos asisten a la cita cuasi subversiva. Hay más camarógrafos y periodistas que encopetadas, extintas adecas o copeyanas disociadas, manipulados, seguidores todos de una danza constante de fracasos. Pero, allí está... Basta una cámara, un micrófono y el verbo encendido, emulo del gocho de Rubio, para despertar las bajas pasiones de una telenovela decadente. El ridículo no tiene medida, pero ya no hay conciencia de si se hace el ridículo o si están convencidos de estar frente a un pueblo pendejo que todo se lo traga. Pueblo que, por cierto, ya no existe, pues se ha empeñado en estudiar, organizarse y hacerse notar... Pero, allí está... y Globovision se empecina en desvirtuarlo.
Mientras Toñito Ledezma repite la letanía del país virtual destruido, ese país que no avanza económicamente, ese país que no tiene solución, apocalíptico, cayendo al vacío que no es vacío porque no acaba de caer. Mientras Toñito repite la misma mierda sobre una autocrática dictadura que aún no acaba de ser dictadura... o, ¿perdón?, neodictadura, dictadura tropical, dictadura perfecta, dictadura que no parece dictadura, pero que es dictadura porque Alberto Federico Ravell dice que es dictadura y san se acabó. Pero, en la calle, en el mundo real, ¿cómo están las cosas? ¿mal o bien? ¡Depende!
Toñito no es más que una pieza más de ese ajedrez que tiene el Departamento de Estado. Toñito no es más que un títere pendejo, repetidor del discurso desestabilizador que se va tejiendo para repetir el golpe del 2002. Eso de Repetir y repetir continuamente que el país está mal en lo político, en lo social y en lo económico, cuando los signos que percibimos en la calle son totalmente opuestos, han cansado o, prefiero afirmar, han ocasionado el efecto boomerang en los sectores afectos a la oposición... ¡Ojo! Y no estoy hablando de cosas profundas, inflación, devaluación, neoliberalismo, capitalismo o recuperación del poder adquisitivo, solidaridad, socialismo, ¡NO!... Me refiero a las cosas banales, pendejas, aquellas que interesan realmente a la pequeña burguesía. Esas pequeñas cosas que alimentan el ego y que hace pocos años no estaba a su alcance.
Por ejemplo y me excuso de antemano, porque no pretendo ironizar al respecto, ¿sabían ustedes que en este país se ha alcanzado un record envidiable –para el gremio privado de la medicina-, en la reconstrucción de senos, liposucción y otros menesteres de la cirugía estética? Hace unos años, la reconstrucción de las mamas, era un privilegio de la clase alta y de algunos sectores de la clase media alta. Hoy, podemos ver con toda naturalidad que esta práctica ha llegado a la clase media y una parte considerable de los sectores que podrían considerarse de clase baja. Algunos camaradas podríamos permitir que aflore el macho primitivo y confirmar que las calles se han convertido en algo así como un colirio para los ojos. No obstante, es cierto... La reconstrucción de los senos ha dejado de ser una opción para las mujeres que han tenido hijos y que desean recuperar la figura juvenil. Ahora, como líneas de producción en serie, pasan una tras otra, algunas adolescentes, que desean modificar lo que la madre naturaleza le dio, pero que sin importar los ocho mil Bolívares Fuertes por delante, quieren dejar en manos de los cirujanos plásticos... ¿Ocho mil Bolívares Fuertes? ¡SÍ! Ocho millones de Bolívares de los viejos por cada par de tetas –disculpen nuevamente lo bizarro-, en un país que está acabado económicamente y dirigido por un dictador que ha quebrado los ingresos de las mayorías.
Conversaba recientemente con un médico amigo y se mostraba preocupado por la falta de especialistas anestesistas. Me dice que no hay anestesistas y que los pocos que hay, están aceptando ofertas para irse al exterior, pues parece que el problema es a nivel mundial. Sin embargo, en esta “dictadura” que ha instalado Hugo Chávez al norte de América del Sur, la “tetología” se ha convertido en un negocio muy, pero muy, rentable; tan rentable, que se ha convertido en uno de los principales ingresos de los socios de clínicas privadas y hasta de alcance popular... No me crean, sólo miren a su alrededor y suspiren.
Rafael Osío Cabrices, columnista ecléctico-escualidoforme de la revista dominical del diario El Nacional, trató de hacer un recuento cínico de las bondades de la Revolución Bolivariana. Escribió sobre los carros agotados en concesionarios; también de las clínicas privadas que no se dan abasto con los enfermitos que no quieren asistir a Barrio Adentro; la espera en los restaurantes elegantes para ocupar una mesa y el whisky 18 o la champaña –cosa común- en Las Mercedes; los pasajes aéreos agotados a Margarita... o a París, o a Roma, a Miami, a todas las capitales del mundo y se pregunta asombrado ¿Cuántos Sambil se están construyendo en Venezuela?
Osío sigue escribiendo y yo sigo leyendo, pues me preocupa que Osío no logre construir el final de un artículo que, se supone, debería estar en contra de la Revolución Bolivariana y el Comandante Chávez... ¡Nada! Es inútil, todo lo escrito, escrito queda y Kotepa Delgado resucita, porque algo queda.
Globovision podrá elevar a su máxima expresión el significado de la palabra “PALANGRE”, pero las contradicciones se van acentuando, el Excelsior Gama tiene en su stock caviar rosado, las clínicas siguen produciendo tetas al mayor, los Sambil siguen abarrotados vendiendo miles y miles de Black Berrys, las vacaciones no son exclusividad del mes de agosto, Caracas es un estacionamiento colectivo y los restaurantes compiten con la gastronomía mundial, mientras Toñito Ledezma y Planas y Ramos Allup y Cabeza e’ Motor y Leopoldo López y todos los opinadores que siguen cobrando por hablar paja del proceso revolucionario, no saben que hacer con la Venezuela virtual que han creado... y no existe, ¡coño, no existe!
¿Hay dos países? Eso me preocupa. Pues, si bien es cierto que las contradicciones nos siguen indicando que el consumismo es un problema grave que no hemos podido enfrentar con éxito, también es cierto que no hemos acelerado el proceso ideológico que nos permita luchar contra esas banalidades que siguen imponiéndose a favor del capitalismo.
Este no es un artículo conservador en contra del record de tetas nuevas. Hago esa observación por el lado meramente económico, aunque corra el riesgo de ser acusado de machista. Pero, es que hay una predisposición a seguir obedeciendo las leyes del capitalismo y lo vamos disfrazando de adelantos tecnológicos, beneficiando a los consorcios que se nutren de la ganancia para desviar cualquier profundización en la construcción de un nuevo sistema solidario, justo, socialista y dirigido por el Poder Popular. De allí que Toñito y los hampones de la IV República, logren algún interés en sectores que jamás se beneficiaron de los adecos y los copeyanos... De allí que se nos haga cuesta arriba cultivar el espíritu que recorre al mundo, hoy en abierta contradicción con la crisis capitalista.
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