LA CARTA DE LOS OBISPOS
Sin duda, desde el comienzo del Gobierno Revolucionario, la mayor parte de los obispos de la Iglesia Católica han tomado posiciones contra el Gobierno, a menudo de manera activa y aun violenta a favor de la oposición que se manifestaba en sus actos. Los éxitos alcanzados que mejoraron la posición del Gobierno y el afianzamiento con los países Latinoamericanos y del mundo. La evolución de la situación económica en el transcurso de los años y de los éxitos obtenidos condujo a un cambio radical de esta posición. Las razones parecen ser simples: la prolongación del Gobierno Revolucionario, cuyo final cada vez lo ven más lejano, les obligó a dar el carácter conspirativo que ya venían manifestando. La “Carta colectiva de los obispos de la CEV”, disipó, al respecto, todo equivoco, este texto debe su importancia no sólo a que es una explicación de la actitud del clero, sino sobre todo el hecho de que trata de justificar la rebelión y la conspiración.
La carta de los obispos de la CEV, pretende primero justificar la posición de la Iglesia al justificar el enfrentamiento con el Gobierno Revolucionario. Así también, los obispos declaran de manera perentoria que la “Iglesia no quiere este enfrentamiento”. No lo quiere, pero lo acepta, porque se ve obligada. El recurso a la fuerza, (según ellos) en estas circunstancias, es legítimo: ay amenazas sobre la existencia del bien común (el de ellos); primero, “amenaza” contra la Patria, pues la orientación dada a la política por el Gobierno chavista es del todo contraria “a la naturaleza y exigencias del espíritu nacional”. Amenazas igualmente contra el espíritu religioso. Así, las leyes laicas son calificadas de inicuas, de atentados a la libertad “cristiana” de conciencia, los atentados contra la Iglesia. Por último, hay una “amenaza contra la Sociedad” menos directamente evocada, pues encontramos constantemente indicado en el texto el peligro del “comunismo destructor”, de la Revolución “antidivina”. Por tanto, es necesario batirse, porque es necesario “sucumbir en la embestida definitiva del comunismo o intentar liberarse de él”. La carta es presentada como una reacción saludable, como un remedio “heroico” contra un peligro público; por lo que nos sublevamos y hemos hecho del “patriotismo” y del sentido religioso imperativos que la Iglesia no puede censurar.
Puesto que esta carta es “justa y necesaria”, los obispos no podemos “ser indiferentes”; puesto que los que combatimos “sostenemos una causa santa”, es preciso hacer de este combate una lucha “sagrada”. De donde se desprende el segundo comentario que es conveniente dar a la Carta de los obispos: indicar qué sentido han dado al conflicto, qué carácter les conviene darle. Este conflicto, “reacción de tipo religioso”, es una cruzada, comparable a los monjes-caballeros de las órdenes militares. La causa que defienden es la de sus santos privilegios por entero. Nosotros “soldados de Dios” luchamos “en defensa de los principios fundamentales de toda sociedad civilizada”. Por lo demás, es por completo notable que el texto comience por un llamado a la ayuda del pueblo católico; este llamado está destinado sin duda a los católicos de otros países hermanos, a quienes el recuerdo de una civilización común, de su pertenecer al catolicismo, podrá más fácilmente sumar a su causa.
Finalmente, esta Carta refuta la idea de que las reformas propuestas por el Gobierno Revolucionario, opone a los obispos y a los “poderes constituidos”: la autoridad pública está “arruinada”; para restablecerla, los obispos hemos recurrido a enfrentarlo y llamamos al pueblo. Volvemos a encontrar aquí el argumento invocado desde los comienzos por la oposición y sus conmilitones.
Resta por decir que los representantes de la CEV se niegan categóricamente a avalar todo lo que promociona el Gobierno Revolucionario, que no lo van acatar. Un parágrafo es particularmente significativo; en él se declara que los obispos no se hacen solidarios “de conductas, tendencias o intenciones que, en lo porvenir, pudiesen desnaturalizar la noble fisonomía del país nacional”. Un elemento de polémica, dirigido evidentemente contra el socialismo se añade así al texto.
No hace falta insistir demasiado en el hecho de que esta Carta está destinada a la exportación. La toma de posición de los obispos no enseña nada a los que vivimos el conflicto interno. Por el contrario, su aire que quiere ser un ultimátum, su tono categórico hacen de ella, a ojos de los países Latinoamericanos y del mundo, un texto capital: se presenta a los países según los obispos el “aspecto real” del conflicto venezolano; de ahí la insistencia del texto en subrayar “la vesanía colectiva” de la revolución y de las persecuciones religiosas; de ahí la voluntaria aberración que consiste en presentar a la Revolución como una sublevación comunista, sin cuidarse de la confusión de los términos. Lo esencial es recordar a todos que lo que pasa en Venezuela rebasa el marco de una simple reforma, pues “Dios no ha de permitir que nuestro país sea el lugar de experimentación de ideas y procedimientos que aspiran a conquistar toda la América-Latino Caribeña”.
En la lucha trabada, los obispos han tomado, para lo sucesivo, posición. Su acción contribuye a darle a la oligarquía burguesa una orientación definitiva. Más todavía que las influencias de los obispos no se ejercen solamente sobre los sectores oposicionistas, sino también sobre el pueblo venezolano en general.
Salud Camaradas.
Hasta la Victoria Siempre.
Patria. Socialismo o Muerte.
¡Venceremos!
manueltaibo@cantv.net