Aunque usted no lo crea, amigo lector, hay una posibilidad de que la oposición se lance a las calles con toda su rabia y frustración a defender la recién promulgada Ley Orgánica de Educación.
No es broma, le aseguramos que tenemos la fórmula para conseguir que los medios de comunicación, los cabeza de motor, los bobolongos, las manitas blancas, los matacuras y aquellos que vienen marchando desde el 2001 inicien una campaña “en defensa de los intereses del pueblo venezolano, consagrados en la nueva ley”.
Sí, ya sabemos que parece increíble, pero no olvide que estamos haciendo referencia a la oposición venezolana y no a políticos, dueños de medios y periodistas normales.
Como la mayoría de los problemas, éste de la oposición amenazando con no enviar sus hijos a las escuelas y de dar clases con las puertas y ventanas cerradas para que no se salga Dios, tiene una solución sencilla.
Bastaría conque en un par de meses el presidente Chávez afirmara en un Alo Presidente que es necesario reformar la nueva ley, porque en ella se coloran algunos conceptos antirrevolucionarios.
Júrelo que la oposición se vuelca a la calle a gritar “con mi ley no te metas”
Ocurrido esto, todos estaremos de acuerdo con la nueva ley y seríamos felices para siempre, como decían los cuentos infantiles de nuestra época.
¿Que aún no está convencido?
Si es así, usted debe haber olvidado cual fue la reacción de esa loca oposición cuando el Presidente propuso un referendo, para consultar al pueblo sobre la conveniencia de convocar a una constituyente.
¿No se opusieron? ¿No trataron de sabotearlo? ¿No afirmaron que era inconstitucional? ¿No aseguraron que acabaría con la democracia?
Esa actitud en contra de la consulta popular cambió diametralmente y hasta un referendo quisieron montar por su cuenta, cuando el gobierno se opuso a su estrategia de “Chávez vete ya”.
¿Y con la constitución vigente? La llamaron la mal nacida, la desconocieron, la derogaron aquel 12 de abril de 2002. Luego se convirtieron en la legión de superhéroes por la defensa de la constitución, cuando el gobierno propuso una reforma y más tarde una enmienda.
Créanos, amigo lector, enfrentamos una oposición descocada a la que la bastaría que Chávez diga que es necesario reformar la ley, para que se vuelvan locos y se cambien el “switch”.
Si fueron capaces de creer que las misiones eran una maldición; que la Ley de Pesca iba a acabar con la industria pesquera; que la Ley de Tierras lo haría con la producción agrícola; que la Ley RESORTE con la libertad de expresión; que el viaducto se caería con el primer vehículo que lo cruzara; que los ferrocarriles eran puro cuento; que el segundo puente sobre el río Orinoco lo hicieron ellos.
¿Por qué dudar que la estrategia que proponemos pueda tener éxito?