De ridículo en ridículo

A propósito de la “pelada de culo” que, recientemente y ante las cámaras de televisión, hicieran unos estudiantes de derecha, me preguntó mi hijo: ¿Cuáles son las diferencias más importantes entre los dirigentes estudiantiles de tu época y los de ahora?

Quizás porque esperaba una respuesta diferente, se mostró asombrado cuando le respondí que no hay mayores diferencias entre los grupos que conformaron y conforman la dirigencia estudiantil.

Al igual que ayer, le dije, los jóvenes de izquierda luchan por el socialismo; hablan de patria grande; se nutren del pensamiento de grandes pensadores humanistas; hacen suyas las luchas de los humildes; se oponen al imperialismo y luchan contra la explotación salvaje del capitalismo.

Los de derecha, por su parte, siguen como ayer presos de la banalidad, sin entender la historia y con el alma alimentada por el egoísmo y el individualismo. Antes negaban que los gobiernos que defendían representaban la antipatria, torturaban, violaban los derechos humanos, eran corruptos y llevaban el país hacia un despeñadero. Hoy niegan que se encuentran frente al gobierno más nacionalista y revolucionario de la historia republicana; ven prácticas antidemocráticas donde no existen; llaman perseguidos políticos a ladrones, violadores y asesinos y desconocen logros importantes en salud, educación, alimentación, vivienda, empleo, tecnología, etc.



No significa lo anterior, agregué, que no existan algunas diferencias importantes. En las relaciones con el poder formal, por ejemplo, la situación es completamente diferente.

El movimiento estudiantil de la década de los sesenta y setenta, por ser mayoritariamente de izquierda, tuvo una relación con el poder signada por una gran represión y la criminalización de su protesta por los medios de comunicación.

Que un grupo de estudiantes fuera recibido en el extinto congreso, en el Tribunal supremo o en un programa de radio o televisión era algo sencillamente imposible.

Hoy un movimiento estudiantil, de similares ideas y principios, tiene una relación con el poder completamente diferente. Sin perder de vista el objetivo de sus luchas, acompaña al gobierno nacional en la construcción del socialismo, en la propuesta de brindar oportunidades de estudio a todos los jóvenes venezolanos y en la tarea solidaria de apoyar a los pueblos pobres del continente y del mundo.

Los estudiantes de derecha, por su parte, fueron indiferentes ante la lucha de sus compañeros en las décadas de los sesenta y en muchos casos cómplices de la represión de la que aquellos fueron víctimas. El asesinato de estudiantes, el encarcelamiento de centenares de ellos, la criminalización de la protesta, el allanamiento de universidades y el deterioro de la educación pública, nunca los movió a protesta alguna.

Hoy protestan, como lo hicimos los jóvenes izquierdistas de nuestra época, pero con la mentira por delante y con el apoyo, o más bien bajo la dirección de los medios de comunicación.

Por último, le dijimos a nuestro hijo, otro elemento ha ser considerado a la hora de establecer diferencias es el de la seriedad y el compromiso con la lucha. En nuestra época de estudiantes se tenía bien en claro que la lucha podía costarnos la vida y por ello la asumíamos con extrema seriedad y compromiso.

Hoy la protesta de derecha es un show mediático. Las huelgas de hambre mueven a la riza, las manifestaciones son rellenadas con políticos de oficio y los medios recurren a tomas cerradas para mostrarlas como multitudinarias.

Puedes tener por seguro, le dije, que una oportunidad para debatir en el congreso y en cadena nacional, jamás la habríamos desperdiciado, como lo hicieron las manitas blancas de las universidades privadas de Caracas. En cuanto a eso de “pelarse el culo”, será muy común entre los gringos, pero aquí no es más que la demostración de que la falta de ideas, de conciencia y compromiso lleva el movimiento estudiantil de derecha de ridículo en ridículo.




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Alexis Arellano


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