Urosa Savino, el mismo sinvergüenza que afirmó que la enmienda constitucional era moralmente inaceptable; el mismo miserable que hizo campaña contra la Ley Orgánica de Educación; el mismo manipulador que afirmó que Chávez quería sacar a Dios de las aulas; el mismo desgraciado que se hizo eco de la campaña que afirmaba que el gobierno revolucionario le quitaría la patria potestad de los niños a sus padres; el mismo inmoral que escribió que a los pobres no debía brindarse la misma educación que a los ricos, ha vuelto a la palestra pública con un nuevo ataque al gobierno, a la revolución y a la dignidad de los venezolanos.
Con su cara bien lavada, el heredero de Castillo Lara e Ignacio Velasco, ha solicitado al gobierno nacional una ley de amnistía de presos políticos como alternativa para la reconciliación.
Esta solicitud más que lograr la libertad de los que este sinvergüenza llama presos políticos, tiene la misión de enviarle al mundo el mensaje de que en Venezuela hay ciudadanos presos por pensar diferente y que existe, como consecuencia de ello, un clima que podría conducirnos a una guerra civil.
Forma pues, esta show del ensotanado, parte de la estrategia de la oposición venezolana con la cual quieren mostrar al gobierno revolucionario como un régimen conculcador de libertades.
Nadie puede estar extrañado de estas declaraciones del máximo representarse de la iglesia católica en el país, así han actuado los dirigentes de la Iglesia Católica a lo largo de la historia.
Desde los tiempos de la invasión española a estas tierras, esa Iglesia ha maniobrado para mediatizar las luchas del pueblo.
Fueron los colegas de Urosa Savino, cómplices del holocausto cometido contra nuestros indígenas y siguen siendo cómplices de cuanta vaina cometen los poderosos contra los pueblos humildes. Allí está como muestra reciente, la actitud de los obispos católicos a favor del golpe de estado en Guatemala.
Bien sabe Urosa que Vivas, Forero y Simonovis son unos asesinos de la peor calaña. Pocos conocen como él, la calidad de ladrón que es Manuel Rosales y bien seguro está que Nixon Moreno es un aberrado violador; pero el prefiere afirmar al mundo que esos tres angelitos, y otros como ellos, son presos o perseguidos políticos y como si fuera poco, “para “iniciar la reconciliación” exige una ley de amnistía que deje sin efecto las condenas y los procesos judiciales que se sigue a algunos de sus amigos y socios delincuentes.
¿Quién le habrá dicho a este hijo de puta, que el pueblo venezolano desea reconciliarse con los defensores de ladrones, asesinos y violadores? ¿De dónde habrá sacado que la impunidad genera reconciliaciones? ¿Cómo le consta que son inocentes?
En este país, por si no se ha dado cuenta, señor Urosa, los obispos hace mucho tiempo perdieron el respeto que el pueblo les tenía y la posibilidad de poder chantajear a las instituciones del Estado. Vaya, en consecuencia, a lavase ese paltó.
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