Hay jóvenes, hay viejos, hay viejos con espíritu joven y hay jóvenes transformados en viejos.
Es sobre esta última “especie” que quisiéramos reflexionar en esta oportunidad, motivados por la senectud que se le ha venido encima a los jóvenes venezolanos que algunos llaman “manos blancas”.
La juventud ha sido a lo largo de la historia, sinónimo de rebeldía y motor de los cambios sociales. Jesús de Nazaret es quizás el mejor ejemplo de ello.
Joven se quedó en la historia y la dividió en dos pedazos con su lucha a favor de los pobres, de los necesitados, de los explotados.
Bolívar, Sucre, Ribas, Urdaneta y miles de jóvenes venezolanos fueron también ejemplo de lo que significa ser joven de edad y espíritu.
Esta América mestiza les quedo chica cuando sus sueños de libertad, justicia y patria les llevaron, espada en ristre, a declararle la guerra al imperio español.
¿Quién puede imaginarse a un joven como Jesús, manipulado por un Sanedrín integrado por viejos de ideas y de alma? ¿Quién puede imaginarse a Simón José Antonio coincidiendo con la visión de Fernando VII; manipulado por ese imperio que ya se erigía en el norte o actuando en defensa de los intereses de la oligarquía criolla?
Habrían dejado de ser jóvenes; se habrían convertidos en viejos prematuros; habrían perdido lo más hermoso de los años tempranos… los sueños de acabar con el pasado y construir un mundo más justo, más humano, más rebelde.
En la Venezuela de hoy miles de jóvenes se hacen viejos aceleradamente y lo que es peor, esa vejez se asemeja cada vez más a la que reflejaba el retrato de Dorian Gray.
Es una vejez horrible la que afecta a las “manitas blancas”. Es una vejez espiritual llena de odio hacia los pobres, de los cuales no se sienten semejantes.
Cual viejos, defienden viejos tiempos y sus actores; tiempos que ni siquiera vivieron y actores que ante ellos tienen vigencia.
Ser joven para coincidir con lo viejo es una pena, pero apelar a la rebeldía propia de la juventud y a la violencia, para defender los otrora dominadores, explotadores y saqueadores de la patria es una verdadera vergüenza. Hay que ser bien viejo para actuar de esa manera.
Jóvenes protestando para defender un capo como Marcel; a un viejo ladrón como Ravel; a un corrupto imbécil como Rosales; a un mafioso sindicalista como Ortega; a un dictadorzuelo como Carmona y a un asesino como Simonovis no pueden inspirar sino lástima.
Lástima que sean tan viejos con tan pocos años.
Uno los ve aceptar con tanta mansedumbre las tesis que inventa y pone a circular la oligarquía criolla y no puede evitar un sentimiento de dolor. Son ancianos prematuros, son rebeldes defensores del pasado y sus protagonistas, son lo más opuesto a la definición de joven… marionetas.
ALEXIS.ARELLANO@pequiven.com