Ahora sí parece que a los partidos, movimientos políticos y ONG de la oposición venezolana se les alebrestó aquel viejo sentimiento amoroso por los cargos parlamentarios que durante tantos lustros detentaron de manera vitalicia y hereditaria.
Ayer salieron presurosos a conquistar los mismos electores a quienes hace cinco años intentaron persuadir de que lo práctico, conveniente y necesario sería abstenerse en las elecciones para la Asamblea Nacional, que se convertiría en un odioso monopolio revolucionario, provocando la ira de la sociedad civil y el consecuente desconocimiento del aquelarre rojo.
Todavía no está claro quién fue el autor de la genial idea. Lo cierto es que esta pasará a la historia criolla como el día en que la oposición abdicó en masa a ejercer sus derechos, dejándole un poder casi absoluto al sector gubernamental bajo la supuesta premisa de que los aplastaría y no sabrían qué hacer con él.
A no dudarlo Ramos Allup, Pablo Medina y otros igualmente obtusos patrocinaron el boicot electoral, pero la iniciativa, la moción primaria, debió surgir de un ente superior a la vieja y descalificada Acción Democrática. Lo más probable es que alguna agencia extranjera, una embajada o enviado especial llegado desde Miami los convenciera de la idoneidad de la abstención masiva como una forma de tumbar al gobierno mediante un "vacío de oposición".
De hecho, las encuestas electorales revelaban que todos los opositores en cambote no lograrían más de 30 diputados, lo cual, si bien no era lapa, tampoco resultaba mala cacería. A la larga, los saltadores de talanquera les habrían proporcionado una bancada con capacidad de negociar nombramientos de magistrados del TSJ, rectores del CNE y otros altos cargos designados por la Asamblea Nacional.
Es posible, no obstante, que los asesores extranjeros temieran lo contrario, o sea, que algunos diputados antichavistas se pasaran al gobierno aunque este no tuviese intenciones de comprarlos.
Cinco años más tarde, la luz del entendimiento les llegó a las masas encefálicas.
Lo que les falta ahora es salir a convencer a los indiferentes, a quienes antes exigieron que no votaran por nadie.
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