Escrita por Simón Bolívar en Cartagena de Indias el 15 de diciembre 1812.

“Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño”

(Conciudadanos)

Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción; lisonjeándome que, las terribles y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida república, persuadan a la América mejorar de conducta, corrigiendo los vicios de:

Unidad.

Solidez.

Energía que se notan en sus gobiernos.

El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en el teatro político fue su contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante; sistema improbado como débil e ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato y tenazmente sostenido hasta los últimos períodos, con una ceguedad sin ejemplo.

Las primeras pruebas que dio nuestro gobierno de su insensata debilidad, las manifestó con la ciudad subalterna de Coro, que denegándose a reconocer su legitimidad, la declaro insurgente, y la hostilizo como enemigo.

Filósofos por jefes.

Filantropía por legislación.

Dialéctica por táctica.

Sofistas por soldados.

De aquí nació la impunidad de los delitos de estado cometidos descaradamente por los descontentos y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos los españoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en nuestro país.

Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón otra conspiración que se volvía a perdonar.

¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido!



LA DISIPACIÓN DE LAS RENTAS PÚBLICAS.

En objetos frívolos y perjudiciales; y particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores, provinciales y federales, dio un golpe mortal a la república, porque la obligó a recurrir al peligroso expediente de establecer el papel moneda, sin otra garantía que las fuerzas y las rentas imaginarias de la confederación.

Esta nueva moneda pareció a los ojos de los más, una violación manifiesta del derecho de propiedad.


EL SISTEMA FEDERAL.

Bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad, es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros nacientes estados.

Generalmente hablando todavía nuestros conciudadanos no se hallan en aptitud de ejercer por si mismos y ampliamente sus derechos; porque carecen de las virtudes políticas que caracterizan al verdadero republicano; virtudes que no se adquieren en los gobiernos absolutos, en donde se desconocen los derechos y los deberes del ciudadano.

Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así. Al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres, que lo rodean.

Si estos son prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarse terrible, y armarse de una firmeza igual a los peligros, sin atender a leyes, ni constituciones, ínterin no se restablece la felicidad y la paz.

LAS ELECCIONES POPULARES.

Hechas por los rústicos del campo y por los integrantes moradores de las ciudades, añaden un obstáculo más a la práctica de la federación entre nosotros; porque los unos son tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente, y los otros tan ambiciosos que todo lo convierten en facción; por lo que jamás se vio en Venezuela una votación libre y acertada; lo que ponía el gobierno en manos de hombres ya desafectos a la causa, ya ineptos, ya inmorales. El espíritu de partido decidía en todo, y por consiguiente nos desorganizo más de lo que las circunstancias hicieron.

Nuestra división, y no las armas españoles, nos tornó a la esclavitud.

El terremoto de 26 de marzo trastornó, ciertamente, tanto lo físico como lo moral; y puede llamarse la causa inmediata de la ruina de Venezuela.


LA INFLUENCIA ECLESIÁSTICA.

Tubo, después del terremoto, una parte muy considerable en la sublevación de los lugares y ciudadanos subalternas; y en la introducción de los enemigos en el país; abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio a favor de los promotores de la guerra civil. Sin embargo, debemos confesar ingenuamente que estos traidores sacerdotes se animaban a cometer los execrables crímenes de que justamente se les acusa porque la impunidad de los delitos era absoluta; la cual hallaba en el Congreso un escandaloso abrigo; llegando a tal punto esta injusticia que de la insurrección de la ciudad de Valencia, que costó su pacificación cerca de mil hombres, no se dio a la vindicta de las leyes un solo rebelde; quedando todos con vida, y los más con sus bienes.

lucas82225@gmail.com


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Carta de Bolivar (remitida por Lucas Pérez)


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