12 mayo 2016 - Conectar la producción agrícola con los procesos de transformación agroindustrial y la distribución es la fórmula que propone el dos veces ministro de Agricultura y Tierra y actual presidente del Fondo de Desarrollo Agrario Socialista (FONDAS), Yván Gil, para relanzar la economía y enfrentar los efectos de la guerra económica.
En un ejercicio de autocrítica, Gil reconoce las fallas presentes en los distintos modelos de gestión de la actividad agrícola que el Gobierno Bolivariano ha impulsado en estos últimos 15 años, y ratifica la necesidad de que las tierras, como principal activo de la producción primaria, sean entregadas a los campesinos. “Sin el control de la tierra por el campesinado no vamos a tener una verdadera Revolución.”
En ese contexto evalúa el avance de la derecha y de la neoliberalización en América Latina, donde las debilidades de los gobiernos progresistas en el proceso de lucha contra el latifundio ha permitido la ofensiva restauradora en Argentina, Bolivia, Brasil y Venezuela.
Ante eso, asegura, “lo primero es mantener en alto las banderas del socialismo. Cuando se debilitan las banderas del socialismo, la derecha actúa y lo hace con fuerza. Creo que a nosotros lo que nos hace falta es más socialismo, es la manera de salir de la crisis”.
— ¿Qué se debe hacer en los próximos meses para seguir desmontando el latifundio y avanzando en el modelo socialista?
— El primer paso que debemos dar, y lo podemos hacer de forma inmediata es concentrar esfuerzos productivos en los espacios que ha recuperado la Revolución. Y demostrar que el modelo socialista es mucho más eficiente si se gestiona con conciencia revolucionaria y con sapiencia. Eso es lo que nos está demandando la población chavista, vamos a demostrar que eso funciona y tenemos como hacerlo. A pesar de la crisis económica tenemos un Estado con poder, con empresas, además hemos aprendido.
Tenemos el aprendizaje y tenemos el respaldo de otras empresas del Estado que hemos recuperado.
— Pero la burguesía agraria también ha aprendido y descubrió, por ejemplo, que puede evitar los efectos de la ley de tierras si mantiene o simula tener ciertos niveles de producción…
— Yo siento que a la ley de tierras es difícil encontrarle algún error…Puede tenerlo, pero yo no se lo encuentro. Porque en primer lugar entrega la denuncia de las tierras ociosas al propio pueblo campesino. Y segundo, porque los mecanismos que se generaron en el Inti y la práctica revolucionaria con el Comandante Chávez demostró que todos esos artificios no valen nada cuando el pueblo tiene la razón. Eso no es lo determinante sobre si una tierra debe ser recuperada. Creo que lo primero es que el 80-90 por ciento de las tierras en Venezuela son del Estado y el Estado puede recuperarlas en cualquier momento que las necesite. Es la doctrina de los rescates autónomos que se aplicó y se sigue aplicando en el Inti. Puede ser que algún funcionario use esos artificios productivos, pero el pueblo no puede dejarse llevar por eso. Realmente creo que los rescates de tierras están garantizados, estén o no productivas. Y más allá de los artificios matemáticos el mecanismo del rescate está blindado porque depende de la conciencia del pueblo su aplicación.
— Sin embargo en términos concretos no es así y podemos enumerar muchos casos…
— Hemos vistos casos en los que tribunales han intentado, usando artificios jurídicos…
—¿Hay estadísticas de las medidas de protección agroalimentarias emitidas a favor de los terratenientes?
—Yo no las tengo, pero sí sé que en los casos más emblemáticos nosotros hemos echado para atrás esas medidas. Las leyes son instrumentos de la Revolución pero la Revolución la hacen son los sujetos agrarios. Y si el campesino tiene la tierra ocupada y produciendo eso no tiene marcha atrás… Pero son procesos montados hasta con errores jurídicos porque actúan siempre “por debajo de cuerda”, con una legalidad a medias… La mayoría de esos casos, por no decir todos, se han resuelto de manera satisfactoria. Cuando se resuelven es porque ha habido una confabulación de los sujetos que actúa allí. Son los restos de la institucionalidad burguesa que nos quedan.
— En las entidades de producción pecuaria se utiliza el mecanismo de introducción masiva de ganado en los predios en rescate para alegar que sí hay producción. ¿Qué se puede hacer para enfrentar esas prácticas?
— La denuncia, la movilización y la denuncia de parte de los sujetos agrarios.
—¿Y de parte de las instituciones?
— La aplicación de la ley de tierras de manera vertical. El Estado Revolucionario tiene un instrumento primero en la propia Constitución Bolivariana que coloca el interés colectivo sobre el particular, la seguridad alimentaria, declara el latifundio contrario al interés nacional, es decir, creo que hay una doctrina legal y jurídica que ampara todo esto…
— Pero parte del reto que se tiene es enfrentar ese tipo de situaciones.
— Claro, terminar de demoler el Estado burgués que amparado en cualquier rendija que dejan los mecanismos legales algo que es contrario a la Revolución. Eso tiene que estar descartado. Es parte del reto que tenemos como revolucionarios, terminar de blindar el Estado revolucionario.
LATIFUNDIO Y SEGURIDAD DE ESTADO
— ¿Hay información precisa sobre la transferencia de propiedades pecuarias a capitales colombianos en el suroccidente del país?
— Desde el punto de vista legal está prohibido. No hay un mecanismo que permita el registro de tierras en la frontera por parte de empresas o personas naturales extranjeras. Lo prohíben diferentes leyes y reglamentos. Ha ocurrido que por la fuerza se ha producido la ocupación en zonas controladas por paramilitares, y ha habido desplazamiento de nuestros campesinos por parte de fuerzas paramilitares. Y hablo no solamente de paramilitares “regulares” sino de delincuencia armada que los desplaza, aunque todo eso tiene un fin político. En los últimos tiempos, como parte de la lucha contra la “guerra económica”, se ha hecho un barrido en esta zona tratando de restablecer el orden jurídico. Es una lucha larga y complicada. La más emblemática es la de los yukpa, allí tenemos una situación que es el control por parte de terratenientes de la entrada y salida de productos entre Colombia y Venezuela a través de la frontera con Perijá. Pero también sucede en Amazonas y en Apure. El Estado venezolano ha sido responsable de como se ha manejado esto, pero del lado colombiano no ha habido una cara que asuma un papel en la discusión. Y el ejercicio de la violencia que viene de Colombia por el control de los predios fronterizos es un asunto de los campesinos Quiza la mayor parte de muertes de campesinos ha sido en esa zona, producto de la lucha por el control de la tierra, en un punto estratégico usado como cabeza de playa de la guerra económica y para derrocar la Revolución Bolivariana.
PRODUCCIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA
— ¿Cuál es el punto de quiebre para que Venezuela acabe con la dependencia de paquetes tecnológicos para la producción?
— Una de las tareas que tiene pendiente la Revolución es el desarrollo de un sistema de ciencia y tecnología. Crear ciencia y tecnología para un nuevo modelo económico-productivo es el reto más importante. Todos los países que han escalado su producción agrícola han desarrollado su propia tecnología. Es un proceso largo, de una generación o dos. Tenemos tecnologías de las que podemos echar mano, pues no se trata de que tengamos que crearlo todo, pues hay tecnologías ya probadas que podemos utilizar. Ahí hemos tenido algunos avances pero aún es una tarea pendiente. Eso es inversión.
Monsanto invierte un millón de dólares diarios para producir lo que produce. Su modelo. Creo que nosotros debemos incrementar nuestra inversión en el aspecto científico. El ejemplo más cercano que tenemos es Cuba, que a pesar del bloqueo ha venido haciendo importantes inversiones en materia científica y tecnológica, de formación de científicos. Nosotros hemos tenido la distorsión provocada por la renta petrolera y hemos podido comprar la tecnología que queramos, y ahora cuando han caído los precios del petróleo nos preguntamos por qué no lo hemos hecho.
— ¿En que áreas muy precisas podemos identificar esfuerzos?
— Creo que lo primero, lo fundamental es el tema de la semilla. Semilla como un todo, genética. Y luego tiene que ver con los patrones (de consumo). Por ejemplo, la producción de proteína animal es mucho más eficiente, desde el punto de vista energético y menos dependiente, con pequeños rumiantes, ovejos, chivos, leche de cabra, que en poco espacio pueden producir mayores volúmenes que las propias vacas.
Un nuevo sistema de producción, esa pequeña agricultura capaz de abastecer localmente. Hay que verlo como un todo porque si pensamos la ciencia y la tecnología por estancos, vamos a fracasar. Si pensamos en la semilla como reproducir el modelo de Monsanto, que deseamos tener una semilla “tan productiva” como la de Monsanto, vamos a fracasar también. Es decir, como transformamos el sistema de producción de acuerdo con la tecnología que podemos producir. El consumo local es un tema fundamental. Por ejemplo, una ciudad como Maracaibo no debería depender del abastecimiento que le venga de un puerto o del estado Portuguesa, pues tiene espacios suficientes para producir sus alimentos. Deberíamos empezar por ahí, es la regionalización y localización de la producción, la creación de redes cortas de abastecimiento y eso va a llevar a un modelo tecnológico que podemos adaptar. Semillas locales, consumo de proteínas o carbohidratos con lo que producimos localmente. Creo que uno de los errores que cometimos fue el Mercal, que aunque fue una gran idea terminó por distorsionar todo el patrón de consumo. Estoy vinculado a una comunidad de Carabobo que produce alimentos, realmente producen, pero si no llega Mercal el pueblo se moriría de hambre. ¿Por qué? Porque el que produce ocumo lo monta en un camioncito y se lo lleva para el mercado de Valencia donde lo vende. Luego se devuelve con el dinero a comprar en el Mercal y si no llega el Mercal compra en el “bachaqueo”. O sea, ese es un pueblo que no necesitaría Mercal. Entonces es muy frustrante que en estos pueblos campesinos la fuente de proteína más importante sea la mortadela que viene de Brasil y que la distribuye Mercal, cuando deberían ser los huevos, el chivo o el ovejo que producen ellos mismos. Creo que hemos fallado en la conexión entre la producción y la distribución, la Revolución nunca tuvo control de eso y por ahí fue que nos fregaron con la guerra económica.
MAÍZ, AGROINDUSTRIA Y AREPA
— ¿Por qué no estamos produciendo lo que necesitamos? Hemos perdido la arepa, se la apropió la agroindustria.
— Así es, cuando Polar salió con el producto harina de maíz precocida le quitó la posibilidad que teníamos con miles de pilones a nivel nacional y donde la gente podía ir a una cuadra de su casa a comprar la masa o pasaba alguien en bicicleta vendiéndola. La tecnología creó un producto muy fácil de consumir lo que cambió el patrón de consumo muy rápidamente. Cuando llegó la Revolución, Polar controlaba 80, casi 90 por ciento de la producción en detrimento no solo del consumidor sino de los productores. Hoy en día no es así. Polar tiene alrededor de 50, 48 por ciento y han surgido otros productores, algunos bajo responsabilidad del Estado y otros particulares. La verdad es que hoy en día nosotros no tenemos producción suficiente de harina de maíz precocida, no por falta de producto (porque tenemos inventarios suficientes de maíz blanco) ni por falta de capacidad instalada. Lo que pasa es que la complejidad de producción, y es ahí donde la guerra económica ha actuado, es tal porque está el transporte, el empaque, el combustible, la tecnología, el tornillito que lleva, el software, o sea se usa cualquier excusa, pero tenemos una capacidad de producción de más de 120 mil toneladas al mes y tenemos inventario de 3-4 meses de producción total. Y el consumo es menos de 100 mil, es decir, tenemos capacidad excedentaria instalada.
— Eso quiere decir que esa capacidad instalada duplica la producción de Polar que está alrededor de 50 mil toneladas al mes.
— Sí, sí, claro. Tenemos mucha de esa capacidad instalada parada y no estamos llegando a 80 mil toneladas de producción. Y mucha de esa capacidad está ociosa debido a que nuestro aparato industrial está golpeado producto de la guerra económica. El tema del ataque a la moneda, la dependencia de repuestos importados.
—¿El modelo de producción de la arepa es ese de la harina precocida o es posible pensar en otro producto?
— No sé si debamos ir a otro tipo de producto, yo creo que no. La harina de maíz precocida ya está metida en la psique del venezolano. Lo que sí creo es que la propiedad de los medios de producción para transformar el maíz en harina es lo que podemos cambiar: eso debe estar en manos de los propios productores y de los propios consumidores.
— ¿Y que hemos hecho en ese sentido con las plantas del Estado?
— Realmente ahí el problema es que buscando la eficiencia hemos terminado reproduciendo el modelo capitalista, que es precisamente lo que está en caos ahora. No hemos logrado activar un plan coherente de producción conectado con la distribución. Y es porque ese espacio lo controla absolutamente el capitalismo y no hemos roto con ese modelo de comercialización más allá del producto.
— ¿Entonces el modelo cual debería ser? ¿Que sean propiedad y operadas directamente por productores?
— Las plantas pueden ser propiedad del Estado pero los productores podrían llevar su producto para que les presten el servicio de transformación, como una maquila. Las comunas llevarían su producción de materia prima, y tras el procesamiento retirar lo que van a consumir las familias de la comunidad y además encargarse de la distribución. Creo que ese es el modelo. En la medida que hagamos comunas organizadas y que produzcan materias primas hay un aparato industrial que está en manos del Estado para ofrecer el servicio. Eso fue a lo que nos orientó Chávez y es el reto a construir.