“…Todos
los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías
o en provecho de minorías. El movimiento proletario es un movimiento
propio de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El
proletariado, capa inferior de la sociedad actual, no puede levantarse,
no puede enderezarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada
por las capas de la sociedad oficial”. Carlos Marx y Federico
Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Diciembre de 1847 Enero de
1848
- ¿Por qué es necesaria la unidad entre teoría y práctica?
Un
proceso de transformación socialista como el que se anuncia insistentemente
y de forma profusa y mediática, si de verdad está orientado por los
postulados teóricos de los clásicos marxistas, debe diferenciarse
radicalmente en su pensamiento y acción del que, por su propia naturaleza
de clase, corresponderá siempre objetivar como imaginario colectivo
a la burguesía y a sus exponentes en las distintitas posiciones directrices
de su Estado Capitalista. De lo contrario, pudiese ocurrir que estemos
convencidos de estar luchando en la dirección correcta para cambiar
el régimen económico-social y político de explotación a los trabajadores
que existe en nuestro país, cuando en realidad sólo le estamos prolongando
su vida. Quizás por ello, Vladimir Lenin, líder de la Revolución
socialista Rusa de Octubre de 1917, afirmara insistentemente: “Sin
teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario”
- ¿Fundaciones de ciudades o invasión colonialista de territorios americanos?
A partir de la reflexión anterior, es necesario proponer una discusión
acerca de la posición que se sigue asumiendo frente a cuestiones fundamentales
del proceso histórico local, regional y nacional venezolano. Y es que,
en este comportamiento, preocupan sobremanera los argumentos que se
esgrimen para explicar el origen de onomásticos, fechas, hechos y procesos
históricos diversos, utilizando categorías y conceptos propios del
positivismo de la historia tradicional sobre la que descansa el desarrollo
programado en la conciencia de los trabajadores y del pueblo en general,
de una subjetividad ideológica que expresa los intereses económicos
de la burguesía dominante que siempre ha querido se imponga in aeternum
el actual Estado capitalista que por mas de un siglo ha ocupado el espacio
económico, político, social y cultural del país.
Ya
hace algunos años, el propio presidente de la República, Hugo Rafael
Chávez Frías, en una actitud de consecuencia con el proyecto revolucionario
al que se ha entregado en cuerpo y alma y por el que recibe recurrentes
traiciones, hizo añicos aquella visión eurocéntrica y neocolonial
que explicaba el comienzo de nuestra historia a partir de la llegada
a Macuro del almirante Cristóbal Colón. La nueva versión por él
introducida y propuesta mucho antes por intelectuales marxistas, ha
permitido que hoy exista una valoración positiva hacia el patrimonio
cultural aborigen y hacia sus integrantes. Desde entonces, el 12 de
Octubre que había sido considerado “día de la raza”, “día del
descubrimiento” o “día del encuentro”, pasó a denominarse “día
de la resistencia indígena”, con lo cual su significado sufrió una
profunda transformación de contenido ideológico y epistémico e hizo
saltar los viejos conceptos clasistas burgueses muy bien disimulados
en programas y textos oficialmente autorizados para la enseñanza de
la historia universal o de la denominada historia patria que se impartía
en las escuelas de nuestro país. En este sentido, queremos ser reiterativos
y decir que fue a partir de ese instante cuando se empieza a desmontar
el sentimiento reaccionario del culto al colonialismo del que estaba
impregnada la concepción historiográfica tradicional descrita, y a
promoverse otro de contenido humanista y liberador que intenta reinterpretar
este proceso histórico desde una versión más próxima a la verdad
de cuanto ocurrió: la invasión político-militar europea a la América
a partir de 1492 y el comienzo del más grande genocidio cometido contra
la humanidad. De aquí que consideremos muy válido recordar que uno
de esos agentes a quienes nos estamos refiriendo como causantes de padecimientos
y destrucción de poblaciones indocorianas a principios del siglo XVI,
fue precisamente Juan de Ampiés, a quien, el día 26 de julio pasado,
el gobierno bolivariano y socialista de Falcón y del Municipio Miranda
de Coro, rindió culto y conmemoró su ferocidad colonialista expuesta
en documentos atribuidos a su autoría, tal como se evidencia
en el que a continuación transcribimos fechado en 1527 y en donde realiza
solicitud al Rey de España para reprimir comunidades nativas que moraban
la sierra coriana: “…porque en dicha tierra adentro –decía el
factor aragonés Juan de Ampiés- bien lejos de la costa hay muchos
indios que tienen pocas noticias de los españoles y hay entre ellos
muchos Caribes que comen carnes humanas, y otros que tienen otros vicios,
según dicen deshonestos, que a estos tales no queriendo por mucho requerimientos
y buenas obras que se les hagan ser amigos y vasallos de vuestra Majestad,
se les pueda hacer guerra y cautivarlos y los tales esclavos y cautivos
se les puede traer y vender a estas islas españolas, San Juan, Cuba,
Jamaica, porque trayendo alguno de ellos a dichas islas, será de provecho
a los vecinos de ellas y acrecentamiento a las rentas de Vuestra Majestad,
y será castigo y temor para que los otros más prestos se pongan
bajo el yugo y sujeción de VM”1
Pero
si el contenido del documento anterior no es evidencia suficiente para
mostrar el exacerbado desprecio mostrado por el europeo invasor en contra
del nativo americano, dejemos que sea entonces el propio Fray Antón
de Montesinos quien nos los enseñe a través de su famosa homilía
promulgada en Santo Domingo el 14 de diciembre de 1511 y en la que sin
reservas dijo: “Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís
por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid
¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible
servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables
guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas,
donde tan infinitas de ellas con muertes y estragos nunca oídos habéis
consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados sin darles de
comer ni curarlos en sus enfermedades en las que, de los excesivos trabajos
que les dais incurren y se os mueren y por mejor decís los matáis
por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien
los doctrine y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan
misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No
tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros
mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en
tanta profundidad de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto
que en el estado que estáis no os podéis salvar más que los moros
o turcos, que carecen y no quieren la fe de Jesucristo...”2
En
resumen, este comportamiento cruel y diezmador de seres humanos que
aplicó como política de ocupación y sometimiento en América
el conquistador europeo desde finales del siglo XV, lo explica irrefutablemente
el historiador ruso Avdakov Polianski, en los siguientes términos:
“Los aventureros coloniales aprovecharon los descubrimientos geográficos
para saquear continentes enteros y esclavizar a sus pueblos con avidez
de avaros y con petulancia de aristócratas. La epopeya de los grandes
descubrimientos geográficos se redujo a inaugurar la época de la acumulación
originaria del capital, cuyo período, según dice Marx, ha quedado
inscrito en los anales de la historia con trazos indelebles de sangre
y fuego. El enriquecimiento de la burguesía europea y la esclavización
de los pueblos coloniales están íntimamente entrelazados”3
3.- ¿Conmemoramos
el colonialismo o condenamos el genocidio hispano-portugués
y anglosajón en América?
De
manera que resulta incomprensible observar a dirigentes socialistas,
con responsabilidades conductoras y orientadoras ideo-políticas de
los trabajadores y de las masas populares en la revolución, aferrados
a la idea de continuar rindiendo culto al colonialismo del pasado y
del presente a través de las llamadas fechas “fundacionales de ciudades”,
cuando en realidad de lo que se trata es de comprender que esos momentos
iniciales sólo significaron el preámbulo al desarrollo de las políticas
de razias, genocidios y esclavitud aborigen y africana que tuvieron
a la región de Coro como primer escenario en el territorio de Venezuela.
Por consiguiente, es verdaderamente preocupante el maniqueísmo ideológico
y el analfabetismo histórico existente en quienes pretenden ser transformadores
de nuestra entidad o del país, y a su vez partidarios de que la población
venezolana reconozca como positivo el racismo, la desigualdad económica
y social, el exterminio de poblaciones enteras, la imposición hegemónica
de políticas internacionales, el atropello militar, el pillaje imperial
e imperialista de los recursos naturales, la destrucción de pueblos
enteros y la eternización del colonialismo cultural.
Además, cuando el presidente condenó esa injusticia universal que se inició con el hecho histórico del 12 de octubre de 1492, estaba también expresando su indignación para con todo lo que ese acontecimiento desencadenó en contra de la propia existencia de las comunidades indoamericanas y africanas y su rechazo a esa historia de las llamadas fundaciones españolas de ciudades en América que hemos cuestionado sin ningún tipo de reserva. Por tanto, creemos que todo lo expuesto hasta aquí, es razón más que suficiente para formular una crítica juiciosa y fundamentada acerca de lo incomprensible que nos resulta el despliegue festivo con el que cada 26 de Julio se sigue conmemorado la acción depredadora de quienes iniciaron en 1527 por Coro la invasión europea al actual territorio nacional, olvidando que los alzamientos de las etnias aborígenes dirigidas por los Caciques Marcos Bacoa, de los Caquetíos; Aramaipuro, de los Mariches; Arichuna, de los Jirajaras; Chichuramay y Guaicurián, de los Caracas; Guaicaipuro, de los Caracas y Teques; Maracay, de los Aragua; Tiuna, de los Caracas; Yaracuy, de los Tarananas, Yaritaguas, Achariguas, Torondoyes y Zararas; Yare, de los Cumanagotos, Quiriquires, Charagotos y Araucos; Murachí, de los Mocotíes; Naiguatá, de los Caribes y los dirigidos por Mara, en la zona de Maracaibo hasta el río Magdalena; o los Jirajaras, Ayamanes y Caquetios en la zona de Lara y Falcón; los Incas del Perú; los Mayas de Centroamérica; los Aztecas de México; los Yuxpa, los Guajiros y Motilones de la Sierra de Perijá; los Guaiqueries de Margarita y muchos otros, fueron la respuesta valiente de estos seres humanos de América en contra de aquella política de despojo y violencia que les impusieron los imperios coloniales europeos a partir del siglo XVI. Por consiguiente, para los verdaderos revolucionarios venezolanos de nuestro tiempo, debe ser tarea imprescindible asumir el compromiso de revisión permanente de contenidos y propósitos presentes en la historiografía tradicional venezolana, siempre astuta en sus formulaciones y diestra en sus ejecuciones escolares, para justificar los sistemas de explotación que en nuestro país han reproducido como conciencia de los ciudadanos, lo que en realidad sólo es la expresión del interés económico y social de las clases dominantes.
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