La detención del alcalde del municipio Caroní, por presuntos hechos de corrupción, sumerge el estado Bolívar en una progresiva incertidumbre política que se agrega a la imperante incertidumbre social y al mismo tiempo estimula expectativas de una verdadera lucha contra la corrupción en la región. La gente clama por más detenciones y afirma que José Ramón López es sólo un eslabón de esa cadena de corrupción que se apropió de las instituciones regionales y frena el avance de la Revolución Bolivariana.
En Guayana se inició este proceso de cambio político y transformación social en 1989 con la derrota electoral del “grupo chino”, una mafia política dirigida por Acción Democrática que se convirtió en emblema nacional de la corrupción administrativa y la perversión política. Desde esa fecha la derecha no ha podido ocupar esta plaza.
La victoria del Comandante Chávez en 1998 abrió nuevos senderos, aceleró la participación popular y trazó lineamientos para fortalecer la economía regional como alternativa no petrolera. Suponía una profundización del proceso de cambios políticos y transformación social. La rebelión popular de abril del año 2002 y la derrota del sabotaje petrolero se expresó en Guayana con la fuerza que le imprimió la participación activa de los trabajadores y los cimientos de un poderoso poder popular. Guayana ha sido referencia nacional de lucha perseverante y trabajo productivo.
Guayana ha sido protagonista en los momentos más hermosos de la Revolución Bolivariana llegando a florecer el debate masivo y la movilización de los trabajadores en alianza con amplios sectores populares. Aquí se expresó el poder constituyente construyendo su propio proceso, debatiendo y diseñando políticas públicas, combatiendo la contrarrevolución y garantizando victorias electorales desde 1989. De allí surgió un liderazgo natural como el de José Ramón López que, en su caso particular, fue atrapado por las aureolas de un poder que lo pervirtió, corrompió y hoy lo abandona a su suerte.
Es indiscutible el liderazgo que José Ramón López llegó a tener, también resulta innegable el deterioro personal de ese liderazgo, las desviaciones políticas, su desmedida ambición alimentada por alabarderos de baja ralea, los niveles de corrupción incubados en la alcaldía con la anuencia de quienes siguen allí. Como consecuencia de todo ello, un inconmensurable daño a la ciudad y su gente. Lo inexplicable es que todavía el PSUV no haya brindado una explicación de lo sucedido. Tampoco se justifica la actitud de las organizaciones que conforman el Gran Polo Patriótico que pretenden justificar su silencio argumentado que eso es una pelea interna del PSUV. ¿Y la ciudad y su gente? La oposición no cuenta porque orgánicamente no existe y sus pocos dirigentes están amarrados a negocios turbios a la sombra de las instituciones regionales. El liderazgo de José Ramón López ha sido liquidado, la corrupción sigue campante.
En Guayana se ha desarrollado una poderosa estructura burocrática que disimula su ineficiencia con una falsa retórica revolucionaria que exalta al Presidente Nicolás Maduro como salvoconducto político para permanecer en el poder. Se han constituido núcleos concéntricos de poder que constituyen un tejido burocrático corrupto e irrespetuoso. Se ha confiscado el protagonismo del pueblo trabajador. Prevalece eso que Luis Tascon llamó la “derecha endógena” cuyo primer enemigo es el Poder Popular movilizado que ha sido disminuido a una participación conducida y mediatizada por la remuneración. El PSUV (en el estado Bolívar) se convirtió en un partido de funcionarios públicos donde poco importan las convicciones políticas e ideológicas. Allí convergen la corrupción y la perversión política.
El resultado de estas desviaciones es una región donde los programas nacionales y Misiones Sociales son mediatizados. El nivel de desabastecimiento es mayor que en cualquier otro estado del país. PDVAl y MERCAL sucumben a la corrupción y a instituciones paralelas. La gente percibe que la violencia funciona al amparo del poder regional. La incertidumbre social estimula la desconfianza y el desaliento colectivo. La gente no tiene certeza de cuando va conseguir los productos de la cesta básica y cuando los consigue no sabe si puede pagarlos porque el deterioro del poder adquisitivo está asociado a una especulación que disfruta de la impunidad que le da sus vínculos con gobernantes locales y regionales. A esta situación se suma la incertidumbre política que provoca el silencio y la ausencia de dirección política ante la circunstancia que vive el municipio Caroní con la detención del alcalde José Ramón López.
Si queremos recuperar el entusiasmo colectivo, debemos profundizar decisiones que evidencien una verdadera lucha contra la corrupción. Trazar lineamientos que permitan recuperar la eficiencia institucional. Auditar, con la misma fuerza y empeño que se hizo en la alcaldía de Caroní, otras instituciones fundamentales de la región. Romper con los vicios, desviaciones y la estructura clientelar que tanto daño hace a la Revolución Bolivariana.
La circunstancia que vive Guayana exige la reunificación del chavismo. Una verdadera lucha contra la corrupción puede reunificar el chavismo. El debate está abierto y debemos asumirlo con la irreverencia que deviene en lealtad para la acción. Hoy, resulta necesario desarrollar una “coexistencia combativa” que nos permita frenar las desviaciones políticas e ideológicas, combatir la corrupción a fondo y reabrir los cauces a un autentico Poder popular.
Esa mezcla de incertidumbre política y social puede crear las condiciones para una gran derrota electoral que tendría efectos políticos devastadores que solo pueden ser frenados por la conciencia social de un pueblo que ha demostrado absoluta lealtad y hoy espera acciones contundentes, explicaciones precisas y orientación política para superar tanto vicio y desviación…para salir del desaliento colectivo…
Darío Morandy
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