En estos días, de paro de transporte, muchas personas se están preguntando por qué pareciera que a nadie le importa lo que ocurre en la ciudad de Mérida. De manera recurrente esta ciudad turística es sometida a los caprichos de diferentes sectores, que simplemente deciden trancarla por los cuatro costados y someter a sus sufrientes habitantes.
Si no son los taxistas los que atraviesan sus unidades en puntos estratégicos de las vías de acceso a la ciudad de Mérida, entonces son los transportistas, o si no los estudiantes bloqueando las principales avenidas y calles, o si no los propios vecinos, que se atrincheran en sus urbanizaciones y levantan barricadas. Todos parecieran jugar al terrorismo aficionado, al Robin Hood, o a los heroicos comuneros de otros tiempos y latitudes.
Algún día como que la ciudad de Mérida va a arder por los cuatro costados y simplemente se verán las llamaradas en la distancia. Nadie acudirá a sofocar el ardiente fuego. Apenas será noticia en los medios de comunicación impresos y digitales. Mientras tanto, las fuerzas vivas y activas de la ciudad, las que se las creen de verdad, se echarán las culpas mutuamente.
Dicen que para llegar a Mérida, desde cualquier lugar de Venezuela, hay que recorrer muchos kilómetros, porque está muy distante de todo. Mérida como ciudad, como que no trasciende. No importa lo que allí ocurre. La razón es muy sencilla: en la ciudad de Mérida y sus alrededores no hay un puerto, ni un aeropuerto de importancia, ni una base militar, ni industrias de cierta envergadura, ni un reactor nuclear, como para darle importancia a las penurias de los merideños.