Cuentos pa´ todo el año

Los pueblos venezolanos poseen una inmensa riqueza por la calidad de su gente, pero esa particularidad se engrándese con los personajes protagonistas del humor diario de las localidades. Provocan que la gente en horas de la mañana se reúna en las esquinas o en algún frondoso árbol a comentar las aventuras y chistes de esos singulares señores. Perucho era por excelencia el invitado más esperado en los velorios. Le hacían ruedas sus anécdotas llegaban hasta cambiar lagrimas por sonrisas, pues sus historias eran tan particulares que para creerlas en realidad era imprescindible oírlas con aquella naturalidad de su propia voz, la gente le preguntaba y él siempre contestaba con una chispa permanente colocándole algo más de jocosidad a la vivencia experimentada.

El pueblo recuerda la vez que se endeudó con un turco, este comerciante venia todas las semanas a cobrarle, nunca le faltaba una excusa para no abonarle algo a la cuenta, un día ya sin más argumentos mandó a la hermana que le dijera al turco, previamente vestida de negro, que le dijera al paisano que Perucho se había muerto. Okey, a las dos semanas el marchante se encuentra con Perucho frente a frente en una de las calles, sorprendido le pregunta ¿tú no te habías muerto? Perucho descubierto en la mentira le respondió "Hermano me dieron unos días de permiso para visitar a mi familia". El turco asustado se montó en el carro marchándose a toda velocidad.

La especialidad de Perucho era la del perfecto Celestino, buscaba los candidatos, sobre todo señores ganaderos de cierta edad. Y en medio de una seriedad les decía: tenemos que hablar por ahí anda una mujer loca por ti, aprovecha eso no es todos los días que una hembra así se enamore de uno. Repetía, el argumento hasta que lo convencía. A todas estas la dama en cuestión no estaba enterada absolutamente de nada. Así para la fecha cercana a las fiestas del pueblo, le decía al candidato, "La mujer necesita un par de zapatos. Mándale el dinero conmigo" en efecto se lo enviaba y llegada la noche del baile de gala el ganadero se le acerca a la señora manifestándole que le quedaban bonitos los zapatos que le regalo, la mujer lo insulta expresando que fue ella quien gasto la plata, Perucho que está cerca intenta hacerse el desentendido cuando el ganadero dice la cantidad que envió con el mensajero, fueron dos cachetadas que le propinó a Perucho, marchándose de la fiesta luego del escándalo armado.

Ante la situación, Perucho convence al ganadero que si se dio el dinero, que había hecho mal al sacarle eso en público y a ella tuvo pena con los presentes. Por lo tanto le sugirió cambiar estrategia para dominar a la señora poniéndola a los pies del pretendiente. Le dijo que había que realizar un costoso trabajo, en horas nocturnas. El hombre dijo que no había problemas y se fue desde las nueve de la noche a la casa de Perucho. Allí le pidió que se desnudara y se colocara de rodillas frente de un velón, el cual estuvo encendido hasta el amanecer, además hizo que debajo de sus rodillas colocara una moneda de un Bolívar. El pobre hombre sudaba y sudaba, mientras Perucho con una botella de ron en la mano rezaba a los espíritus, rogando que la mujer se le entregara al ganadero. Al día siguiente, le indicó: ahora cuando la veas tienes que lanzarle esas dos monedas y listo. Perfecto, el hombre encuentra a la señora y le tira las dos monedas la que lo pone de loco insultándolo amenazándolo que lo va a denunciar a la prefectura. El ganadero todo triste busca a Perucho, le echa el cuento. Y Perucho le pregunta donde se las pegaste, respondiéndole, en la espalda. Con razón hermano era en las nalgas. Metiste la pata, perdimos el trabajo.

Perucho vivió y murió en San Mateo, municipio Libertad del estado Anzoátegui.



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Claudio Schiveci

Exdirigente juvenil en el Liceo Cajigal de Barcelona, Cofundador de la revista Horizonte, redactor de la revista cultural Candilejas. Columnista en los diarios El Metropolitano, La Nueva Prensa de Oriente y Diario Impacto en Anzoátegui.

 claudioschiveci@gmail.com

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