Generalmente un político experimentado cuando es nombrado candidato de alguna posición de elección popular, se reserva la jefatura de la campaña consciente de la importancia de esa posición. Poco se ve este fenómeno en candidaturas nacionales debido a lo extenso del territorio, viéndose obligados a dar esa responsabilidad a otra persona.
El problema básico es que los escogidos para ese cargo pretender tomar las decisiones mandando más que los propios candidatos. Algunos hasta secuestran al líder convirtiéndose en unos filtros impidiendo el contacto con los votantes. A veces siguen instrucciones e los jefes para ellos lavarse las manos. Desafortunadamente se exceden creándoles problemas con sus seguidores.
Barreto Sira a pesar de su mala administración como gobernador del estado Anzoátegui, al lograr la candidatura para la difícil reelección, había comenzado eliminando en buena parte el rechazo, estaba prevaleciendo el sentimiento anti madurista y la gente intentó meter en el saco del olvido la prepotencia y clandestinidad del aspirante regional por la Unidad Democrática.
Todo eso lo destruyó la designación de Miguel Arismendi como jefe de campaña. Comenzó a regañar a los dirigentes que buscaban alianzas con Barreto. Él, Arismendi, ponía todas las exigencias como si el candidato Barreto gozara de una inmensa .popularidad. El poquitico de humildad que tenía la perdió parecía un sargento dando órdenes en un cuartel.
Se trasladó en el tiempo a los años en que fungió de alcalde de El Tigre. Entendiendo como muestra de poder el producir miedo y autoridad delante los presentes. Eso y lo oxidado de su vida dirigencial perjudicó mucho el ascenso que estaba teniendo Barreto Sira, eso unido al descontento de que a pesar de estar jubilado como diputado regional, repetía encabezando la lista. Pues buscaba ser el sucesor del gobernador dentro de cuatro años. El saldo fue negativo.
En Lechería el candidato a alcalde Carlos Abel Campos, venia subiendo rápidamente el número de seguidores Fue tanto el impulso que se vio obligado a colocar una jefe de campaña y un operador conocido popularmente como Pochoco, quien después de dos años en Perú, tenía una semana de haber regresa a Barcelona. Nunca había hecho campaña ni vida política en Lechería.
Con esa capacidad de dominar la escena para convertirse en protagonista, prácticamente desplazó a la jefa de campaña, dirigiendo todas acciones. Había sido miembro de la juventud de Copei, luego cuando no consiguió la candidatura para concejal, se fue al Movimiento al Socialismo (MAS). Faltando pocos días, en aquella ocasión, ante la posible derrota se fue apoyar a un candidato adeco.
Desapareció de la actividad política, resucitando a los cuatro años enrolándose como dirigente de Voluntad Popular al lado de Nataly Azocar. Cuando se inició la persecución contra ese partido se fue huyendo al Perú, en una aventura llena de fracasos tal como ha sido su vida. Regresa y se incorpora al trabajo político en Lechería aparentando ser asesor y un gran estratega electoral, teniendo como asistente otro señor expulsado del estado Miranda que vive escondido en un caserío rural del municipio Simón Bolívar. Lo cierto es que El Pochoco llegó, regañando gente sentado en un escritorio, comiendo hasta cinco veces diarias
Entendía por hacer campaña entregar volantes en los semáforos de Lechería, lo mismo que hacia cuando militaba en Voluntad Popular de Barcelona. El tanto exigirles trabajo a los demás sin dar el ejemplo, logró que los dirigentes se fueran retirando. Carlos Abel perdió, y a él seguramente Ferreira, el alcalde reelecto le asignara algún cargo, como premio al haber destruido el comando de Campos y por supuesto ser pilar fundamental de su derrota.