El chavismo se ha anotado un triunfo indiscutible en las megaelecciones del 21N. Jornadas antes de la fecha señalada, nosotros pronosticábamos en Twitter que la Revolución Bolivariana obtendría entre 18 y 21 gobernaciones a escala nacional y se concretó lo vaticinado: se conquistaron 20 de 23 estados en todo el país y 212 alcaldías de los 335 municipios de la República (*). O sea, nuestro movimiento se hizo del 86,95% de las entidades regionales y del 63,28% de las municipalidades. Ello es una victoria aplastante y no deja margen a sospechas sobre el poder de los partidos del chavismo en el ámbito electoral nacional. Arrebatamos a la oh-posición enclaves estratégicos como Anzoátegui, Táchira y Mérida, verbigracia, mientras la vapuleada derecha apenas pudo conservar Nueva Esparta, además de embolsarse Zulia y Cojedes. La derecha ni siquiera ha estado cerca de recuperar bastiones emblemáticos como Miranda, lo cual indica la gravedad de sus conflictos internos y las insalvables desavenencias entre sus capos. Para los críticos, sean propios o extraños, la Revolución Bolivariana ha salido robustecida de esta exigente prueba y el Presidente Nicolás Maduro ha reafirmado su liderazgo.
Desde el minuto uno de la contienda comicial, el camarada Diosdado Cabello se echó al hombro la campaña y recorrió toda la nación para respaldar a los candidatos del chavismo, lo que cimentó un tándem exitoso en la política local al demostrar que la Revolución Bolivariana tiene una sinergia formidable entre sus líderes más connotados: el Presidente, como Jefe de Estado, delegó funciones en el compañero Cabello (vicepresidente del PSUV) y éste cumplió una excelente labor en la ruta que nos conduciría al 21N. Estos comicios eran cruciales para la estabilidad de nuestro proceso bolivariano, el cual ha estado sometido a un brutal bloqueo económico y sanciones ilegales que han incidido de manera negativa en la calidad de vida de todos los venezolanos. El 21N ha sido un referéndum para el chavismo y su gestión de la crisis en años recientes: un voto de confianza de las mayorías que debe leerse entre líneas. Millones de personas saben que la derecha no es la salida y prefieren seguir apostando a una alternativa que, a pesar de sus errores y matices, ha ofrecido respuestas al país en el tránsito de arduas coyunturas y sorteado, como pocas, tormentas que hicieron naufragar a camaradas como Salvador Allende (Chile), en 1973, o Daniel Ortega (Nicaragua), en 1990, por evocar dos escenarios históricos adversos para la izquierda. El laurel del 21N debe interpretarse -en nuestra dirigencia- como un llamado de atención de las masas para asumir una postura más comprometida con la eficiencia, la transparencia y la lucha frontal contra la corrupción. El auspicioso desenlace del 21N no significa que todo esté perfecto, ¡no!, sino que hay bastante por solucionar y el pueblo comprende que sólo el chavismo es capaz de acometer dichas asignaturas pendientes. Por ende, camaradas, tenemos prohibido dar la espalda a este manifiesto requerimiento.
Muchos "numerólogos" y "analistas" de Twitter, que avizoraban el inminente "descalabro" del chavismo el 21N, ahora sangran por la herida e intentan subestimar la inenarrable paliza que se propinó a la derecha criolla en los comicios de marras. Es que la oh-posición está igual o peor que en 2004, año del Referéndum Revocatorio que ratificó en el cargo de Presidente de la República a nuestro Comandante Eterno. El efecto réplica de la referida consulta popular, de 2004, se hizo patente en las regionales de ese año y consolidó la superioridad aritmética del chavismo en 19 estados del país. En aquella oportunidad despojamos Miranda a la derecha, la joya de la corona de una diestra facciosa que venía de perpetrar el golpe de Estado de 2002 y el posterior sabotaje petrolero. ¡No era poca cosa! No obstante, territorios como Zulia continuaron bajo control de la derecha apátrida y Manuel Rosales se impuso allí como vencedor.
EL PREMIO DE CONSOLACIÓN DE LA OH-POSICIÓN, LA TRANSFERENCIA DE VOTOS Y LA ABSTENCIÓN
En Twitter advertimos de un "premio de consolación" para la derecha en medio de una abrumadora ventaja del chavismo el 21N, mas no quisimos revelar qué estado sería. De cajón nos referíamos a Zulia y sus profundas complejidades, por lo tanto, no nos sorprendieron en absoluto los escrutinios provenientes de esa entidad durante la noche de aquel domingo. Zulia es un estado "flip flop" o "tortilla" que puede pasar muy fácilmente de un bando a otro, aunque es más el tiempo que ha sido tutelado por fichas del escualidismo. De hecho, en las regionales de 2017 perdimos en Zulia frente a Juan Pablo Guanipa, sólo que éste no quiso reconocer la autoridad de la recién establecida -para entonces- Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y, en consecuencia, se convocó a nuevos comicios en los que Omar Prieto (PSUV) resultó ganador. En "la era Chávez", para los de poca memoria, sufrimos reveses en Zulia contra Manuel Rosales y su pupilo, Pablo Pérez. En los últimos 22 años, la Revolución nada más ha podido gobernar nueve años y medio en Zulia, en contraste, la oh-posición ha estado 12 años. Es evidente que no estamos platicando de ningún baluarte del chavismo. Para la autocrítica quedarán las razones por las que fuimos derrotados en ese lugar, sin embargo, ello no puede desdibujar lo que ha sido un panorama muy propicio para nuestro proceso bolivariano: 20 estados de 23 son un guarismo muy halagador y digno de celebración dentro del esquema de reflexión que antes citábamos.
La transferencia de votos es un factor que merece nuestra atención en el contexto del pasado 21N. Se trata de sufragios que han migrado al chavismo, desde la derecha, debido al descontento en amplias capas de esa tendencia política en relación con las torpes decisiones tomadas por sus líderes en etapas cercanas. Sin duda, la incumplida promesa de "la última cola" de 2015 sigue hostigando a la cúpula de la oh-posición, ni hablar del abismo del interinato de Juan Guaidó en 2019. El hastío en las bases ha provocado el trasvase de votos de los seguidores indecisos o menos radicales de la diestra y la abstención inamovible de los extremistas; desde luego, hay un sector que se mantiene activo en las urnas a favor de la oligarquía, pero ni por asomo tiene el volumen ni la motivación de ocasiones pretéritas. En lo personal, hemos constatado la transferencia de sufragios: varios simpatizantes de la derecha nos confesaron que apoyaban a nuestro candidato (ahora gobernador) en el Litoral Central, José Alejandro Terán, y hasta estaban anotados en los "uno por diez" (**). Muchos conocían a Terán desde hacía años y eran testigos -de primera mano- de su laudable tarea en pro de la comunidad varguense, por ejemplo. Otros lo atisbaban como alguien muy carismático a quien se debía dar la oportunidad de hacer más por la región. Debemos expresar que el abanderado de la derecha en la franja costera, José Manuel Olivares, era (y es) repudiado por los prosélitos de la derecha que conocemos o -al menos- varios de ellos tenían agudos reproches hacia éste. Albergamos la certitud de que la transferencia de votos se está desarrollando -ahora más que nunca- en varias zonas del país y dicho fenómeno debe aprovecharse para realizar trabajo político con estas personas y captarlas para la causa revolucionaria.
A pesar de la alta participación de la población el 21N (42,26%), el guarismo ha sido inferior al de 2017 (61,03%); en ídem dirección, la cantidad de sufragantes descendió hasta 8.151.793 personas (en relación con 2017), por ende, 2.884.105 individuos dejaron de ejercer su derecho. Cabe destacar que hace cuatro años votaron 11.035.898 personas. En cuantía de papeletas, el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (GPPSB) obtuvo 3.722.656 el 21N, lo que se traduce en -36,98% (2.092.247 votos menos), mas en el flanco de la derecha (Plataforma Unitaria) el colapso ha sido de -57,06% con respecto a 2017 (de 4.983.626 a 2.139.543). Es verdad, la derecha está dividida y eso nos ha beneficiado en demasía, no obstante, ello es síntoma de sus estridentes bretes íntimos (¡producto de su naturaleza!) y el chavismo ha logrado aprovechar esa debilidad para barrerla -una vez más- del mapa. La "guerra de egos" ha sido una de las perdiciones de la oh-posición y ésta sólo la conducirá a más derrotas humillantes como la del 21N. Es evidente, a la luz de las cifras, que la abstención ha afectado a ambas parcialidades (al chavismo y a la derecha) [***], sin embargo, los herederos de la fenecida Coordinadora Democrática y la MUD han sido los más perjudicados por ésta (-57,06%). A ello debemos adicionar la campaña de descrédito -emprendida por la burguesía, sus partidos políticos y sus medios de propaganda- para dañar al árbitro, el Consejo Nacional Electoral (CNE), desde principios de este siglo XXI. Todo financiado e instigado desde Washington, por supuesto.
El 21N ha sido un rotundo triunfo de la Revolución Bolivariana y de un pueblo que resiste con heroicidad los embates del imperialismo yanqui; la incontestable organización del chavismo ha propinado otro "knock-out" fulminante a la reacción y sus intenciones sediciosas en la Patria de Bolívar. Hasta la propia Unión Europea tuvo que admitir, a través de sus veedores, que el evento comicial del 21N fue "fiable" y "transparente", por lo tanto, esto es un reconocimiento implícito de que la Revolución Bolivariana es un movimiento político que gana elecciones de manera limpia y ejemplar en Venezuela. La victoria del 21N fue arrolladora y gratificante al conseguirse 20 de 23 estados, además de 212 alcaldías de un total de 335. La derecha puede revolcarse con su galardón de confortación (Zulia) y hasta "embriagarse" con él para calmar sus delirios obsesivos de arribar a Miraflores. El chavismo arrasó y -tal como lo esbozamos más arriba- nuestros dirigentes deben tomar este sólido respaldo del 21N como un "acto de fe" que los empuje a renovar la gestión pública a todos los niveles de gobierno y brindar soluciones satisfactorias a un pueblo en el marco del socialismo. ¡Son tiempos de victoria popular y diálogo con la clase obrera!
P.D. Si yuxtaponemos el 21N de la oh-posición con las elecciones más inmediatas en las que ésta haya obtenido más soporte, debemos trasladarnos a diciembre de 2015. De lejos, las parlamentarias de ese año fueron como unas "presidenciales" para la derecha y como tal deben analizarse: en 2015, la oh-posición cosechó 7.728.025 votos. Nunca antes, en la historia, el escualidismo había sacado tantas papeletas. Ahora bien, si cruzamos ese guarismo con el de 2021, que ha sido de 2.139.543 votos para la Plataforma Unitaria (ex Coordinadora Democrática y MUD), el descalabro ha sido de -72,31% (5.588.482 votos menos). Tratándose de unas megaelecciones, que por razones obvias es un evento más movilizador que un proceso comicial exclusivamente legislativo (como el de diciembre de 2015), lo del 21N es demoledor para la derecha. Incluso si sumamos los votos de Alianza Democrática (1.363.003) y Fuerza Vecinal (428.991) a la Plataforma Unitaria, el total sería de 3.931.537 y la debacle se anclaría en -49,12% (3.796.488 votos menos).
(*) Mientras hacíamos la corrección de estilo de este artículo, nos llegó la noticia de que se repetirían las elecciones en Barinas y estamos seguros de que la Revolución volverá a ganar allí. El candidato de la derecha en esa entidad, Freddy Superlano, estaba inhabilitado y, por lo visto, nadie se había percatado antes de ello. Por ende, eso invalida los escrutinios del 21N en dicho estado. No nos explicamos cómo a algunos aspirantes -como Eduardo Samán- no se les permitió inscribirse por estar "inhabilitados" -según esgrimió el mismo CNE- y Freddy Superlano sí pudo hacerlo. ¡Un "gaffe" imperdonable! Que no se reedite, por favor.
(**) La proporción de adeptos de la oh-posición en las listas de "uno por diez" que pudimos revisar, era de uno o dos por cada decena. Estos profesaban su abierta afinidad por José Alejandro Terán y su firme disposición a sufragar por éste. Ello nos lució muy positivo y esperanzador: el trasvase no es algo nuevo, lo novedoso es que más personas de "la otra acera" lo admitan sin mayores aspavientos. El escuálido de a pie también está asqueado de los gobernadores y alcaldes "guarimberos".
(***) Es verdad, el chavismo también ha sido golpeado -en menor medida- por la abstención a través de los años, sin embargo, hay que hacer algunas apreciaciones: la Revolución Bolivariana ha estado 22 años en el poder y ello implica un inexorable "desgaste": el bloqueo yanqui, la guerra económica y nuestros propios yerros, nos han pasado factura. Otra arista que debe apreciarse en su justa y cruda dimensión, es que el proceso bolivariano perdió a su líder fundamental, el Comandante Hugo Chávez, y esto tiene su peso en el campo electoral. Cualquier otro movimiento político, con tan pocos años de existencia, habría desaparecido del espectro de partidos dominantes al fenecer su principal timonel. A pesar de esto, el chavismo -dos décadas más tarde- continúa haciéndose de la mayoría de gobernaciones y alcaldías de la República, lo cual advierte de que es un fenómeno que está muy lejos de ser "transitorio" en nuestra historia contemporánea venezolana.