No se ha cumplido un mes todavía de la angustiosa situación que los agoreros de la oposición escuálida estaba haciendo vivir al pueblo venezolano con sus predicciones según las cuales el 12 de abril, creo, se apagaría la última turbina de Guri y el caos sobrevendría en el país por su dependencia casi absoluta de ese sistema. La oposición se frotaba las manos de contento ante esta posibilidad, como si ellos no fueran también a ser víctimas de la misma y ya anunciaban el cierre de fábricas con el consiguiente desempleo, caos bancario por la falla de los sistemas informáticos, hampa desbordada por las noches en las ciudades, sublevaciones de la población civil por la falta de agua generada por la falta de corriente, y cualquier espectáculo dantesco que se quiera imaginar. Por su parte, el Gobierno reconocía la seriedad del problema originado por la sequía en la región, derivada del fenómeno “El niño” que este año se presentó con una severidad mayor que en años anteriores, pero precisando que a pesar del continuo descenso del nivel del embalse, las reservas serían suficientes para aguantar hasta la llegada de la temporada de lluvias. A todas estas, se produjo un adelanto en la temporada de lluvias, de fuerte intensidad, que impidió al menos temporalmente, el descenso continuado de nivel en todos los embalses del país.
Desde ese momento las lágrimas de los oposicionistas escuálidos se unieron a la lluvia caída para provocar los derrumbes propios del inicio de temporada lluviosa, más teniendo en cuenta que no se habían tomado, desgraciadamente, las medidas necesarias para hacerle frente pensando que no se adelantaría, como en efecto sí lo hizo.
Ahora ya no se ha vuelto a hablar del descenso de Guri, que ya se ve como una amenaza superada, cuando en efecto no es así. Mientras subsistan las actividades de minería ilegal en la cuenca del Caroní y en la del río Caura, su principal afluente, el problema se irá agravando por la deforestación que causan los mineros, la cual altera el régimen de lluvias en la zona, haciéndolas menos frecuentes al crear zonas semidesérticas y el consiguiente empobrecimiento de los suelos los cuales son erosionados y llevados hasta el cauce de los ríos donde se convierten en sedimentos que son transportados progresivamente y van colmatando el vaso de la represa disminuyendo, en consecuencia, su capacidad.
La reacción del Gobierno esta vez, y una vez más, ha sido la de enviar un contingente de tropas mediante el cual se pretende actuar con todo el rigor que la situación exige para eliminar, también una vez más, la minería ilegal incautándose de todos los equipos que utiliza esta plaga de depredadores que asuelan numerosas hectáreas aledañas a nuestros grandes ríos del Sur de Venezuela. En esta oportunidad el Presidente ha sido más enfático en sus palabras, solicitando a los organismos encargados de ejercer estas labores de protección de nuestras cuencas hidrográficas su permanencia en el sitio hasta completar su labor llegando hasta decir que si su Despacho tenía que trasladarse al escenario de los hechos él no tendría objeción en hacerlo, aun cuando esperaba que esto no fuera necesario. También el resto de los venezolanos estamos ansiosos de que se acabe de una vez por todas con esta plaga de las invasiones de depredadores, a las cuales desde hace más de veinticinco años, en forma periódica, nos tienen acostumbrados con los famosos ataques a los grupos invasores, durante los cuales se incautan de gabarras, plantas eléctricas, bombas de gran potencia, mangueras y hasta armas de fuego en manos de estos grupos que son explotados y financiados por los verdaderos beneficiados cuyos nombres nunca salen a la luz.
lostienelocos@intercable.net.ve